El miedo del médico
Os copio un fragmento del texto:
[...] El miedo del médico, me parece, es más impreciso. Es el miedo a ser sorprendido. Tener que admitir lo que no es controlable. Tener que admitir la imprecisión, lo imprevisible, la improvisación. Nada es seguro. El médico tiene, pues, miedo a dejarse sorprender como reclamaba Aristóteles. Porque, si bien la actitud de extrañeza es buena para la literatura o la filosofía, no lo es tanto para la medicina cuando es una ciencia. La poética de la frontera, de la ambigüedad de las palabras, puede tener consecuencias imprevisibles en la relación enfermo-médico.
Puede pasar, así, que el enfermo comience a tener miedo del miedo del médico. Se ha dicho: necesitamos pequeñas dosis de miedo para soportar el gran miedo. Pero hay médicos que, al no aguantar este desasosiego ante el extrañamiento, ante lo imprevisible, montan todo un espectáculo para huir de las palabras. Es el médico-showman, dispuesto a disimular el miedo helado que a veces siente [...].
La inquietud que sentí al leer el texto me llevó a buscar más acerca de la autora, Montserrat Roig, y descubrí que fue una escritora y periodista que falleció un año después de serle detectado un cáncer de mama. Poco antes de morir escribió el texto del que os estoy hablando con sus conclusiones acerca de las relaciones médico-paciente y cómo los miedos, distintos los de uno de los del otro, modulan, o mejor dicho, imposibilitan la complicidad entre ambos sujetos.
¡¡Y así es!! El médico, ginecólogo, tiene miedo… miedo a lo imprevisible, a lo incontrolable, miedo a dejarse sorprender… y para contrarrestarlo se convierte en un showman (yo diría más bien en un controlador/destripador) que nos hace ecografías cada dos por tres, que nos pesa sin cesar, que nos pincha, nos inmoviliza, nos corta por aquí y nos cose por allá… A veces por temas de agenda (mejor una cesárea de 20 minutos en ese huequito que me ha quedado libre que no un parto de 20 horas…), pero intuyo que la mayoría de las veces es ese miedo a lo desconocido y a lo incontrolable lo que les lleva a actuar en exceso durante la labor de parto, al menos así, piensa, podrá alegar que hizo “todo lo posible” ante una eventual demanda judicial.
Dice la autora que el médico se refugia en palabras (o actuaciones) contundentes como única respuesta. Quizá porque hay enfermos que se lo exigen. En estos casos, el médico no puede mostrarse indefenso. El enfermo no se lo perdonaría.
Y este es el quid de la cuestión: debemos asumir nuestro protagonismo durante el embarazo y el parto, no exigir al médico que controle lo incontrolable… Sí debe hacer diligentemente su trabajo, lo cual implica actuar conforme la evidencia científica y de acuerdo a la Estrategia de Atención a un Parto Normal, pero nosotras, las mamás, debemos también responsabilizarnos de nuestro embarazo y nuestro parto, PORQUE ES NUESTRO. Me encantaría que pudiera llegar el día en el que confiara realmente en el ginecólogo, en que supiera que me habla con sinceridad, que admite que hay cosas que no sabe, que no puede prever o controlar, y en base a toda esa información veraz yo poder decidir libremente que quiero para mí… Me encantaría que llegara ese día en que no tuviera miedo del miedo del médico (o miedo del médico directamente) y así por fin dejar de ser una investigadora privada en relación a todo lo que concierne al mundo de la maternidad, deseando, por fin, que las relaciones mamá-“gine” se basaran en la confianza, viviendo plenamente el embarazo sin batallas.
Asun, trabajando codo con codo con matronas como tú estoy segura de que lo conseguiremos. Mis nueras no tendrán que luchar para tener un parto respetado y mis nietos tendrán un nacimiento sereno. Gracias por ayudar a las familias en este momemto tan importante de sus vidas.