¿Estás contenta con tu parto?
Por Candy Tejera
Las recién paridas a menudos confundimos estar felices con nuestro bebé y nuestra recién estrenada maternidad con estar contentas con nuestro parto. En España, las mujeres vivimos, en demasiadas ocasiones, experiencias de parto muy poco satisfactorias. Pero luego somos pocas las que nos quejamos y mucho menos inmediatamente. Esto es así por dos motivos: primero porque arrastramos la norma inculcada desde la infancia del “no llores”; quejarse está mal visto, sobre todo si de quien osamos quejarnos es de un profesional médico y del sistema sanitario. Y en segundo lugar, porque con el niño en brazos se nos olvida todo.
Se nos olvida que no nos pidieron permiso para hacernos tal cosa, que no nos informaron de tal otra o de que no nos dejaron movernos libremente. Se nos olvida que no permitieron la entrada al paritorio a nuestro acompañante y nos sentimos solas, se nos olvida que sufrimos y que pasamos miedo. Tras el parto nuestra atención se centra en nuestro bebé y todo lo demás pasa a un segundo plano. Estamos muy ocupadas mirando sus manitas, oliendo su cabecita, intentando que se agarre al pecho y lidiando al mismo tiempo con las visitas de los familiares, como para cantarle las cuarenta al personal que nos mal atendió. En contacto con el bebé las hormonas hacen su trabajo y las madres no tenemos ojos más que para nuestro hijo. Por eso la respuesta habitual a la pregunta de: ¿qué tal todo?, suele ser un “bien” acompañado de una sonrisa radiante. Pero eso es sólo inmediatamente tras el parto, meses después, cuando sale la conversación sobre ese día, durante una cena con amigos, o charlando con otras mamás en el parque, aparecen los “peros”: “fueron desagradables conmigo”, “hubiese estado más cómoda en otra postura”, “me metieron prisa”, “eché de menos a mi pareja”, etc. Pasado el tiempo, tras reflexionar nos damos cuenta de que nuestro parto no nos gustó y muchas decidimos que los siguientes, si los hubiere, queremos vivirlos de otra manera.
Estoy convencida de que si no tuviéramos la recompensa del bebé al final del parto, las mujeres, casi todas, montaríamos en cólera por el trato recibido y pondríamos muchísimas más reclamaciones de las que presentamos actualmente. Muchas de las situaciones por las que pasamos al parir, no las admitiríamos en otras circunstancias, como una operación o un tratamiento médico de otro tipo. Aguantamos lo que aguantamos porque creemos que es necesario para traer al mundo a nuestro bebé y cuando éste llega lo damos todo por bueno con tal de que esté sano y de tenerlo con nosotras.
Pero todo esto no es más que una trampa. Porque no es cierto que sea necesario sufrir para dar a luz. No deberíamos asumir el sufrimiento ni el maltrato como parte intrínseca del parto. Si sacamos al bebé de la ecuación no nos queda otra que admitir que las situaciones por las que nos hicieron pasar son intolerables y si no las toleraríamos en otras circunstancias, estando de parto tampoco deberíamos admitirlas ni mucho menos justificarlas.
Al margen de que ames profundamente a tu bebé y de que seguro que darías tu vida por él, te invito a que te preguntes a ti misma: ¿estoy contenta con mi parto?, ¿qué cambiaria de él si pudiera?, ¿qué me hubiese gustado que hicieran por mí quienes me atendieron?, ¿podría haber sido más satisfactorio?, ¿me gustaría repetirlo? Y con las respuestas a estas preguntas puedes escribir a quienes te atendieron, pues quizá leyendo como te sentiste, cambien algunos aspectos de su atención y poco a poco consigamos entre todos que haya cada vez más mujeres contentas con su parto.