"Baby Boom" y su muñeca
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Por Mar Alegre
Estas frases aparecen junto a la imagen de unas enfermeras de fieltro, de ridículo uniforme y helada sonrisa, en el Facebook del programa "Baby Boom", emitido por primera vez la semana pasada.
Reconozco que no lo vi entero, reconozco que solo vi el trailer y algún trozo de programa. La emisión del primer capítulo de esta serie reality ha despertado bastante expectación y ha sido seguido y comentado por multitud de profesionales y sobre todo madres, la mayoría indignadas por la cantidad de prácticas realizadas que suponían infracciones a las recomendaciones del Ministerio de Sanidad, la S.E.G.O. (Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia) y la OMS (recogidas entre otros documentos en la Estrategia de Atención al Parto Normal). Y también con desagrado por el trato de los profesionales a las parturientas, a sus parejas y a los bebés.
Pero también hemos sido muchas las madres que no hemos podido verlo completo, pensando sin embargo que deberíamos haberlo hecho, porque sentimos que no hay que mirar para otro lado cuando algo duele. Pero no lo hemos soportado, porque se reabren heridas y se empatiza demasiado, se sufre de impotencia. Ver la violencia obstétrica televisada y comentada, presentada como espectáculo edificante, supone echar sal sobre las heridas.
Y es que la propia imagen de esta muñequita-broche, que se ofrece como premio por participar con comentarios, me resulta en sí misma reflejo de un desconocimiento inaceptable de las necesidades más básicas de madres y bebés en un momento tan delicado como es el del nacimiento. Un momento en el que ambos se necesitan, se buscan, se desean, necesitan tocarse, besarse y enamorarse. Están bañados de un cóctel hormonal tan perfecto, que les va a permitir hacerse felices el uno al otro, crear un fortísimo vínculo entre ellos, procurado por la naturaleza para asegurar así la supervivencia del bebé. Y además, este contacto favorecerá un óptimo comienzo de la lactancia materna, que proporcionará al bebé los mejores cuidados y alimento, y también cuidará a la madre.
Se sentirá fuerte, se sentirá plena y feliz. Su cuerpo está preparado para percibir todas estas señales y responder con una adecuada recuperación posparto, favoreciendo la contracción de su útero y el desprendimiento y expulsión de la placenta, disminuyendo riesgos de hemorragia, etc. gracias a la descarga hormonal que segrega al estar junto a su bebé.
Resulta tan obvio, tan natural, porque la naturaleza ha perfeccionado este mecanismo después de una cuidada y minuciosa evolución. Sabemos que no es recomendable acercarse a una hembra mamífera que acabe de parir. Hay riesgo de interferir en la correcta atención a sus crías y por defender este momento estaría incluso dispuesta a atacar al intruso.
Una madre humana es una hembra mamífera. Y ante la imagen de una enfermera con un bebé ajeno en brazos, supuestamente de una madre que acaba de serlo, siento un profundo rechazo. Una gran impotencia ante la banalización de una mala práctica clínica y ante una tremenda falta de respeto hacia esa madre y ese bebé, hacia ese irrepetible momento sagrado.
Porque no existe un tiempo de separación seguro. Porque separar a una madre de su bebé recién nacido es una agresión hacia ambos. QUE NO OS SEPAREN. NUNCA. Tan solo estaría justificado en el caso de requerir madre o bebé una atención médica justo en ese momento, de manera urgente, que haga absolutamente imprescindible la separación. Pero debería tratarse de casos muy excepcionales. La mayoría de tratamientos pueden esperar, y si no, se pueden aplicar sin separación.
Ante todas estar reflexiones, sentimientos y evidencia científica avalada por la OMS, Ministerio de Sanidad y demás instituciones con autoridad en la materia, recogidas en la Estrategia de la Atención al Parto Normal (2008), las Guías de Práctica Clínica, etc. la imagen de esta enfermera me resulta ridícula, tétrica, desagradable, fría, una imagen indeseable y espantosa, como "la mano que mece la cuna".
Y me sugiere escenas que se repiten todos los días en muchos centros sanitarios (afortunadamente no en todos). Separaciones injustificadas de madres y bebés sin motivo alguno, "para llevarlo a observación", "para hacerle unas pruebas", mientras madres y bebés sufren perdiéndose momentos preciosos, que necesitan vivir de otra manera, sin que se trate esto de un capricho ni de algo banal.
Estas separaciones suelen además ir acompañadas de incomprensión y frialdad, plasmadas en comentarios como: "tranquila, que el niño está bien", "pero si solo es un ratito", "mujer, habrá que hacerle las pruebas". Y la helada sonrisa de esta ridícula enfermera, en forma de broche decorativo, me transmite también esta misma incomprensión, ignorancia y frialdad.
Que no nos separen de nuestros hijos.
Que no os separen. Nunca.
Porque para un bebé, todo puede esperar menos el contacto piel con piel con su madre.
No hay tiempo de separación seguro.
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