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Una historia de preeclampsia, la historia de Laura



Estimada Sra xxx

Pronto hará 1 año del nacimiento de mi hijo Luis. Ese momento siempre lo recordaré como el más feliz de mi vida. Pero también, como el más difícil vivido hasta la fecha. He tardado todos estos meses en escribir esta carta, porque las secuelas que aún sufro no me han dado la suficiente fuerza para hacerlo.

Llevé un embarazo ideal hasta los 8 meses. Cuidaba mi alimentación, paseaba cada día, vivía sin estrés, nadaba en el río varias veces a la semana... Ese hijo tan deseado por fin estaba dentro de mí y yo era consciente de que tenía que cuidar a ese ser que se gestaba en mi interior. Pero algo cambió, y a partir de ese momento sentí que algo no iba bien.

Usted era mi ginecóloga. La elegí a usted para llevar mi embarazo y mi parto pensando en su experiencia y en su pragmatismo a la hora de tomar una decisión. Era consciente de que un parto es algo aleatorio y que pueden surgir complicaciones. Pensé que si alguna dificultad se presentaba, usted respondería adecuadamente, profesionalmente. Pero me equivoqué y usted me decepcionó profundamente, para siempre.

Ni los análisis que usted me hacía (a pesar de que la tensión alta ya daba indicios del problema), ni las ecografías pudieron sacar la enfermedad que yo sufría. Al igual que mi hinchazón anormal, cada vez mayor, indicaban claramente que algo no marchaba bien, pero usted no supo verlo. Ante mi queja en su consulta, usted me comentó que "es normal.. es cierto que usted se ve distinta, pero el hinchazón en el embarazo es normal". Y no, no era normal, yo ya estaba enferma.

Fui yo, el 2 de julio del 2019, quien le escribió un email a las 23.10h de la noche donde le comunicaba mi sospecha de que yo estaba sufriendo una preclampsia. Una paciente que diagnostica su propia enfermedad!

Usted me citó al día siguiente, me hizo análisis de orina que confirmó la presencia de proteínas y la temida preclampsia. A pesar del riesgo, ya certero, usted me dejó entonces marchar a casa. Además, me dió a elegir entre un parto normal o uno con cesárea. Mi pareja y yo, ignorantes de la enfermedad y de sus posibles complicaciones (usted no nos informó, simplemente nos dijo que la enfermedad desaparecería con el parto!), decidimos - más por intuición que por conocimiento - tener el bebé por cesàrea.

Después de visitar varias clínicas a comienzo de año, mi pareja y yo habíamos planeado tener a nuestro bebé en la clínica Bethania. Nada nos indicaba nada en contra. Un embarazo bueno, un parto bueno, pensábamos.

Pero usted, la que se considera profesional, sabiendo de antemano la posibles caras más duras de la enfermedad, no nos alertó de la decisión de seguir con nuestro plan de dar a luz en la clínica Bethania, clínica que claramente no estaba preparada para un caso complicado como el mío.

Con todos los expertos que han seguido tratándome hasta hace poco, ya que mi hígado ha tardado meses en recuperarse, han confirmado de lo equivocada de su decisión preparto. Ante un diagnóstico de preclampsia después de la semana 36, todos coinciden en que la paciente debe ser ingresada de inmediato y que ha de realizarse una cesárea de urgencia. Y desde luego, nada de clínicas privadas para partos bonitos. Cuando la enfermedad ya se ha confirmado, hay que informar a la paciente de las posibles consecuencias y enviarla a un lugar donde se la pueda tratar correctamente. En el caso de Zürich, el Uni Spital.

Llegó el 4 de julio y el momento de la cesárea. Todo marchaba con aparente normalidad en la clínica Bethania. Nació nuestro pequeño Luis, más pequeño y con menos peso de lo normal. Acaso las tantas ecografías y análisis que usted me realizó no mostraban ya que el bebé no recibía alimento adecuado en mi dañada placenta?

La peor y cruel cara de la enfermedad apareció 24h después de la cesárea, cuando mi vida estuvo en grave peligro. De un momento a otro, sentí un dolor de cabeza extremo y mi tensión comenzó a subir peligrosamente. Más de tres horas con una tensión que sobrepasaba los 200 pusieron mi vida en peligro.

