Por Ana R.
Hace más de dos años y medio conocí a una mujer que acababa de pasar por una cesárea.
Ella decía que se había sentido respetada, le dejaron hacer piel con piel en quirófano y, a pesar de que mientras la cosían su bebé estuvo con el padre, salió del quirófano enganchado en la teta. Y hasta hoy.
No fue a reanimación, estuvo con su nueva familia todo el tiempo. Incluso una psicóloga fue a verla, a preguntarle cómo estaba. Y ella, pobre incauta, le contestó que muy feliz.
Recuerdo muy bien la primera vez que esta mujer contó su historia en voz alta, en una reunión abierta de El Parto es Nuestro. Hablaba, entre lágrimas, de una inducción de tres horas por estreptococo positivo y bolsa rota, que acabó en una cesárea innecesaria. Pero, eso sí, respetada.