Sobre el aborto respetado

El embarazo es una etapa más del ciclo psicoemocional y sexual de la mujer, y cuando está embarazada existe la posibilidad de que el embarazo termine abruptamente en cualquier momento de la gestación.


Jurídicamente, cuando se produce la muerte del bebé, se tiene en cuenta el tiempo de gestación a efectos de inscribirlo en el registro civil. A partir de la semana 20 la ley contempla que pueda ser inscrito en el registro civil y constar como hijo en el Libro de Familia. Esto es un alivio para muchas familias, pues es un reconocimiento social hacia el hijo que no verán crecer, pero que es hijo al fin y al cabo.
Sin embargo, muchas familias, todas aquellas que pierden a su bebé antes de dicha semana gestacional, no tienen la posibilidad de hacer constar legal y jurídicamente la existencia de este miembro de su familia. Cada vez más en nuestra sociedad se admite la posibilidad de vivir con conciencia y dolor una pérdida gestacional temprana, aunque sigue siendo un hecho muchas veces desconocido y acallado.


Sin embargo, son muchos los casos. Un número muy alto de embarazos terminan en las primeras semanas de gestación sin que haya una causa justificada. Otras pérdidas se deben a problemas médicos concretos.
Dada la alta incidencia de pérdidas gestacionales tempranas, debería existir mayor información, estudios científicos y curiosidad por seguir investigando la mejor manera de despedir (física, mental, emocional y espiritualmente), a un bebé en el seno materno. Muchas personas en nuestra sociedad comienzan a demandarlo.


Hoy en día, desde que el test de embarazo da positivo es posible tener algún tipo de imagen del embrión gracias a la técnica ecográfica. Desde las primeras semanas se puede observar cómo la “alubia” inicial va cambiando dando paso a un bebé pequeñito que patalea y se mueve ante los atónitos ojos de sus padres. Se puede escuchar su corazón incluso cuando aún no tiene forma ni remotamente humana. Suele ser en la consulta ecográfica cuando se detecta que no hay latido, o que el crecimiento es menor al que debería tener para las semanas-días de gestación que constan en la hoja del historial…


Para unos padres ilusionados y enamorados de su “alubia”, Las tres peores palabras que existen en este mundo son: “no hay latido”. De repente, la tierra deja de girar, las estrellas se apagan, nada tiene sentido. Entran en lo que se conoce como shock emocional. No sienten, no pueden pensar. La vulnerabilidad de esta pareja que acaba de recibir tan terrible noticia es altísima. En estas circunstancias en las que a nadie se le ocurriría forzar a una persona a tomar una decisión trascendental en su vida, se les da cita para programar un legrado “cuanto antes”. Para el día siguiente, para esa misma tarde si hay sitio.
Los destrozados padres asumen que lo que les propone el médico es lo mejor para ellos, y sin bajar de la nube en la que están, se preparan para la visita al quirófano.


Llegado el momento, la mujer se va en camilla a un quirófano tan frío como ajeno al drama que ella está viviendo. Su única fuente de seguridad y calor en esos momentos se queda esperando en la sala correspondiente. Unos profesionales con batas de color verde, con el rostro cubierto, manipulan entre sus piernas sin dirigirse a ella, mientras comentan el partido del domingo, o a dónde irán de vacaciones el próximo puente.
Para ella es un alivio la epidural que le han puesto, ya que los dolores que le provocaban las pastillas que le dieron para iniciar el parto eran terribles. Aunque persista esta sensación de irrealidad que le acompañará mucho tiempo (desgraciadamente).
Volverá a la habitación asignada, en la que se vigilará que no haya ninguna posible hemorragia y pronto le darán el alta hospitalaria. Su útero está limpio. Limpio y vacío. Una enfermera le intentará animar con aquello de “mujer legrada, mujer embarazada” y se irá a su casa con un agujero en el alma que no sabrá cómo sobrellevar. Tampoco su compañero sabrá muy bien cómo proceder con ella, pues ya le han hecho el legrado, ya está, ¿no? Hay que pensar en otra cosa…


Otra pareja también recibió la dura noticia de la pérdida de su bebé aquella mañana. También les quisieron dar cita para el legrado, pero tenían conocimiento previo por una vecina que parió en casa a su embrión. El ginecólogo los mira con cara de “otra pareja de raros”, pero como ellos pagan las visitas, les da cita para la semana siguiente. Mientras se van, con su dolor y su alma, que de repente pesa una tonelada, a cuestas, intentando conservar su estatus de “médico que sabe y controla la situación” les recuerda que si en una semana no ha empezado a sangrar, tendrá que hacerle un legrado, porque si no corre peligro de infección, de morir desangrada, y de varios tipos de muertes más.
Esta pareja se va a su casa, apaga las luces y llora su repentina soledad. No se sabe cuánto se ama realmente a un hijo hasta que lo pierdes, aunque sea chiquitito como un garbanzo.


Esta mujer contacta con un grupo virtual de mujeres que han pasado por lo mismo. Saben que desde que se para el corazón del embrión-feto hasta que se desencadena el sangrado pueden pasar hasta 40 días. En su caso, parece que llevaba parado un par de semanas, así que aún le queda por esperar.
No vuelve a la consulta de ese ginecólogo. Busca y encuentra otro que le acompaña y le da apoyo y seguridad en el manejo expectante, explicándole la evidencia científica que acompaña a esta manera de proceder.


Finalmente, el día llega, se pone de parto. Hay sangre, contracciones, dolor físico que le ayuda a conectar con su dolor emocional, oxitocina a raudales por todas sus venas… Y sabemos cómo actúa la oxitocina en estos casos. Organiza un coctel emocional que endorfiniza a la mujer, la empodera, la llena de fuerza y energía. Es duro perder un hijo, pero conectar con las fuerzas de la vida, con la memoria celular de tantas y tantas mujeres que pasaron por ello a lo largo de la historia es una experiencia única que quien la vive la recuerda para el resto de su vida como una de sus mejores experiencias terrenas. Incluso si no hay un bebé al final del trayecto.


La mujer que elige el tratamiento expectante y que lo vive hasta sus últimas consecuencias, lo descubre así, para incredulidad de muchos.
Tras el sangrado, el ginecólogo descubre en la revisión que el útero está en su grosor adecuado. Que no se preocupe, pues si ha quedado algo será eliminado con la siguiente regla. En la revisión del mes descubren que, efectivamente, así es.

Bibliografía:

• M. Àngels Claramunt, Mónica Alvarez, Rosa Jové, Emilio Santos: La cuna vacía. El doloroso proceso de perder un embarazo.

Editorial La Esfera de los Libros. 2009

• Mónica Alvarez, M. Àngels Claramunt, Cristina Silvente, Laura García: Las voces olvidadas.

Editorial Ob Stare.

Recursos en la web:
Duelo Gestacional y Perinatal
Superando Un Aborto
Petits amb llum
Umamanita
El Parto es Nuestro
Psicoterapia Perinatal