
Morir solo o sola. Parir sola.
Ahora, en plena pandemia, se muere solo. Alguien lo decidió y ahora parece que “toca morir solo”. Y también en muchos hospitales “toca parir sola”.
Me imagino a mi hijo o mi madre muriéndose solos y mi cuerpo se convierte en un nudo.
Parece que el acompañamiento estos días se ha convertido en algo caprichoso. Algo supérfluo del que se puede prescindir fácilmente.
Por la pandemia, por la saturación en los hospitales, por la falta de perspectiva.
La muerte, el parto y el nacimiento son grandes transiciones vitales, y el acompañamiento durante estos procesos es algo vital también.
Y no se trata de comparar, o decir que el derecho a acompañamiento durante el parto está por encima de todo. Pero se nos dice que ahora nos toca callar “porque hay muchas personas que se tienen que morir solos”.
Dejar morir a las personas solas es una vergüenza y no está justificado con nada. Ni en casa, ni en una residencia y tampoco en un hospital.
Pero tener que parir sola también es una vergüenza.
Cada persona lucha desde donde puede. Unos por no tener que morir solos y otras por no tener que parir solas. Porque cuando se pierde la humanidad y los derechos, pues apaga y vámonos.
Y en realidad ambas luchas comparten muchas cosas.
No todo vale, ni se puede justificar con una pandemia.
Esta pandemia nos ha traído tantas cosas, malas, buenas y nuevas, pero también nos ayuda a recuperar los valores, la esencia. Y en la esencia nuestra, como asociación, está la humanización de la asistencia sanitaria, con todo lo que implica.
Especialmente en tiempos de crisis.
Por Ángeles Cano
Imágen: Liv Bruce on Unsplash