Mi primer parto fue un parto fenomenal, sin apenas dolor-no más que una regla-progresivo y rápido, sin complicaciones. Pese a que yo sabía desde pequeña que mi padre perdió a sus primeras esposa e hija en un parto en casa, mal asistido, y que aquello fue una carnicería y que él casi enloqueció (tenía 22 años). Yo jamás estuve condicionada por dicho relato. Confiaba en mis matronas, en mi ginecólogo y, lo más importante, en la NATURALEZA: si una leona o un gata dan a luz solas, ¿cómo no iba a poder yo? Había leído que la naturaleza actúa por sí misma: al igual que lo hace el cerebro de cualquier mamífero, el cerebro de una mujer segrega calmantes naturales que mitigan el dolor de esos momentos,... También había leído que el estado anímico con el que una mujer afronta el parto resulta decisivo en la sensación dolorosa del mismo; que está comprobado que una mujer que afronta el parto angustiada se queja de padecer horribles dolores frente a otra que lo afronta con serenidad, que padece mucho menos durante los trabajos de parto.Tenía clarísimo que MIEDO= TENSIÓN= DOLOR. Así que seguí los consejos de mi ginecólogo y de mi matrona y me relajé, me centré en MI trabajo de sacar a mi hija al mundo y, por supuesto e importantísimo: no permití a nadie estar a mi lado en ese quehacer, excepto a mi esposo y a los profesionales, pues no iban más que a ser un estorbo y una distracción. El recuerdo que tengo: bromas con mi médico y matrona mientras daba a luz, entre empujón y empujón.
Ahora bien, en mi segundo parto, que todo se presentaba aún más rápido si cabe, y que yo afronté igual de serena y confiada, tuve la mala suerte de encontrarme con una matrona mala profesional y soberbia, que en ausencia de mi ginecólogo, me trató de manera maleducada, me dejó sola, me informaba y se contradecía,... me puso nerviosa, a fin de cuentas, y me entró miedo y una tembladera de piernas incontrolable. ¡No sabía en manos de qué loca estaba! Y esa incertidumbre sí que me hizo temer por mí y por mi hija y también perder el control de los dolores y del trabajo que debía hacer. Por suerte, en cuanto vi aparecer a mi médico, recuperé en parte la serenidad y todo acabó bien, con alguna complicación más de la cuenta, debido a su mal proceder, pero bien. El recuerdo no puede ser ueno.
Nunca le perdonaré la falta de cercanía a su parturienta (yo), la soberbia con que se dirigió a nosotros, el no darme información de cómo progresaba el parto, el no querer llamar a mi médico (con el que había hablado hacía 4 horas escasas y se había puesto a mi disposición a cualquier hora), el haber hecho que mi hija tardara 1 hora más en nacer y que saliese amoratada, el que me tuvieran que coser durante media hora porque en cuanto vi a mi médico puje como una bestia para salir del trance, y sobre todo: el haberme estropeado el recuerdo de ese día porque "ella estaba perfectamente capacitada para sacar adelante un parto sin ayuda de ningún doctor". Pareciese que quisiera demostrar algo al mundo.
Gracias Inés. Menos mal que fue mi segunda hija. Si llega a ser la primera, no repito. Espero que no lo hayas vuelto a hacer con ninguna otra mujer que te haya tocado atender.
Desde aquí, gracias a Marga y Aurora, las otras matronas, que hacen que el comportamiento de esta " profesional" sea una excepción.