
Cuando iniciamos el camino de El Parto es Nuestro en Ecuador en 2012, en el país no se sabía lo que era la violencia gineco-obstétrica.
Miles de mujeres la habían vivido, pero muy, muy pocas habían podido identificarla como una forma de violencia ejercida sobre ellas y sus hijos/as. Más difícil todavía era encontrar mujeres que supieran dar un nombre a aquella experiencia tan dolorosa y alienante que habían vivido. Los profesionales tampoco eran capaces de identificar sus prácticas, aprendidas desde la universidad, como violentas.