Dificultades con el vínculo

Dificultades que pueden surgir y que hacen difícil establecer el vínculo:

  • Separación madre-bebé tras el parto
La separación puede afectar significativamente al inicio de la relación madre-bebé. En palabras de algunas mujeres son patentes los daños que ocasionan la separación al nacer y el que ello se prolongue por varias horas o días.
  • Falta de trabajo de parto o cesárea programada
El cuerpo no pasa por el trabajo necesario para alumbrar un hijo y el cerebro humano no llega a reconocer que el nacimiento ha tenido lugar. Ello contribuye a que el inició del vínculo se retrase y sea difícil de lograr debido a que la mujer pasa de estar gestando a tener un hijo sin haber pasado por el proceso intermedio.
  • Frialdad y falta de acompañamiento en la cesárea
Incluso una cesárea necesaria puede resultar perjudicial para el vínculo madre-bebé. Por ello contar con apoyo emocional en el momento de la intervención quirúrgica redunda en que la experiencia del parto pueda ser positiva ya que con ello se impide que la mujer atraviese el proceso sintiéndose sola y desamparada en el frio quirófano.
  • Consejos desafortunados del entorno más cercano a la mujer
Nuestra sociedad tiene sus propias reglas en cuanto a maternidad. Esto es algo que queda patente cuando una mujer se convierte en madre, da lo mismo si es primeriza o si ya tiene más hijos. Pero esos consejos que a una madre experta pueden "no afectarle", a una madre primeriza pueden hacerle sentir mal y entorpecer el establecimiento del vínculo cuando su instinto natural le pide coger a su bebé en brazos siempre que lo desee, no dejarle llorar nunca, dormir con él, darle el pecho...
  • No reconocer a la mujer el dolor por el que está pasando
Al intentar expresar sus sentimientos, el entorno niega a la mujer su dolor insistiendo en que lo importante es que están vivos. A la larga las mujeres callan y guardan sus sentimientos por miedo al rechazo de la sociedad. Estas situaciones contribuyen a que la sanación de la mujer sea lenta, dolorosa o incluso nunca llegue a curar y la mujer convive o malvive con ello mientras ha de ocuparse de un recién nacido que la necesita.
  • Falta de valoración temprana en el postparto y de apoyo profesional en aquellos casos con dificultad real
En un buen número de hospitales no está reconocido ni interiorizado como problema real que las interferencias en el momento del parto pueden impedir o dificultar el establecimiento del vínculo. Por ello, muchos hospitales no cuidan con mimo ni garantizan que en todos los nacimientos haya un contacto precoz madre/bebé. La consecuencia de este proceder es que tampoco se tiene previsto una valoración temprana a todas las madres a fin de detectar problemas y, por ende, no se ofrece tratamiento ni apoyo emocional a aquellas mujeres con problemas reales tanto de establecimiento del vínculo como de depresiones postparto.
  • Enfermedad del recién nacido
La enfermedad del recién nacido suele derivar en la separación madre-bebé y, en consecuencia, el normal desarrollo de la relación se ve obstaculizado. Además, la enfermedad del bebé puede producir ansiedad y preocupaciones en la madre que tampoco facilitan el establecimiento del vínculo. Todas estas dificultades son significativas de la realidad en la atención al parto sin que se valoren suficientemente en la actualidad. Han sido recogidas y enumeradas a partir de numerosos testimonios en los que quedan patentes las dificultades para establecer el vínculo a que se enfrentan las mujeres. Por Jael Arias

Algunos testimonios de mujeres:

<<Yo soy una de esas a las que les costó enamorarse de su hija en el primer momento... La quería con toda mi alma, pero sentía que, como no me habían dado más que unos segundos para verla, no iba ni a reconocerla cuando me dejaran volver a la habitación tras estar en rea...>> P.P.

