LA EPISIOTOMIA IMPORTA TAMBIEN A LOS HOMBRES


La episiotomía, es una práctica aberrante, salvaje, vergonzosa, incluida en el vademécum de muchos médicos inescrupulosos y a veces de alto grado –conferido por ellos mismos- de los tiempos modernos.
Con la diferencia de época, nos retrotrae a esas tribus que cortaban el clítoris a la mujer, por creer era un vestigio del órgano masculino, a erradicar.

Se inscribe en el marco de otras prácticas cobardes descargadas sobre la base de nuestro hogar, la esposa, la compañera, la mujer sumisa e indefensa que no es del círculo del actor, cuando está cercana a dar a luz; como el uso indiscriminado del “goteo”, anestesia, fórceps y la cesárea.

Dejando un saldo devastador: Sufrimiento límite, infecciones, anemia, deformaciones, coágulos, pólipos, pérdidas, incontinencia, lesiones eventuales, periódicas o a veces permanentes tanto en el inocente émulo cuanto en la gestora, que sin duda quedará traumada en cuanto a su cuerpo, partes y delicadas funciones, con incidencia en todas sus relaciones humanas, propias cuanto de la sociedad toda.

Injurias que, aún cuando pudieran revertirse –a veces tras severos tratamientos y operaciones varias- evitando desencadenen en la muerte (que lógicamente se adornará como producto de otra circunstancia donde la injuriada generalmente “tiene la culpa”) no impedirán la creación de una desconfianza en los médicos y en los jueces que no los condenan por el apriorismo de tener un título (arma a veces letal que da prestigio) para que sigan con “su receta” a cuenta ajena.

Los motivos o excusas en que se basan, son:

* El goteo (Generalmente se hace una vez que la enfermera rompe las bolsas sin enterar a la parturienta): “Para ayudar a la madre a acelerar la dilatación”. Pero en realidad logran el efecto contrario: o sea demorar hasta 48 horas -con enormes malestares y dolores que muchas veces culminan con el envenenamiento y asfixia del feto- hasta hacen suplicar -en partos que debieran haber sido normales si se hubiera respetado a la naturaleza, cosa que ellos piensan que los dejaría sin trabajo o sin tanta ganancia- el pedido de cesárea.



* La anestesia: epidural y raquídea: ”Para hacer menos doloroso el parto, más rápido y más fácil la puja”. Logrando lógicamente el efecto contrario, pues ningún trabajo se puede hacer estando dopado y el cansancio, el sangrado y los dolores sobre todo posteriores pueden ser grandes. Por cuanto la puja no pueda hacerse bien cuando los músculos están laxos o no responden, o la señal hacia ellos está aletargada y por ende sea más complicado, sangrante, largo y riesgoso el parto, cuando no termina en fórceps, daño miótico-neurológico o desesperada cesárea.




* El fórceps: “Para enderezar y ayudar la salida del bebé” que algunos usan aunque venga perfecto y logran a menudo producir traumas y lesiones importantes -que lógicamente negarán- ya que es una herramienta altamente agresiva.



* La episiotomía: “Para evitar desgarros” logrando justamente eso, desgarrar, romper, destruir, pero muchas veces peor que un supuesto desgarro que se pudiera producir entre decenas o centenas de cosas. Y lo que es más, dejar un músculo débil, de fácil desgarro en adelante.



* La cesárea: Tras todas las judeadas previas o anteriores, aparece como la gran salvadora la cesárea, para no sufrir tanto y porque “así evita los riesgos de un feto que viene medio mal”. Pero siendo una operación o intervención quirúrgica, los riesgos son enormes, tanto para la madre cuanto para el bebé, por la anestesia, por las maniobras y por la exposición de vientre abierto en una sala “helada” pero muy caliente. Más allá que rompe todo el esquema natural, saludable, propio del parto.



Retomando el tema principal, parece poco inteligente aducir que para evitar le peguen a una persona, haya que romperle la cabeza. Sin embargo los médicos así lo refieren a sus pacientes y repiten como si las vidas pasadas por su cuchillo –bisturí, escalpelo- fueran estúpidas:

“Tuve que descoserla, por las dudas que no la descosa el esfuerzo o porque entre cien a una le pasa naturalmente”.

