Priorizar la lactancia no es solo un eslogan: exigencias reales en la Semana Mundial de la Lactancia Materna 2025
Cada año, del 1 al 7 de agosto, se celebra la Semana Mundial de la Lactancia Materna (World Breastfeeding Week), una iniciativa global que nació en 1992 por impulso de la Alianza Mundial pro Lactancia Materna (WABA), en colaboración con la OMS y UNICEF, cimentada en la Declaración de Innocenti de 1990. Su propósito: sensibilizar, promover y proteger la lactancia materna como derecho, como salud pública, como sostenibilidad. En Europa, y también en España, por ser agosto pleno periodo vacacional, la Semana de la Lactancia Materna se celebra en octubre.
Esta fecha se eligió porque, si un embarazo empezara el 1 de enero, la fecha probable del parto y el comienzo de la lactancia serían en la semana 41 del año, en octubre. Así que se ha elegido para celebrar la Semana Mundial de la Lactancia Materna, el primer domingo de octubre.
El lema de 2025: mucho más que palabras bonitas
El lema oficial de este año es “Prioritize Breastfeeding: Create Sustainable Support Systems” — o lo que es lo mismo: “Priorizar la lactancia: construir sistemas de apoyo sostenibles”.
Suena bien, ¿verdad? Inspirador incluso. Pero detrás del lema hay un riesgo de que quede solo en cartas bonitas y posters bonitos, si no va acompañado de medidas concretas. Porque sí, es necesario “priorizar”… pero priorizar de verdad, no solo en discursos, no solo un hashtag por una semana.
Lo que el lema sugiere y lo que revela:
Sistemas de apoyo sostenible no significa solo grupos puntuales, voluntariado o charlas de vez en cuando. Significa políticas claras, formación reglada, recursos asignados, reconocimiento institucional.
Decir “priorizar” implica inversiones reales: en salud pública (hospitales, centros de salud), en formación de profesionales sanitarios, en protección legal para las madres (maternidades dignas, horas para lactancia, espacios seguros, permisos adecuados).
También implica vigilancia y exigencia: que se cumplan normas como el Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna; que no se mercadee con la lactancia; que los mensajes institucionales no sean solo de “apoyo moral” sino de derechos.
“El lema habla de sostenibilidad, pero la sostenibilidad no se decreta: se construye con recursos, formación y voluntad política.”
Un poco de historia para ver hasta dónde hemos llegado (y lo lejos que nos queda)
La Declaración de Innocenti (1990) ya planteó compromisos mundiales para proteger la lactancia, especialmente en el lugar de trabajo y en los entornos sanitarios.
En los últimos años han aparecido también documentos oficiales que insisten en la necesidad de formación de personal sanitario, de hospitales con prácticas hospitalarias compatibles con lactancia, de espacios laborales que permitan amamantar o extraer leche, etc.
A pesar de ello, los datos globales muestran que menos de la mitad de los bebés menores de seis meses son alimentados exclusivamente con leche materna, y que muchos sistemas de salud no tienen programas sólidos de apoyo continuo.
Las voces que siempre están ahí: asesoras, grupos madre-a-madre y la experiencia viva. El gran apoyo sostenible.
Y aquí, sí que sí, no se trata solo de políticas o lemas. Las personas que hacen que la lactancia siga siendo posible en lo cotidiano son ellas: las asesoras de lactancia, las IBCLC, los grupos de apoyo madre-a-madre, las mujeres que comparten su experiencia. Las reconocemos y agradecemos.
Antes de que existieran certificaciones modernas como IBCLC, ya había mujeres formadas (a veces informalmente), redes solidarias, mujeres que habían pasado por dificultades y aprendían unas de otras, que consolaban en las noches, que aconsejaban el agarre, la postura, el dejar llorar menos, el reconocer la propia leche.
Cuando el sistema falla, son las asesoras, los grupos madre a madre y las profesionales sanitarias formadas quienes sostienen el tejido.
Acompañan sin juzgar, escuchan sin interrumpir y enseñan desde la empatía.
Estas figuras muchas veces no tienen visibilidad estatal, ni retribución, ni reconocimiento académico. A veces se exigen competencias oficiales, pero sin dar los medios para acceder a ellas; se pide acompañamiento profesional, pero no se forma al personal sanitario en profundidad en lactancia; se habla de “apoyo” pero no se institucionaliza el que ya existe y ha sido el tejido vivo y necesario para tantas mujeres y sus criaturas en sus lactancias, cuando han sido y son desahuciadas por el sistema sanitario.
“Ellas no salen en las estadísticas, pero sin ellas, muchas lactancias no habrían sobrevivido ni una semana.”
Esta es la realidad , lo que no cambia con el lema, ni este ni ninguno…
En España, las bajas de maternidad siguen siendo insuficientes, aun con la subida en julio de este año de 16 a 19 semanas en algunos casos (sería interesante hablar con las mujeres empresarias autónomas), cuando la OMS recomienda lactancia continua hasta los dos años o más, si madre e hijo lo desean. Hay una gran brecha entre lo que se habla (recomendaciones, declaraciones) y lo que se vive (trabajo, presión social, falta de descanso, falta de reconocimiento).
Muchas madres se reincorporan al trabajo sin condiciones reales: sin horarios flexibles, sin espacio para extracción de leche, sin tiempo para amamantar, con juicios sociales (¿cómo lo haces? ¿Y si la leche no sale? ¿Y si tu hijo no engorda lo suficientemente rápido?). El “juicio” está presente tanto en lo sanitario como en lo privado.
