Es verdad que cada vez que me preguntan cómo ha ido el parto digo "muy bien", porque mucha gente no está dispuesta a oír de sufrimiento. Y me aguanto el profundo llanto que me quiere subir a la garganta. PERO también es verdad que cuando veo a mi hijo estoy tan llena de felicidad y orgullo que se me olvida todo (hasta que culpabilizo por el parto que ha tenido y lloro igual.
Pero la felicidad es genuina.