En realidad, las razones reales –ocultadas, claro- son otras, a saber:

1. Triunfalismo: En las facultades se enseña a los estudiantes que el Título es el arma de triunfo, que los pondrá a la cabeza de los demás. Y como el triunfo en nuestra sociedad se llama dinero, no sólo con ello se obtiene sino que algunos provocan la forma de obtener más.



2. Deformación profesional: En esa idea, el egresado como médico, rápidamente se ubica por encima de todo, incluso de la propia naturaleza que, en cierta medida, pasa a ser su competidora, así:

“Si permito que ella actúe, quizás no tenga suficiente trabajo”.

Otros directamente provocan la necesidad del médico recordando que un antibiótico venció a una epidemia, que “la ley prohíbe ejercer la medicina a quien no tiene ese título” (como si uno no pudiera hacer lo posible para no enfermarse o para hacer su propio tratamiento y debiera caer obligado en sus manos y órdenes) o provocando la dolencia, como aquel odontólogo que toca “sin querer” el diente sano con el taladro, para tener un paciente asiduo “muerto de dolor” que luego de… diez sesiones, le estará siempre agradecido “por haberlo aliviado”.



3. Por celeridad y aumento del canal de parto: Muchos parecen ciegos: No les alcanza los diez centímetros curriculares, quieren ver más, tener libre al menos doce, quince si es posible, sin reparar en lo que deshacen.




4. Por acto médico: Se pagan en forma adicional y a veces tanto, que los médicos que los realizan, cobran hasta veinte veces más que sus pares que no los hacen. Más aún: cuanto mayor sea la cantidad hecha, más cobran, por cuanto parece lógico hacer todos los posibles –necesarios o no- y desde que existe eso, las cesáreas van en aumento, pasando a ser más que los partos naturales, en algunas mutualistas, del 60 al 90% de los alumbramientos. (Como si el parto natural, fuera cosa antigua).



5. Corporacionismo: El médico –al menos en nuestra sociedad donde los grupos son férreos para protegen a sus débiles integrantes más allá de cualquier verdad (es una falla de valores que nadie desconoce)- se siente seguro que haga lo que haga, tendrá colegas que van a apoyarlo. Si no fuera así no sólo sería más cuidadoso, sino que antes de emplear métodos claramente lesivos, lo pensaría dos veces.



6. Insensibilidad: El médico, como aquel que vende drogas, alcohol, cigarrillos, opera de la forma más fácil sin pensar en el daño, porque sabe que está lleno de colegas que hacen lo mismo. Incluso sabe que hace daño, pero no le importa “porque todos lo hacen”, en otros sectores del comercio no se gana tanto. Esos son los actuales valores de una sociedad en decadencia, donde “total, el que sufre es el otro” y todo queda bien con una repetida excusa, qmejor no pen



En definitiva:

La naturaleza ha creado un estilo de vida fantástico, en cuyo seno se encuentran todos los recursos para su constante mejora. Sin embargo:

El médico, al no permitir su actuación “sin su intervención” (o permiso) ha creado una sociedad débil, enferma, llena de engaños, pichicatas, magia, fetichismo, desgracias personales, dolor e irresponsabilidad.

Sociedad actual donde el paciente debe ser casi un idiota que debe entregarse a él y dejarse hacer lo que sea, incluso darle su vida y la de su/s hijo/s. Pero lo que es más, donde la propia sociedad –cada vez con más gente con problemas adquiridos en tales métodos y maniobras- va dejando de tener hijos, por las tremendas dificultades y sufrimiento que les provocan.

En efecto: Antes las mujeres tenían ocho, diez y más hijos como algo normal y vivían felices toda la vida con su hombre, porque parían en forma natural, a la fecha que la naturaleza lo dispusiera, sin goteos, sin anestesia, sin episiotomía, casi como lo hacen los animales que difícilmente se les complica. Pero hoy tienen uno o dos a lo máximo –incluso aquellas mujeres ilusas que antes pretendían tener un mínimo de cinco- y ya quedan escamadas de por vida, siendo jóvenes no quieren tener más, y con razón, por las lesiones y traumas propios o de sus hijos producidas por la contra-naturaleza y, lo que es peor, muchas veces siquiera aceptan se les acerque un hombre, que podría ponerlas en la máquina del riesgo y terror, de cortes y métodos “inevitables”.

Eduardo Medina Ylla