
Era mi primer hijo y mi primer parto. Tenían previsto provocarme el parto el lunes siguiente. Estábamos en viernes y ese misma mañana había acudido a urgencias por fuertes dolores en el vientre, que no contracciones, y caída del tapón mucoso. Que ya sabía que lo del tapón no era significativo, pero esos dolores no eran normales. No por la intensidad, sino porque era un dolor constante. Quizás no supe interpretarlos, nunca lo sabré. Y las clases preparto a las que acudí no me sirvieron para mucho, yo miraba el reloj y el dolor no cesaba. No venía en intervalos, sino que siempre estaba ahí.