Equipo Blog
13 Ago 2014
  •  
0 comentarios

Ojalá. La historia de Eva.

De nuestra serie Relatos y Experiencias.
Era mi primer hijo y mi primer parto. Tenían previsto provocarme el parto el lunes siguiente. Estábamos en viernes y ese misma mañana había acudido a urgencias por fuertes dolores en el vientre, que no contracciones, y caída del tapón mucoso. Que ya sabía que lo del tapón no era significativo, pero esos dolores no eran normales. No por la intensidad, sino porque era un dolor constante. Quizás no supe interpretarlos, nunca lo sabré. Y las clases preparto a las que acudí no me sirvieron para mucho, yo miraba el reloj y el dolor no cesaba. No venía en intervalos, sino que siempre estaba ahí. Me mandaron a casa y me dijeron que lo del tapón no era una señal de parto inminente y me dieron un folletito en el que se explicaba aquellos casos en los que debías acudir al hospital. Primera lección aprendida: el hospital no está para tranquilizar sino para parir, o al menos intentarlo. Y al dolor no le prestaron importancia, ahí quedó. Por eso me tomé el día con calma, con mi dolor constante y le propuse a mi pareja irnos al cine por la tarde. El dolor sin intervalos persistía toda la película y toda la tarde. Esa noche no dormí nada, y a las seis de la mañana no aguanté más y le dije a mi marido: yo no sé si estoy de parto o qué pero algo no anda bien, vámonos al hospital. Entonces empezó todo. Me miró una enfermera, luego otra, luego otra más, llamaron a una ginecóloga. Y yo no sabía que pasaba, no me decían nada. Mi pareja fuera. En pocos minutos unas cuatro personas me estaban mirando pero nadie decía nada. Y ya pregunté aunque con timidez. Puedes leer la historia completa de Eva aquí. [Imagen: chapa nº5 Reciclando ginecología, de la serie de chapas de El Parto es Nuestro, proyecto 2012]