María Moreno de los Ríos
13 Jul 2017
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Promoviendo el cambio desde las aulas

Hoy escribo con mucha ilusión. Después de más de dos años de trabajo conjunto entre la Universidad de las Américas y El Parto es Nuestro, en el marco del proyecto "Experiencias de mujeres atendidas en los servicios de salud pública del Distrito Metropolitano de Quito durante su embarazo, parto y postparto", he podido participar en uno de los componentes del mismo: los talleres a estudiantes para la prevención de la violencia obstétrica en la formación universitaria.

Hoy he disfrutado al compartir la emoción de más de 40 estudiantes de medicina y enfermería que escuchaban, algunos por primera vez, conceptos como ejercicio de derechos, acompañamiento a las usuarias (que no pacientes), prevención, autonomía, libertad o información, de boca del profesor de bioética Rodrigo Henríquez y de la doctora Sofía Cañadas.

Les he visto emocionarse al escuchar a las socias de El Parto es Nuestro: a Magriet Meijer hablando del trabajo de la asociación, de nuestra lucha contra la violencia obstétrica que se ejerce sobre mujeres, recién nacidos, acompañantes y sobre el propio personal de salud; y a Majo Silva relatando el nacimiento de sus 4 hijos. El primero en un parto medicalizado y violento en un hospital, el segundo y tercero en unos maravillosos partos en una clínica, y el cuarto con un empoderante y poderoso parto en casa. Su quinto bebé murió en el embarazo… su bebé estrella que siempre les acompaña.

También he visto a los estudiantes reír y pasar vergüenza cuando han tenido que atender, de forma práctica, un parto en libre movimiento, una novedad en sus prácticas universitarias. Aprender cómo se utiliza una pelota de pilates, una silla holandesa o las espalderas ha sido una gran novedad para ellos. Gracias a Thais Brandao, coordinadora del proyecto, y embarazada de su primera hija, quien ha hecho un papel de parturienta perfecta, y a Bernarda Bolaños, doula, por su empatía con los estudiantes.

Finalmente, les he visto compartir sus dudas y preocupaciones, su agradecimiento por la oportunidad de abrir los ojos a la realidad de la atención en los paritorios, la determinación por, desde las aulas y desde su papel como estudiantes, plantar cara a la violencia institucionalizada que se les enseña y que ellos replican. Les he visto abrirse a la empatía y al papel central de la mujer en el parto. Hemos cerrado la jornada tristes tras el relato de un recién graduado que nos contaba su encuentro con la violencia obstétrica y la muerte que ha visto en sus prácticas. Pero, sobre todo, les he visto irse con la determinación de cambiar el mundo.

Las mujeres necesitamos buenos profesionales que nos atiendan con respeto. Gracias por querer ser parte de ellos.

(Hoy nos ha faltado Kirsten Falcon, quien, a la vez que participábamos en este taller, coordinaba uno sobre lactancia materna. Hoy te hemos echado en falta).