<<...cesárea sin trabajo de parto 0 contracciones. Me quitan el bebé directamente en quirófano, le veo 2 segundos porque pido verle y vuelven a entrar para enseñármelo, no me dejan tocarlo. Al segundo día y viendo que me estoy volviendo loca, es decir, agresiva con todos, mi marido organiza una silla de ruedas y nos vamos a Neonatos. Allí me pongo de pie como puedo ante el famoso cristal y miro las 6 cunas. No reconozco a ningún bebé como mío. Una enfermera me enseña a mi hijo. No le reconozco, no siento nada. (Ese tabú, eso que no cuentas a nadie nunca...) Cuando me dieron por primera vez a mi primer hijo estaba lavado y le habían echado colonia!!!!! Por la ropa, la cabeza. Olía, apestaba a colonia. No hubo olor propio. Y eso en una supuesta unidad de neonatos... La primera vez que le cojo en brazos, pasados unos días tampoco siento nada. ¿amor? ¿instinto maternal? nada de nada. Poco a poco, muy poco a poco nos vamos conociendo, pero me cuesta mucho ocuparme de ese bebé. Las siestas las hacemos juntos, él encima de mi tripa...poco a poco. Pero a los 9 meses ya no puedo más, no consigo hacerme con esta situación, estoy agresiva, también hacía él, me cuesta todo relacionado con la crianza. Me voy a casa de mis padres en el puente de diciembre y allí les dejo a mi hijo de 9 meses... allí da su primer paso, y recuerdo que me lo contó mi madre y me daba igual habérmelo perdido.>> A.E.M. <<Mi primera hija nació con epidural, en una clínica pequeña, pocos partos, habitación individual... y tras nacer, lavar... nos la entregaron de inmediato, no nos atrevíamos a cogerla, la miraba desde mi cama en su cuna de plástico, mi marido la cogió y me la puso conmigo, en mi cama, no sé qué resorte le salió porque no sabíamos nada de nada... fue instintivo... me supo de bien !!! entró una enfermera y nos riñó de malas maneras, sentimos que habíamos cometido una irresponsabilidad y no lo repetimos. Suerte que mamaba y entonces sí que estaba conmigo, los ratos de teta...Allí nos reñía hasta la de la limpieza, todos se veían con poder de juzgar, de imponer y nosotros lo tomábamos todo muy en cuenta...Yo necesitaba físicamente, celularmente estar con ella, era alejarme y sentirme mal, un dolor de estómago, unos pinchazos... sufría lo indecible. Sólo quería estar con ella, estaba enamoradísima. Su padre también. ... Sugestionados e influidos por modas, entorno, la dejamos con los abuelos y nos fuimos de viaje "Sólo " 5 días a Suiza, siendo ella muy pequeña. Lo recuerdo como una pesadilla. Yo me puse incluso enferma, veía cualquier niño/a de su edad o más pequeño/ y lloraba a mares. No lo podía soportar. ¡Nunca más! Qué aberración, sólo quería volver. No lo repetimos, Cuando me miraba a los ojos, profundamente, ella lo hacía a menudo, de bebé, me temblaban las piernas de la emoción, veía el universo en sus ojos.>> M.A.C.A. <<Mi hijo mayor nació por cesárea con 22 horas de trabajo de parto, sin apenas separación (lo justo para coserme), pero lo sentí ajeno. No me pareció raro, porque mi mayor preocupación todo el embarazo era esa: si lo querría y cómo se llegaba a ese amor. ¿Sabéis esos cuadros de la Anunciación de la Virgen en los que hay un rayo de luz que incide sobre ella y está espléndida? Así pensaba yo que debía ser. Y una cesárea, en quirófano, sola... no se asemeja nada a eso. Pero no me extrañó, pensé que lo otro tenía que ser ficción (era muy racional hace 10 años). Lo bueno es que soy alérgica a muchas cosas y estaba convencida de amamantarlo. Y soy muy cabezota. Así que esa lactancia nos salvó el vínculo. A los dos días pedí el alta voluntaria y no me separé de él a pesar de las sugerencias. Y aunque me sentía sola (y lo estaba), no me sentía mal. Y tengo muy cerca a mi familia y a la política, mis hijos son nietos únicos por ambos lados, así que pedí que nos cuidaran y lo hicieron (con más o menos críticas a nuestra forma de criar).