Siempre he presumido de tener un carácter muy fuerte e imponer mi voluntad en estos casos. Os puedo contar mil anécdotas de cada vez que le he contestado a alguien y mandado a tomar viento fresco (el ginecólogo me dijo que estaba más gorda que una vaca o que no podía tener a mi hija en brazos para salir del paritorio). Pero hay un caso en el que no pude hacerlo, me sentí el último trapo. Cuando mi hija nació, la intentaron llevar a nidos y yo solicité tenerla a mi lado las 24 horas. Se la llevaban para lavarla y cambiarle los pañales, pero hasta en esos momentos su padre la acompañaba, para que estuviese rodeada de las personas que conocía antes de nacer. Hasta que el segundo día se la llevaron a las 7 de la mañana, sin haber tetado todavía, y no me la devolvieron hasta la 1 de medio día. La pediatra, una señora muy mayor y muy desagradable, empezó a insultarme y a decirme que era una mala madre porque no había querido dar de mamar a mi hija en toda la mañana y que la niña llevaba llorando horas. En ese plazo de tiempo, fui a buscarla tres veces y no me la entregaron. En ese momento desee matar a esa persona, mi hijita estaba pasando hambre mientras yo tenía los pechos hasta arriba de leche por esperar a que esta individua la revisase. Desde ese día juré que nadie me separaría en contra de mi voluntad de mi hija, pasase lo que pasase.
Hoy tiene dos años, he tenido que discutir con médicos, pediatras y enfermeras. Se que me tocará seguir haciéndolo el resto de mi vida, pero no dejaré que nadie más se crea con la autoridad de decirme lo que tengo que hacer con ella.
Un saludo a todos y no os calléis, porque nadie hablará por vosotros