Rocío Rosa
10 Jul 2017
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2 comentarios

La herida interior

Quienes conozcan la obra de Alice Miller estarán sin duda muy familiarizados con el concepto del “niño interior”, ese Yo auténtico y eterno que todos llevamos dentro.

Esta psicoanalista, que dedicó la mayor parte de su vida a la investigación del maltrato en la infancia y sus consecuencias, aborda en su extensa obra cómo las personas que sufrieron heridas durante su niñez (malos tratos físicos, afectivos, la ausencia de la mirada sincera y atenta que todo niño necesita para reconocerse y crecer) portan en su interior a esos niños heridos que piden consuelo y calmar su llanto.

Según Miller, algunas personas negarán cognitivamente ese dolor, harán oídos sordos a esa petición de ayuda, podrán borrarla de su mente, pero no de su cuerpo. Ya sea a través de enfermedades, síntomas o conductas, el cuerpo se hace oír. Y como tituló la propia autora: El cuerpo nunca miente.

Sin embargo, de forma muy distinta, en palabras de Jean Houston “Tales heridas pueden sanar por medio de la sencilla naturalidad del amor e incluso, de hecho, pueden proporcionar una vía de acceso al amor”.

Hace dos semanas, con motivo de la asamblea anual de El Parto Es Nuestro, tuve la suerte de conocer a muchas de las mujeres que forman parte de esta asociación. En la ronda de presentaciones, que se me hizo tristemente corta (sé que la logística se ha de imponer…), escuché a mujeres valientes, mujeres que habían elegido no negar su dolor, escoger el camino más duro y largo, el que lleva a la verdadera sanación.

En uno de sus libros, pido perdón pues cito de memoria, Alice Miller explica que estas personas que sufrieron, pero deciden abrirse al dolor y escuchar a su niño interior, son personas especialmente sensibles, con un “don” para reconocer sentimientos semejantes en los demás y una capacidad inigualable para ayudarlos. Este “don” es el que atribuyo a las mujeres que por ese camino han llegado hasta aquí, a las que pude escuchar en la asamblea, y a otras tantas cuyos relatos he leído y escuchado.

Hoy y siempre mis palabras de admiración son para ellas, para las que se han atrevido a mirar a los ojos a su dolor, para las valientes, para las más fuertes y poderosas, para las capaces de ayudar a las que vendrán. Para las poseedoras de ese “don”.

Rocío Rosa (unverified)
12 Jul 2017
Gracias, Fran. La verdad es que la admiro muchísimo. Conocer su obra ha sido parte de mi camino hasta El Parto es Nuestro. Un abrazo.

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