>> L.C. <<Pues yo debo ser rara, porque me pasó justo al contrario... Mi hijo mayor nació por cesárea, sin apenas trabajo de parto, una de esas innecesarias en horario laboral. Cuando me lo nacieron le oí llorar, me lo dieron, lo abracé y no sé explicar con palabras lo que sentí. No sé ni qué le dije, lo besé, me manché la cara con sangre que tenía él, no sé si suya o mía, y no podía parar de mirarlo. Estaba absolutamente alucinada, no me podía creer que aquella criatura tan perfecta y maravillosa fuese mi hijo, pero era de pura felicidad. Se lo llevaron unos 20 minutos para coserme, estuvo con su padre, en el pasillo. Y yo tenía en la cara una sonrisa de oreja a oreja. Recuerdo haber pensado: "me han hecho una cesárea, y no me importa", medio alucinada. La primera foto que tengo después de la cesárea es mirándolo dormir en su cunita, con cara de ser la mujer más feliz del mundo. El puerperio fue emocionalmente difícil, porque después del subidón de conocer a mi hijo entré en el duelo por la cesárea. Estaba loca por él, cambió mi mundo, lo llevaba a todas partes, e incluso cuando dormía en su cunita me ponía a su lado para mirarlo. Habría sido un puerperio fantástico si lo hubiese parido.>> A.R. <<Fue un parto instrumental (vacuo) sin epidural. Cuando me lo colocó el ginecólogo encima (apenas dos segundos) me explotó un llanto de emoción. Inmediatamente me lo cogieron para tenerlo como 5 minutos (absurdos y dolorosos) en una especie de mesita al lado de mi cama (porque decían que necesitaba calor -¿dónde iba a tener más calor que pegado a mí?- y oxígeno -que le daba mi marido poniéndole un tubito cerca de la nariz-) mientras me cosían la episiotomía. Durante esos minutos yo solo miraba la mesita y le preguntaba a mi marido llorando compulsivamente si mi niño estaba bien, a lo que mi marido me contestaba todo el rato que sí con una sonrisa. Pasado ese tiempo absurdo me lo pusieron encima de la barriga y nos dejaron dos horas solos de piel con piel en el paritorio: la paz más absoluta. El momento de mayor emoción fue curiosamente cuando vino un celador para llevarnos a planta y fuimos recorriendo el hospital en la camilla, yo con mi niño en brazos. Puede parecer una cosa tonta elegir llevar al niño con la madre a planta en la cama, en lugar de por separado, y qué diferencia tan inmensa.>> R.R. <<Mi segundo hijo, …, planifiqué mi parto para que fuera en casa "para curar la herida del primer parto" … ahora sé que fue un error, yo quería un parto en casa a toda costa para que no me tocara nadie y nadie interfiriera entre mi hijo y yo, y también porque quería sentir que era yo quien pariría a mi hijo, necesitaba sentirme capaz y vaya si lo hice, fue la experiencia más salvaje de mi vida, fue el parto que quise pero no el que esperaba, me ha costado MUCHO asumir que casi pierdo la vida en ese parto por una hemorragia... cuando parí a mi hijo quise enamorarme, pero no pude, lo quería porque era mi hijo, pero no hubo vínculo a pesar de nacer en casa, lo miraba y quería quererle, pero no me salía... el parto había sido duro (venía en posterior con vueltas de cordón y nació morado) y la lactancia tampoco ayudó... nació con frenillo y me destrozó los pezones literal, unas grietas horribles, no quería darle de mamar, lloraba cada vez que pedía pecho, yo dormía en el sofá y mi hijo en el cuco lejos de mi para que no me oliera y no pidiera comer... creo que pase una depresión posparto. Afortunadamente estuve muy bien arropada, amigas matronas que me sostuvieron, mujeres de El Parto Es Nuestro que en mi primera llamada de auxilio se ofrecieron a "colarme" en el hospital donde ella trabajaba para cortar ese frenillo sin esperar a nada más...fueron los 20 días más horribles de mi vida y fue cortar el frenillo y todo cambió, recuperamos el tiempo perdido y nos amamos hasta hoy... mamó hasta los 4 años y medio.