Lo que más me impresiona de éste y otros relatos es cómo soportamos impotentes la violencia contra nuestra persona y la de nuestro bebé, aunque nos demos cuenta y sepamos que es el momento de reclamar respeto.
Queda clarísimo en este testimonio cómo el ambiente hospitalario no ayuda: a pesar de ser una mujer informada que incluso pretende parir fisiológicamente en casa y soporta valiente la dilatación y varias horas de expulsivo. Va al hospital cuando debe, cuando la profesional que la asiste lo considera necesario, no se trata de ninguna kamikaze como algunos ignorantes pensarían.
Cuando llega al hospital ¿recibe la solución? Debería haber dado a luz sin más daños físicos y emocionales que la mera intranquilidad inicial, quizá una episiotomía, si hubiese sido necesario. No, por cierto. No sólo no es tratada con paños calientes, como debería ser tratada una persona que está a punto de dar a luz, ni siquiera con la indiferencia que se le podría atribuir a profesionales estresados y cargados de trabajo para los que era un número más, no.
En cambio, tienen tiempo y ganas de permitirse enjuiciarla y condenarla con palabras y hechos violentos. No sólo no la ignoran o tranquilizan humanamente y le dan soluciones lo menos molestas que la medicina actual nos permite, sino que muestran la hostilidad , la estulticia y la deshonestidad que sólo en sistemas obstétricos como el nuestro tiene cabida.
Lo mismo me da que sean profesionales mujeres, en el paritorio todas parecian tener pene. Se les puede calificar de muchas formas pero supongo que su comportamiento merece la que les atribuya su propia conciencia, en caso de tenerla, claro, que eso es otro tema.
Ellas robaron ilusión y la cambiaron por dolor. Por sus frutos las conocereis.
En cualquier caso, esta madre y otras sabe que está siendo objeto de un trato ilícito, legal y moralmente y de prácticas nocivas para su salud y la de su bebé y que el momento de reclamar es ése...¿por qué no lo hacemos? ¿por qué nos aguantamos lo que caiga y después nos lamentamos y quejamos?
Esperamos fervientemente que sean clementes, nos fijamos en quien tiene un rasgo de humanidad (en muchos casos no es casualidad que sea el anestesista, tiene que comprobar los efectos de sus drogas), creemos que si vamos de listas nos van a castigar con aún más daño gratuito suplementario. Cierto que no es el momento de discutir, bastante tenemos con parir . Sin saberlo y sin quererlo les damos el poder que creen que tienen.
Desconectamos totalmente del ser que nos ha llevado a ese momento que tendría que ser suyo y nuestro, y deseamos que todo acabe cuanto antes para pasar el peligro y el terror de ver nuestras vidas en manos de nuestros peores enemigos.
Necesitamos tiempo después para verle un sentido a la experiencia, ver que por nuestros hijos pasamos lo que sea y asimilar a esa personita a la que un día concebimos y gestamos con todo el amor.
Es mucho lo que hemos perdido, pero como una poda tras la que se quedan nuestras ramas peladas, acabaremos más felices y frondosas como madres de nuestro bebé y cuando volvamos a dar fruto, si en algo nos ha valido la experiencia, quien quiera llevarse nuestro momento mejor va a saber que si lo intenta va a ser por su cuenta y riesgo.