Niebla (unverified)
26 Nov 2012
Podría contar, desgraciadamente, varios episodios de violencia relacionados con el embarazo, el parto y el postparto, algunos vividos en primera persona, y otros relatados por amigas, familiares y conocidas. En algunos incluso se mezcla la violencia marital con la obstétrica (es el caso de una matrona que, durante él trabajo de parto de una mujer asustada y dolorida, que no quería que la tocaran, aplaude que su marido entrara y la golpeara, pues "eso fue mano de santo y ya no se quejó más"). No conocí directamente a esa matrona, pues aunque trabaja en el mismo hospital donde tuve a mi hija (Materno-Infantil de Las Palmas), esa historia se la contó a su grupo de preparación al parto, al que asistía mi mejor amiga embarazada (las preparaba para que no gritaran ni se quejaran, pues eso dificultaba su trabajo. Y, según palabras textuales de la matrona "si ustedes se portan bien, nosotras nos portaremos bien"). Evidentemente, visto desde fuera, es algo claramente denunciable. Pero tal es la indefensión que muchas hemos sentido en esa época de la vida, que nos quedamos paralizadas aunque no demos crédito. O peor, lo interiorizamos como algo normal, algo de lo que no debemos quejarnos. Por cierto, esta amiga que me contó esa historia horrorizada, no se atrevió a protestar durante la charla. Miro alrededor y ninguna otra madre lo hizo. Todas callaron. Mi amiga, por cierto, no es una persona sin recursos para protestar, pues es licenciada en derecho, jurista de profesión. Pero en ese momento sólo fue una futura madre asustada.