>> M.D. <<SE PUEDE reparar el vínculo incluso después de una larga separación, no sin atravesar el dolor emocional, y entregarse plenamente a él.Mi hija nació de parto vaginal -algo más intervenido de lo que realmente era necesario- pero bueno, fue un parto "normal" de hospital. Cuando me la pusieron al pecho sentí su calor, sentí su fragilidad y sentí miedo también, porque estaba azulada, nada que ver con lo que se ve en la televisión, bebés rosados y preciosos. Hacía frío en el quirófano así que se la llevaron para meterla en una incubadora. Su padre estaba con ella y veía a la matrona y a la enfermera muy tranquilas y sonrientes, así que confié.Cuando me la pusieron al lado para que cogiera el pecho la miraba y casi no me lo creía. Su piel tan bonita, cada vez más rosada, y su cara arrugada... con los ojitos cerrados... es muy emocionante. Lo malo vino después, al poco tiempo de estar así me asaltan las alarmas porque mi hija se queda dormida muy bruscamente y se lo digo a la enfermera, me desautoriza diciendo que no le pasa nada (sin venir a verla, claro -me da vértigo recordar esto todavía-) y así me desautoriza hasta tres veces más. Finalmente mi hija se la llevan para reanimarla, estaba teniendo una muerte súbita. Tres días de tratamiento de frío donde no podía tocarla, solo cantarle y hablarle. Viéndola rodeada de cables... en fin. Entre críticos, intermedios y observación, fueron 73 días en el hospital. Durante el día la cogía piel con piel todo lo que podía. Y cuando me la llevo a casa, todas las indicaciones terapéuticas para la parálisis cerebral por anoxia indicaban que lo mejor era que el bebé estuviera en el suelo, ni brazos ni carritos. De esa forma se estimulaba a través de los puntos de apoyo y podía avanzar más motóricamente. Estaba comprobado y era lo que la evidencia científica afirmaba, y con razón. A todo esto, mi hija no mamaba, porque había perdido el reflejo de succión, a día de hoy, con tres año y medio se alimenta por un PEG, una sonda directamente al estómago. Pues a todas estas dificultades, creo que puedo decir que mi vínculo con [mi hija] es como el de todas las madres. Ella busca mi mirada, me busca a mí que ahora está gateando, sonríe y es una niña muy alegre y feliz. Yo también he trabajado a nivel personal buscando mis espacios para elaborar el duelo y que interfiera lo menos posible la depresión postparto en su crianza. Mi trabajo ha pasado por volver a confiar en la vida, hacer el duelo, tener espacios terapéuticos para no quedarme con las emociones dentro y no convertirme en una madre zombi, que en el gremio de las madres de niños con discapacidad es muy habitual: pastilla para levantarse y sobrevivir, pastilla para dormir y relajantes musculares para el dolor físico -y seguro que emocional también- Aprendes a vivir en parte con la herida de la pérdida de salud de tu hijo, sabes que eres tú la responsable de tu camino y luchas como la que más. Deciros que se puede, que sanar el vínculo se puede, pero la madre, que normalmente es la que lleva la carga, tiene que buscar espacios terapéuticos sí o sí, porque, además, si el bebé tiene secuelas, tiene que tener fuerzas para luchar contra la enfermedad/discapacidad. Hay que buscar el equilibrio entre el duelo y la lucha. La mayoría de madres que conozco en este caso se entregan a la lucha como cuidadoras, pero renuncian a elaborar el duelo.>> C.L.M.