El otro día una mujer reservó en un restaurante. La pareja acude con su hijo lactante. En un momento de la cena, el bebé pide su teta y la madre, cómo no, se la da. Hasta ahí todo bien. La cena sigue a su ritmo. De pronto se acerca el sumiller, y con palabras muy educadas, le insta a esta mujer a guardarse la teta (los 2 cm que de ella asomaban) porque puede ser ofensivo para los demás comensales. La mujer y su pareja, rojos cual tomates, no saben qué contestar y ella se guarda la teta. La cena continúa, pero ya no es lo mismo... ¿Quien de los comensales se habrá sentido ofendido? ¿Cómo es posible que nos manden guardar la teta? ¿Y si en lugar de eso hubiéramos pedido que nos calentaran un biberón? Ah, eso seguro que nos lo hacían deshaciendose en sonrisas, tal vez incluso el encargado de calentarlo lo hubiese enfriado un poquito después, porque es papá y sabe que no debe estar muy caliente... Qué triste, lo mejor será poner una reclamación...