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Te costó nacer mi vida

Me programaron el parto el 11 de enero de 2019, ingresé a las 9 de la mañana y a los pocos minutos entre en la ya conocida sala de monitores. Me conectaron y a los 10 minutos me preguntaron las semanas de gestación. Les dije que venía para ingresar, que estaba de 41+2. Enseguida me quitaron los monitores y me hicieron esperar unos minutos en la sala de urgencias.

Cuando me llamaron entré en una sala donde había una camilla y unos monitores. Una enfermera me puso la vía y me dio la bata que me tenía que poner, y me puso los monitores. Sabía que sería un día largo.

Cerca de las 10 vino una ginecóloga y al hacerme el tacto estaba dilatada 1cm, prácticamente nada y me puso una especie de tampón que me iba a provocar contracciones para ver si dilataba más rápido.

Tenía contracciones cada vez más fuertes y más seguidas. Demasiado seguidas. Entre una contracción y otra apenas había descanso y así pasaron horas. De vez en cuando venían y me decían que debería tenerlas más espaciadas y que llevaba un mal ritmo.

A la 1 del mediodía me trajeron la comida. Me comí casi todo el pollo y la compota de frutas también, estaba cansada y tenía hambre pero las contracciones eran muy fuertes.

Sobre las 6 de la tarde el dolor era ya muy fuerte y no estaba cómoda tumbada, en una de las contracciones me levanté de la camilla para ponerme de cuclillas porque no aguantaba y los monitores empezaron a pitar. El latido del bebé había bajado mucho, coloque bien el monitor porque pensé que había sido al moverme, pero no.

Llegaron corriendo ginecólogas, enfermeras y matronas. Me tumbaron y me tocaron, el bebé estaba sufriendo por el esfuerzo. Apenas había dilatado medio centímetro más. Demasiadas contracciones seguidas. Me quitaron el tampón y me dijeron que me iban a provocar el parto.

Eran la 6 y media y yo estaba asustadísima y mi marido aguantaba la compostura cómo podía. Pensábamos que pasaríamos la noche allí y que sería más natural.

A los pocos minutos vinieron para romperme la bolsa, recuerdo las clases preparto y contaba con que no me dolería pero sí lo hizo. Fue doloroso, incómodo y desagradable. Me pusieron por la vía oxitocina. Tenía que dilatar.

Me pasaron a otra sala del hospital. Tenía una camilla diferente, monitores y baño con ducha. Las contracciones cada vez eran más fuertes, ya no estaba la bolsa para amortiguar y el dolor era muy muy fuerte. Seguía con un mal ritmo, demasiado seguidas y se paraban.

Sobre las 9 de la noche yo ya estaba agotada, me levanté y me di una ducha con agua caliente, me calmo un poco pero el nivel de dolor era demasiado alto. Estaba ya muy cansada. Pedí la epidural pero no había dilatado 3 cm que era el mínimo.

Me ofrecieron otra cosa más flojita, me iba como a adormecer y me calmaría un poco. Les dije que sí, que lo que fuera, lloraba como una niña pequeña, estaba ya desesperada. Al ponérmelo por la vía enseguida me hizo efecto. Me anuló totalmente, el mareo fue tal que me tuve que tumbar y no podía ni abrir los ojos. Me quedé tumbada casi una hora y las contracciones no paraban. He de decir que descansé un poco, pero me encontraba fatal. No quise más.

Me levanté al aseo y me metí en la ducha, me senté y me mojaba con agua caliente por los riñones y por la zona baja de la barriga. Me dolía muchísimo. Fui a hacer pipí y al limpiarme había sangre y mucosidad. La enfermera me dijo que era normal, que no me preocupara. Creo que era el tapón porque no lo había echado hasta entonces. Volví a la camilla y me volví a colocar los monitores. Estaba cansadísima, se me están haciendo eterno y no parecía que el final estuviera cerca.

Las contracciones eran como un martillazo, intentaba respirar como nos enseñan pero no había descanso y solo miraba al monitor cómo volvía a subir la intensidad. No podía más, pedí la epidural sobre las 12 de la noche. Llevaba 15 horas ingresada y más de 5 horas de contracciones seguidas ya con la bolsa rota.