Formación de sanitarios: hay hospitales o centros donde el personal no tiene formación específica en lactancia, no se les exige, no se supervisa, y por tanto muchas veces se dan consejos contradictorios, obsoletos o incluso dañinos. Sí, aún estamos así, querida WABA… Y vamos a ver como se ha estado haciendo hasta ahora, mandando flotadores dorados y expectativas irreales..
No es la primera vez que los lemas suenan muy bien pero se quedan en eso. Analicemos algunos precedentes:
“Let’s make breastfeeding and work, work!” (2023) “Lactancia materna y trabajo: hagamos que funcione”. Una frase potente, pero ¿cuántas empresas realmente han acomodado los horarios o permisos desde 2023? ¿Cuántas empresarias de PYMES o autónomas se han tenido que reincorporar a su empresa antes de las 16/19 semanas de permiso? ¿Cuántas mujeres se sienten decepcionadas al volver al trabajo y ver que su entorno no les permite continuar con la lactancia como desearían? ¿Cuántas se siguen sacando leche en los baños? Podríamos seguir…
“Strength in numbers – how monitoring breastfeeding policies and programmes creates accountability and empowers change” (2024) ("La fuerza de los números: cómo el monitoreo de políticas y programas de lactancia materna genera rendición de cuentas y empodera el cambio".) Importante lo del monitoreo y la rendición de cuentas, pero a veces esas “políticas” se quedan en promesas en planes de salud, sin presupuesto específico pero sobre todo SIN un seguimiento riguroso.
Estos lemas (y otros anteriores que podríamos analizar) muestran algo: hay una visión idealizada de la lactancia, como si bastase con voluntad individual o sensibilización pública. Pero la lactancia maternal sostenida no es solo una cuestión de buena intención; necesita estructura, soporte continuo, justicia social, reconocimiento institucional.
“No queremos campañas bonitas. Queremos estructuras que funcionen.”
Para que este lema de 2025 no sea otro slogan bonito, estas serían exigencias mínimas:
Formación obligatoria y completa en lactancia para todo el personal sanitario (médicos, matronas, enfermeras, pediatras…), no solo módulos superficiales, sino competencias reales, evaluación, actualización continua.
Reconocimiento legal y retributivo de las asesoras y consultoras de lactancia, con financiación estable, inclusión en hospitales y centros de salud; que su trabajo no sea voluntario en la mayoría de los casos, sino valorado como parte del sistema. Que quienes acompañan la lactancia (madres, asesoras y grupos de apoyo) sean parte activa del diseño de políticas, no espectadores o figurantes.
Conciliación real: permisos adecuados, horarios flexibles, espacios para lactancia o extracción de leche en el trabajo, derechos garantizados al reincorporarse, protección frente al despido o sanciones implícitas.
Políticas sanitarias con respaldo institucional: hospitales “amigos de la lactancia”, certificaciones como IHAN (o equivalentes), cumplimiento serio del Código Internacional de Sucedáneos, con inspecciones de todas estas instituciones (que los papelitos se los lleva el aire y las madres siguen saliendo de hospitales con lactancias llenas de dolor y frustración) y por supuesto, sanciones si se comercializan productos que engañan y perjudican la lactancia.
Apoyo comunitario mantenido: grupos de apoyo madre-a-madre que funcionen como puente a asesorías accesibles, consejeras con visibilidad; redes locales que no dependan únicamente del voluntariado, sino con recursos.
Visibilizar sin poner la carga en las madres: dejar de juzgar, dejar de exigir “éxitos” individuales como si fueran responsabilidad única de la madre; entender las circunstancias, lidiar con la desigualdad, la fatiga, las circunstancias sociales y económicas.
Todo esto importa y mucho, porque sin estas exigencias, la lactancia queda para quienes tienen privilegio: quienes pueden permitirse tiempo, recursos, redes de apoyo, un trabajo flexible, maternidad sin penalización. Eso no es igualdad.
Las madres experimentamos frustración, soledad, resistencia a aceptar nuestras decisiones libres. Cuando reconocemos lo invisible y damos voz a quien ha sido ignorada, generamos comunidad, vínculo y validación.
No basta con un lema: exigencias que deberían gritarse
Que la formación en lactancia sea obligatoria en las carreras de sanidad: matronas, enfermería, medicina, pediatría, atención primaria.
Que existan rutas claras de derivación hacia profesionales formadas en lactancia (Asesoras de lactancia certificadas, IBCLC u otras formación rigurosa).
Que las empresas y administraciones contemplen horarios, espacios y permisos reales para lactancia (más allá de “facilitar”).
Que las bajas de maternidad realmente se ajusten a las recomendaciones de la OMS: lactancia continuada hasta los dos años como ideal, no como utopía. Que no sea un privilegio que nuestras criaturas sean amamantadas, sino un derecho real.
Que los lemas no sean solo marketing: que detrás haya presupuesto claro, medición, rendición de cuentas.
Y Que quienes acompañan la lactancia (asesoras, grupos de apoyo, asociaciones) sean parte activa del diseño de políticas, no espectadores o figurantes.
“Si no exigimos músculo institucional ahora, seguiremos celebrando una semana al año mientras miles de madres siguen sintiéndose solas.”
Como conclusión, compañeras, este 2025, el reto es claro: no basta con priorizar en palabras.
“Priorizar la lactancia: construir sistemas de apoyo sostenibles” debe traducirse en acuerdos jurídicos, inversión pública, reconocimiento de las personas que acompañan, cambio cultural y social profundo, para una sostenibilidad real para todas.
Hasta que esa transformación exista, la Semana Mundial de la Lactancia Materna seguirá siendo un recordatorio de lo que falta, más que de lo que ya se ha conseguido. ¿Qué piensas?