Angela Mueller
18 Jul 2016
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Integrar a los cuidadores principales en el hospital

“Denuncian que pasan las noches tirados en el suelo o en sillas incómodas por la falta de un lugar adecuado para descansar”
( http://www.diariosur.es/v/20110215/malaga/familiares-reclaman-sala-espera-20110215.html) Más que la noticia, me chocó la imagen que le acompañaba. Mi primera asociación fue con algún país del tercer mundo –qué equivocadas estamos con nuestros prejuicios- hasta que me fijé en esa bolsa de un supermercado español en la derecha de la imagen, la misma que tengo yo en mi casa. Y comprobé que, efectivamente, se trataba de un hospital español. Cómo entiendo a estos padres, que son incapaces de alejarse de sus hijos, por mucho que les echen y les cierren la puerta, o les impongan horarios ya ilegales en nuestro país. Me acuerdo también de una madre a la que entrevistaron cuando pasaba las noches en el parking del hospital de Logroño mientras su bebé estuvo ingresado, porque al hospital no le daba la gana respetar el derecho del niño a recibir la mejor alimentación y cuidados por su madre. La noticia de la foto es del año 2011. Tal vez en ese hospital en concreto la situación esté arreglada, ojalá, pero aquí seguimos, cerrando los ojos ante una realidad vergonzosa en nuestros hospitales y clínicas. Es más, estos padres no tenían que haber pedido una sala de descanso, sino simplemente la anulación de los horarios de acceso y un sillón reclinable al lado de la cuna o incubadora de sus hijos. ¿Para qué ir más lejos? Aquí en Madrid solo hace falta darse una vuelta cualquier día por las Unidades Neonatales, para ver madres y padres haciendo cola ante puertas que solo se abren de vez en cuando, en unos horarios que se ajustan a un único criterio: el de las rutinas de trabajo de enfermeras y médicos. A menudo esta imagen es de todo menos digna: madres aún ingresadas en planta, con bata y vía puesta, mezclándose con otros que vienen desde la calle, aguardando de pie hasta que alguien se digna a abrir las puertas. Para dejar claro quién manda, y quién pone las reglas. Allí están, con envases de leche en la mano, con la esperanza de que una enfermera le dé la leche a su bebé, en vez de poder asegurarse de alimentar a su hijo como dios manda, con sus pechos, más higiénico, completo y saludable. El cansancio y la falta de integridad física son capaces de anular las fuerzas y ganas de luchar en ese momento. Sobre todo porque no queremos perjudicar a nuestros hijos, que al fin y al cabo dependen de las mismas personas que después nos cierran las puertas. Cómo entiendo a estas madres, su impotencia, su cansancio, su agotamiento mental tras las peleas con el personal sanitario -que a menudo tampoco tiene la culpa-, esa realidad de enquistamiento del sistema, un sistema sin inercia. Lo queramos ver o no, a pesar de toda la atención médica que pueda precisar un bebé o un niño (en este caso se trataba de mi hijo de 10 años), los padres seguimos siendo los principales cuidadores de nuestros hijos, fuera y dentro del hospital. Y para que quede claro que no son cosas del pasado, esta foto la tomé el pasado enero de 2016, en un hospital público, aparentemente moderno, de Madrid. (El materno- infantil del Gregorio Marañón, la maternidad de O´Donnell)
Tras una primera eterna tarde en urgencias y una primera noche aún más larga en una silla medio rota que no se reclinaba, no podía más. Soy práctica, así que para la segunda noche no me lo pensé dos veces e improvisé mi cama de acompañante en el suelo. Nada como dormir en horizontal, con la espalda relajada. Una esterilla hinchable de camping a veces se asemeja a un colchón de lujo, ante la alternativa de una silla no reclinable. Si mi hijo fuera más pequeño, me hubiera metido con él a la cama, tal y como dormimos muchas veces en casa, pero con sus 10 años y las molestas vías no era plan. Las enfermeras, muy respetuosas, solo me advirtieron que tenía que recoger todo antes de que viniera la visita médica. Y yo me pregunto si realmente es necesario. Es obvio que sería para dejar libre el espacio alrededor de la cama, pero casi tenía ganas de dejar mi improvisada cama allí todo el día, para que se vieran las necesidades que tenemos madres y padres cuando nos toca estar allí cuidando. Y no me puedo quejar, yo pude estar con mi hijo las 24 horas, sin restricciones. Estaba en planta, y no en la UCI (allí el panorama hubiera sido bien distinto... en esos momentos en que me habría necesitado más, me habrían impuesto horarios, sin lógica alguna). Como decía la abogada de nuestra asociación, Francisca Fernández, en una reciente entrevista en la SER: Un protocolo hospitalario nunca puede estar por encima de los derechos humanos y la dignidad humana. Desde aquí animo a todos los padres a ejercer su derecho, a plantarse ante protocolos obsoletos, ante restricciones de accesos que no deberían existir ya, a escuchar a sus instintos, a ser insumisos, a improvisar una cama y a seguir cuidando de sus hijos con dignidad, a pesar de todo. Para leer más: • Campaña Unidos en Neonatos: la primera foto de la situación de las Unidades Neonatales de España (Sanidad pública y privada) • Un ejemplo de la integración de madres y padres en una UCI Neonatal de primer nivel (alta complejidad): Visita a la Unidad de Cuidados Intensivos neonatal y pediátrica del Hospital St. Joseph en Berlín- Tempelhof