Vino la ginecóloga y una matrona y al hacerme el tacto estaba dilatada de 6 cm o un poco más. Iban a pedir la epidural.

Para mí fue una eternidad, durante el embarazo me daba muchísimo miedo la epidural, el pinchazo, el no moverme... Pero en ese momento me quería morir. Estaba agotada, el dolor no paraba y ya no lo aguantaba más. Tardó casi una hora en venir el anestesista. Me costó no moverme porque no tenía espacio entre contracciones pero lo hice. Enseguida la noté.

Me recosté de lado y me quedé en la gloria. Sentía dolor pero como lejano en comparación con la tortura de hacía unos segundos. Casi me duermo. Mi marido me acariciaba y me hablaba para darme ánimos y estuve más de 2 horas tranquila, descansando.

Cuando volvieron a tocarme casi había dilatado del todo. Íbamos a intentar que saliera ya.

Yo no notaba las piernas y apenas notaba contracciones aunque el dolor lo sentía por toda la cintura . Me colocaron con las piernas encogidas y a empujar.

Empujaba con toda la fuerza que tenía, una y otra vez, apretaban la barriga en cada empujón y nada. No bajaba. Al meter la mano notaron que el bebé estaba mirando para arriba en vez de boca abajo, era más difícil que saliera en esa postura. Lo intentaban girar le hicieron una prueba en la cabeza para ver cómo reaccionaba al esfuerzo. Salió que estaba cansado. Empuje otra tanda de veces, la cabeza me iba a reventar en cada empujón, estaba sudando pero temblaba de frío. El bebé ni siquiera asomaba.

Decidieron hacer cesárea. La ginecóloga me dijo que lo habíamos intentado, que yo era una campeona, que el bebé sufría con el esfuerzo y que llevábamos muchas horas ya.

Después de todo el esfuerzo mi hijo iba a nacer por cesárea. Fue una decepción. Se me caían las lágrimas por la decepción y por el miedo. Mi marido no podía venir, no le podría cortar el cordón, ni verle la carita nada más nacer.

Me llevaban con la camilla a quirófano y no podía parar de temblar, me temblaba la boca, todo. Entramos en quirófano y recuerdo que noté como me abrían. Debí de moverme un poco por el reflejo y ya no recuerdo más, me durmieron entera. Me despertaron con el bebé casi en la cara, era precioso y no lloraba, me miraba con esos ojitos y me lo puse al pecho. Ya había tenido leche en los últimos meses de embarazo y el bebé quería comer y se cogió. Me moví para colocarlo bien sin darme cuenta de que me estaban cosiendo y me quitaron al niño. Me dijeron que lo llevarían con papá y así acababan conmigo. Sonreí porque imaginaba la cara de mi marido al ver a su pequeño pero pasaron horas hasta que pude volver a verlo. Después de coser me me llevaron a otra sala para que se me pasara la anestesia y subirme a planta y ese rato fue eterno.

Al llevarme a la habitación vino mi marido a dejar las bolsas y a darme un beso. Iba a por el bebé porque lo tenían en neonatos. Se ve que por la hora, eran más de las 7 de la mañana, hacían el cambio de turno y no subieron hasta pasadas las 9 de la mañana. Me sentí muy sola ese rato. Pensaba en todo lo que había pasado. En todo lo que me habían explicado en las clases preparto, en el plan de parto que rellené con tanta dedicación. No sirvió de nada.

A día de hoy pienso que no debieron de inducirme el parto, que esperando unos días más habría salido bien. Que si me hubieran hecho una ecografía al ingresar hubieran visto que el bebé estaba girado, que venía con vueltas de cordón en el cuello y en la cintura. Creo que el embarazo fue perfecto y que no había más motivo que una fecha límite.

Mi madre me parió a mí de parto vaginal después de 18h de agonía y con más de 20 puntos de episotomia. Siempre pensé que peor no me iría. Yo estuve 21h de agonía y 12 puntos en la barriga.

Por suerte el bebé nació perfecto con 3,290 kg.

El pequeño Marc, al que le costó nacer.