Bellas palabras, Susana, y precioso pensamiento el de Ulises. Mi hijo y yo también pagamos un innecesario peaje de casi cuatro días, pero su mirada de ojos negros y penetrantes, aquel apenas medio minuto que lo dejaron sobre mi cuerpo, es algo que todavía, casi dos años después, me hace saltar las lágrimas.
Un olé a esos bebés que perdonan a sus padres. Ojalá pudiéramos perdonar tan pronto nosotros a algunos profesionales...
Un beso para Eva.
Raquel