Y aquí el cúlmen de su actuación, tan deficiente. Usted tardó demasiado, horas!, en tomar la decisión de trasladarme al hospital universitario, uno de los pocos en Zürich capaz de tratar pacientes con la preclampsia más peligrosa para la madre, la preclampsia HELLP. En la clínica Bethania sólo había un anestesista que se acercó a mí durante mi ataque de tensión sin saber realmente qué hacer, y una matrona (la Sra. yyy) que no entendía la gravedad de la situación y que, abrumada por la situación, casi se lo tomaba a broma. Todos esperábais que la crisis pasara, pero nada más lejos de realidad, ya que mi cuerpo no reaccionaba.

No sólo no tomó usted la decisión a tiempo, sino que usted se negó a a trasladarme, contra la voluntad expresa de mis familiares que se encontraban a mi lado y que luchaban inútilmente por un traslado. Mi madre y mi hermana suplicaban mi traslado, pero usted no las escuchó, incluso fueron despreciadas tanto como por usted como por la matrona presente.

Yo estaba prácticamente inconsciente. No podía hablar, ni siquiera lograba abrir los ojos por el agudísimo dolor de cabeza que padecía y mi cuerpo dolorido después de la reciente cesárea. Pero era consciente de lo que sucedía en aquella habitación, era consciente de la gravedad y por primera vez en mi vida, creí morirme en aquella habitaciòn.

Gracias a la insistencia de mi madre, a la que se la querìa echar de la habitaciòn, se consiguiò mi traslado al Uni Spital, lo que seguramente me salvò la vida. Qué hubiera pasado si no me trasladan?

Y vino aquí su frase que jamás olvidaré y que desprestigia su completa carrera profesional: "sí, por favor, que venga una ambulacia y que se la lleve por fin, así termina mi responsabilidad para con ella!".
Qué profesional que se considere mínimamente serio se permite tal frase delante de la paciente y de sus familiares?

Por fín llegó la ambulancia. Era el Zürifest y parecía que ese coche que iba a salvar mi vida jamás llegaría. Ya en el hospital universitario, me llevaron directamente a cuidados intensivos. Mis plaquetas estaban al mínimo y había un riesgo alto de desangrarme. Mi hígado y corazón fallaban. Fueron varios días los que estuve en observación y con tratamiento. Pasados unos días, volví a sufrir un ataque. Tuvieron entonces que hacerme un tac para descartar daños cerebrales y una ecografía del corazón, que mostraba más presencia de líquido de lo normal y curvas anormales. Mi cuerpo había sufrido el más duro golpe de mi vida. Aún sufro de secuelas.

Usted se dignó a llamarme en una ocasión al hospital, y recuerdo con ironía la frase que usted se limitó a repetir: "estoy contenta que pude trasladarla!" Como si por repetir esa frase cínica usted pudiera borrar de mi memoria la realidad que había vivido varios días antes en la clínica Bethania.

Tengo tantas preguntas aún sin responder.. Por qué no salió antes la enfermedad en los análisis? Por què viéndome tan exageradamente hinchada no sospechó de la enfermedad? La curva de peso de Luis en la ecografía ya marcaba una ralentizaciòn en su peso, por qué no reaccionó usted? Por qué me dejó marchar a casa después de confirmarse la preclampsia? Por qué no me informó de la posible gravedad de la enfermedad? Por qué me dió a elegir entre un parto natural y una cesárea? Por qué usted, sabiendo que la enfermedad podría mostrar su verdadera cara después de sacar al bebé, por qué me dejó parir en una clínica privada que no estaba preparada para ello? Por qué no comenzó usted ya con un tratamiento de prevención? Por qué luchó usted tanto contra la voluntad de mis familiares de trasladarme, sin respetar su voluntad? Por qué tardò usted tanto en trasladarme al hospital universitario?

Son tantos los fallos encadenados y reiterados que usted cometió conmigo, que casi parece una broma de mal gusto, una pesadilla que casi me costó la vida.

"Usted ha sobrevivido a un atropello de autobús", me comentaba meses después un experto en preclampsia.

Estuve meses en tratamiento físico, pero también psicológico. Lo que vivimos aquellos días dejó a mi familia traumatizados. Creo sinceramente que aún no lo hemos superado.

Lo peor de todo, más allá de los fallos médicos y de la negligencia médica que considero hubo de su parte, fue el maltrato que usted le dió a mis familiares. La falta de respeto y el desprecio durante horas en aquella habitación hacia mi familia son imperdonables.

Ojalá este escrito sirva para que ninguna mujer tenga que vivir la pesadilla que yo sufrí, una situación que hubiera sido evitable si usted hubiera actuado correctamente.

Atentamente
Laura