maiderkoro
26 Jun 2017
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A la Asamblea vamos todas/Mi primera Asamblea

Este año decidí de nuevo bajar a la Asamblea con la enana. Siempre me entran las dudas, entre la carga del viaje, los kilómetros, el pensar cómo va a reaccionar una peque que ni tiene dos años en todo un fin de semana de reuniones… Y, como siempre, al final, allá que bajamos las dos.

En mayo la ama me dijo que nos íbamos las dos de viaje. A Alcobendas. Ni idea de dónde es, aunque ella repetía que ya habíamos estado el año anterior. Que íbamos a ver a todas las amas y sus peques del año anterior. Yo la verdad es que no me acordaba, pero habiendo estado antes o no, viajar me parecía un planazo.
Y allá que nos fuimos, y la ama tenía razón: ¡aquello estaba lleno de amigos con los que jugar! La verdad es que al principio me impresionaba un poco ver llegar a amas y más amas, que yo me preguntaba qué iban a hacer tantas juntas. Pero bueno, la verdad es que como había un montón de nenes de mi edad y juegos, y un montón de comida, pronto me olvidé de todas estas amas y su encuentro…

Y, allá, tras la vorágine del viaje, tras los reencuentros, cuando nos veo a todas sentadas en círculo, dispuestas las unas hacia las otras, vuelvo a recordar que las Asambleas crean unos espacios que son muy difíciles de encontrar en otros ámbitos de nuestra sociedad, en otros puntos de nuestra cotidianeidad. No siempre la palabra, el narrar, el escuchar, el trasladar y el conversar son la base de nuestra relación en este mundo rápido y arrasado a menudo por la vorágine del día a día.
Pero en la Asamblea se llega a una realidad en la que cada persona está dispuesta a la escucha, dispuesta a compartir, y a lograr consensos. No siempre estamos de acuerdo entre nosotras, y así debe ser.

Estas amas se pasaron todo el finde sentadas en un círculo. Se miraban las unas a las otras, y se contaban un montón de historias. Pero un montón. Se turnaban para contarse los cuentos, y mi ama hasta contó uno. Yo también fui con ella, claro, a ver cómo se veía el círculo desde ese otro lado. Se ponían en un lado del círculo, donde el ordenador, con otras amigas también, y allí compartían sus historias.
La verdad es que no siempre entendía lo que contaban, y me dediqué sobre todo a correr con Amath y otros colegas por toda la sala. Pero a cada instante volvía: y es que me impresionaba ver cómo todas las mujeres iban compartiendo historias, cada una a su estilo, cada una a su ritmo. La ama nunca me había llevado a un sitio donde a la gente le gustara tanto escucharse y compartir.

Y a menudo las horas se hacen largas para la peque… aunque correr y reír por los pasillos con Amath y los demás colegas ayuda.
Y cuando te planteas si realmente pegarte esos viajes con ella es lo adecuado, si pasar horas de reuniones es un buen plan, entonces de repente la ves, al otro lado de la sala, que se acerca a una mujer que hasta ayer era una desconocida tanto para ella como para ti. Y se sienta en su regazo, donde así, de la nada, decidió la peque, ella misma, crear su momento de “refugio”, y se queda tranquila refugiada en el cuerpo de esta mujer, mientras ella narra a las demás y expone su punto de vista sobre lo que estamos debatiendo en ese momento.
Y vuelvo a ser consciente de que en realidad es muy importante contar con mi hija en estas reuniones cuando en otro momento de la Asamblea la veo feliz, emocionada, implicada, levantando las cartulinas de colores, votando. Participando. Siendo una más…

Eso sí, a mí lo que más me gustó fue lo de los papeles de colores. Porque resulta que cuando llegamos, nos dieron un montón de cartulinas de colores. Y la ama y las demás amas se pasaron un montón de rato levantando los papeles esos en las manos. Así que ya me di yo cuenta, de que en eso estaba la diversión! Y me pasé todo el finde jugando con las otras amas a lo de los colores. Cada una sacaba un color, y no siempre estaban de acuerdo, pero al final siempre conseguían volver a contar historias y escucharse.

Y en ese instante, soy consciente de que sin duda es un acierto ir con ella. Que conozca estos espacios. Que participe. Que comparta. Y que desde pequeña sepa el poder que puede tener un grupo de personas dispuestas a luchar, desde sus múltiples y diversas miradas, por una misma cosa.

Ama le dijo a aita al volver a casa que estaba contenta de que yo pudiera participar desde pequeña en espacios donde se fomenta el encuentro entre diferentes y el luchar todas a favor de una causa común. Yo no entendí nada de lo que dijo, pero eso sí, ¡estoy deseando que toque otra vez Asamblea, para ir a compartir cuentos y colores!