
La voz de las mujeres se alza para cantar pero también para aullar, para gritar, para llorar...
Y cuando una mujer alza la voz para hablar de su parto, se la escucha. Se la atiende. Se le da espacio y tiempo para que diga todas y cada una de las palabras que necesita decir, para encontrar todos los sentimientos que necesita compartir, para mostrar cada sonrisa y cada lágrima, para descubrir cada miseria y cada tesoro.
Y a las mujeres no se las puede coaccionar. A las mujeres no se las puede amordazar. Ni amenazar. Porque la voz de una mujer no es sólo suya, es la voz de todas.