Jesusa Ricoy Olariaga
25 Abr 2016
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3 comentarios

Las activistas descansan, el activismo jamás

A principios de este año me descubrí saturada, sobrepasada emocionalmente como activista. De pronto sentía que no podía repetir las consignas, las explicaciones, me sentía al fondo de un pozo, en el que un mecanismo de supervivencia me pedía dejar de gritar porque había que ahorrar energías. Cancelé todo salvo mi colaboración con el Observatorio de la violencia obstétrica y mi trabajo en Reino Unido como profesora de preparación al parto. Me costó horrores, lo que más me costó fue apartarme de la Revolución de las Rosas y en especial cancelar la organización de una marcha global contra la violencia obstétrica... Mi sentido de la responsabilidad y una cierta vergüenza me superaron durante un par de días, pero el instinto por mi bienestar ganó la batalla.

Gracias a mi maravillosa psicóloga, familia, amigos, espacio y tiempo estoy ganando nuevas perspectivas y curando muchas cosas. Pero hoy además me ha llegado una especie de medicina milagrosa en forma de intercambio de emails.

Un email que me hablaba de una marcha ocurrida en Budapest el 20 de Marzo, y adjunto al email había un vídeo de las noticias en Hungría, que por estar en húngaro no entendía, pero en el que entre lágrimas veía a muchas mujeres con sus parejas y bebés andando por Budapest con rosas y carteles, con un potro obstétrico plantado en medio de una plaza, y con más y más rosas... Me emociono aún al escribir esto. He escrito a Erika Smichdt, la activista al frente de la acción, para darle las gracias y felicitarla por lo que había hecho. En su respuesta agradecía mis palabras y me decía que el evento se había hecho inspirado en la marcha que yo cancelé y que este había sido sanador ("healing", me dijo en inglés)

Sanador, he pensado. Tal y como le he contestado a Erika, he pensado de inmediato, nos curamos de nuestras heridas juntas.

Hace tiempo que procuro regirme por el principio de creación frente al de destrucción. En cierta forma por eso se creó la Revolución de las Rosas, que surgió como reacción a las viñetas de la S.E.G.O en España, y gracias a la alerta generada desde esta asociación. Me vi, en aquel entonces rodeada por la más que comprensible rabia de muchas mujeres, incluida la mía, y pensé que lo que debíamos hacer pese a las ganas que más de una manifestaba de tirarles una piedra, era recuperar aquello que se intentaba destruir, recuperar con urgencia nuestra creatividad, nuestro poder, nuestros grupos, a nosotras y nuestra voz, por eso busqué un símbolo que no sólo nos diera colectividad y presencia fácilmente, sino que además diera poder de queja y acción a las mujeres. He lanzado muchas iniciativas y proyectos. Pero siento que la Revolución de las Rosas es un éxito en tanto que ya es un movimiento de todas, con vida propia. Ya puedo callarme y coger fuerzas en mi particular pozo transitorio, porque sé que fuera hay mil voces que gritan como una sola para acallar la injusticia, el dolor y el abuso. Y por tanto sé que ganaremos.

El último momento de sanación del día de hoy ha sido cuando mientras cocinaba reflexionando sobre los emails, he comprendido al fin lo que me ha movido en estos años durante mi activismo sin haber sido víctima de violencia obstétrica. Me he dado cuenta de que lo que me unía a tantas mujeres era mi historia personal de abuso. El abuso a las mujeres es uno expresado de mil formas cada día.

La violencia en el parto es violencia contra las mujeres, la violencia contra nuestros bebés es la violencia contra el mundo. Ya importa poco el quién, cuándo y dónde de nuestras rosas revolucionarias. Lo que importa es que ya no nos calla nadie, nos lamemos las heridas y seguimos adelante y lo haremos hasta que nuestro futuro se libere de esta lacra. Y ahora somos más fuertes que nunca, sabemos que hemos sobrevivido y eso nos hace imparables.

No sólo nuestras matronas son "nietas" de todas las brujas que no conseguisteis quemar, nosotras somos las nietas de todas las mujeres que no conseguisteis silenciar y cuyos sueños de libertad siguen presentes en este planeta todos los días y en cada lucha por nuestros derechos, cuerpos y partos.

Nuria Martínez Lozano
25 Abr 2016
Como te entiendo! Me gusta definirme como mujer, madre y activista. Nunca lo fui antes de ser madre. La violencia que sufrimos mis hijis y yo misma me empujaron a la batalla. Hace tiempo que estoy agotada. Que cada historia se me clava más profundo. Que siento que toda la violencia que me rodea me hunde mas y mas. Hay que saber cuando llega el momento de dar un paso atrás, cuidarse y volver a la carga.
Diana Aragon (unverified)
26 Abr 2016

Enviado por Diana Aragon (no verificado) el

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Me ha encantado la entrada, yo acabo de empezar, ahora estoy embarazada de nuevo y a pesar de no sufrir violencia en mi primer parto, sigo buscando la excelencia para el que esta por llegar. Orgullosa de pertenecer a esta asociación de mujeres fuertes, solo puedo decir, descansad si lo necesitáis, somos muchas cogiendo el relevo, y cuando tengáis las energías renovadas, volved, vuestra experiencia es nuestro ejemplo.