Mira, Nepo, hay una escena de "Torrente" en la que aparece una camarera embarazada. Entonces va Torrente a Javier Cámara y le empieza a decir cómo le ponen las embarazadas, y con gestos, le explica "...a esta tía la han abierto de piernas, se la han metido..." (algo así, lo digo de memoria). El chistecito nos hará gracia o no nos hará ninguna gracia, nos puede parecer de mejor o peor gusto. Pero Torrente es una película, a través del personaje se mofan de todo, con mejor o peor gusto. Eso no es ofensivo. En cambio, que un ginecólogo haga lo mismo, sí lo es. ¿Por qué? Pues en primer lugar, porque ir a ver Torrente no es obligatorio; ir al ginecólogo sí lo es. Es decir, habrá muchas mujeres que después de ver cómo se pitorrean unos cuantos tipos vestidos de verde ante los genitales de una embarazada, se habrá tenido que ir a desnudar delante de un tipo que recibe esta gaceta y que seguramente se ríe con estas viñetas. En segundo lugar, Torrente es para hacer risa, cine de Santiago Segura; la SEGO tiene otras funciones, muy alejadas del humor. En tercer lugar, el humor, en cualquiera de sus formas, debería tener un mensaje, un atisbo de inteligencia. ¿Qué nos dice la SEGO? ¿Que las mujeres somos todas tontas? ¿Caprichosas? ¿Genitales sin cara? ¿Qué gracia tiene la del médico con las tijeras preguntándole tonterías a la madre con el vientre abierto?¿Qué me quiere decir con eso? Hasta Torrente tiene más mensaje. Y por último, y para mi lo más doloroso y vergonzante: la SEGO debería ocuparse de que se cumpliera con la Estrategia para la atención al parto normal, y no pitorrearse de las mujeres que firman un consentimiento informado; y esto es mucho más importante de lo que parece, aunque lamentablemente esto sólo lo entenderán las que han sufrido una cesárea totalmente innecesaria, las que han sufrido episiotomías salvajes, las que tienen el suelo pélvico hecho trizas por culpa de unos protocolos obsoletos y de los profesionales que los aplican. Al resto, claro, les puede hacer mucha gracia y que se vea una mujer ahí, con todo abierto mientras el mundo se carcajea de ella le parecerá que no es para rasgarse las vestiduras. Pero sí, sí que lo es, y da muchísima pena y aún más vergüenza.