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25 Nov - 15:19
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#25N: De la palabra a lo material: el reto pendiente frente a la violencia obstétrica

Cada 25 de noviembre se llena de discursos, lazos y declaraciones institucionales contra la violencia hacia las mujeres. Pero mientras el sistema se felicita por su lenguaje inclusivo, miles de mujeres siguen siendo violentadas en uno de los momentos más vulnerables y trascendentales de su vida: el embarazo y el parto.

Hablamos de Violencia Obstétrica

, aunque una parte del colectivo obstétrico-sanitario en España se empeñe en negarla, minimizarla o maquillar su crudeza con tecnicismos amables, existe. Y daña. Trauma. Silencia.

No solo en su versión más evidente, sino en su forma más peligrosa y extendida: la violencia obstétrica sutil. Esa que llega envuelta en bata blanca y buenas palabras:

“Si no aceptas la inducción, pones en riesgo a tu bebé.”
“Esto es lo que toca, no puedes esperar más.”
“Si sabes tanto, para qué vienes al hospital.”

Coacción disfrazada de consejo. Juicio camuflado de protocolo. Violencia obstétrica bajo apariencia de cuidado.

Las inducciones innecesarias se han disparado de forma alarmante. Se programan partos por conveniencia, presión asistencial o miedo legal, no por necesidad clínica real. Y cada intervención no justificada abre la puerta a una cascada de procedimientos que aumentan los riesgos físicos y emocionales para madres y criaturas. Esto no es progreso sanitario: es control sobre los cuerpos de las mujeres.

Nombrar sin consecuencias no es justicia

La violencia obstétrica está reconocida por la ONU y por organismos internacionales como una forma específica de violencia y una vulneración directa de los Derechos Humanos de las mujeres: del derecho a la integridad física y psicológica, a la autonomía, a la información veraz, al consentimiento libre e informado, a la salud y a no sufrir tratos degradantes. No hablamos de malas praxis aisladas: hablamos de una violación sistemática de derechos fundamentales en contextos sanitarios.

A pesar de ello, en el Estado español una parte del discurso oficial aún se resiste a nombrarla como lo que es. Y, mientras no se reconozca como una cuestión de Derechos Humanos, seguirá tratándose como un problema técnico menor y no como una injusticia estructural que exige respuesta política urgente. Sin embargo, en el Estado español seguimos atrapadas en un vacío legal intolerable.

Mientras comunidades como País Vasco y Comunidad Valenciana avanzan en su reconocimiento normativo, y Cataluña (que ya reconoce su existencia en una ley autonómica) pone en marcha planes específicos dentro de la sanidad pública para medir y visibilizar la violencia obstétrica, seguimos sin una ley estatal que la nombre, la condene y la erradique.

Sin reconocimiento legal no hay indicadores.
Sin indicadores no hay datos.
Sin datos no hay políticas públicas eficaces.
Y sin políticas públicas, la violencia sigue impune.

No se puede combatir lo que oficialmente “no existe”.

De la denuncia simbólica a la materialidad política

La violencia obstétrica, dentro de las violencias contra las mujeres, está reconocida internacionalmente y son muchísimas las mujeres que la padecen. Pero necesitamos que deje de ocurrir. No basta con nombrarla.

Entonces, ¿cómo se lucha contra la violencia obstétrica?

  • Cambios normativos: Leyes que tipifiquen y sancionen la violencia obstétrica sin eufemismos. Que la atención basada en evidencia científica actualizada sea NORMA obligatoria, no sugerencia decorativa como ocurre actualmente con las Guías de Práctica Clínica y la Estrategia de Atención al Parto Normal.
  • Cambios institucionales: Formación obligatoria y continuada en derechos sexuales y reproductivos, trauma, consentimiento y comunicación respetuosa. Canales de denuncia accesibles, seguros y no punitivos para las mujeres, que no las expongan a represalias ni revictimización. Con una justicia restaurativa efectiva y eficaz.
  • Cambios profesionales: Reconocer que prácticas normalizadas pueden ser violentas. Escuchar a las mujeres. Dialogar con los colectivos que llevamos años alertando. La soberbia médica no puede seguir pesando más que la dignidad de quien pare.
  • Cambio cultural: Desmontar el imaginario que infantiliza a las mujeres y cuestiona su capacidad de decidir. Recuperar nuestro papel central en el parto. El cuerpo que pare no necesita tutela: necesita respeto.
  • Acción individual como resistencia: Dar testimonio. Romper el silencio. Nombrar lo vivido no es victimismo: es memoria política. Es crear datos. Es construir red. Es abrir camino para que otras no tengan que callar.
  • Acción colectiva: Participación en grupos y asociaciones que denuncian la violencia obstétrica. Incidencia. Presión. Vigilancia ciudadana. Presencia activa en los espacios donde se decide.

La asociación El Parto es Nuestro representa a las mujeres en la defensa de sus derechos reproductivos y en la construcción de políticas públicas que respondan a la realidad, no al relato oficial. Porque contar con la mirada de quien vive la violencia es imprescindible para transformarla. Sin las mujeres en la mesa de decisión, no hay cambio real. Solo maquillaje institucional.

Por eso, exigimos:

  • La inclusión explícita de la Violencia Obstétrica en la legislación estatal.
  • Planes públicos de erradicación con financiación real y mecanismos de evaluación.
  • Sistemas de recogida de datos que permitan medir, analizar y actuar.
  • Participación efectiva de las mujeres y sus asociaciones en la elaboración de políticas sanitarias.

No más campañas vacías.
No más lenguaje bonito sin consecuencias.
No más partos robados en nombre de la seguridad.

La violencia obstétrica no es un exceso puntual. No es una mala praxis. Es una estructura de poder sobre los cuerpos de las mujeres.
Y, frente a eso, no pedimos permiso.
Exigimos derechos. Derechos Humanos. Y LOS EXIGIMOS YA.

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