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Parto de Tatiana. Nacimiento de Felipe. Hospital San Juan de la Cruz, Úbeda.

Siempre he dicho que mis hijos nacerían de cesárea para ahorrarme el dolor...

y lo haría en un hospital con todos los recursos. Pues nueve meses cambian tanto a una mujer, que Felipe nació de 39 semanas en el Hospital San Juan de La Cruz en Úbeda, el día 16 de octubre, ¡el día de mi boda! – de parto normal. El mejor regalo que podríamos tener.


Al verme embarazada, me puse a estudiar el tema a fondo y me desesperé al darme cuenta de que no tenía ni idea de cómo era de mala la atención al parto, cómo dan prisa a un bebé que tiene su hora para nacer y cómo hacen episiotomías innecesarias. Sería mi primer parto y lo quería sin traumas.
A las 30 y pico semanas, me propuse visitar los hospitales que tenía como opción. Me tocaba La Paz, en Madrid, pero no acababa de convencerme porque ya había tenido malas referencias para el tipo de parto que quería, con la menor intervención posible.


Aún así, a las 35 semanas, fui al hospital para intentar obtener más información y conocerlo. Me atendió en Urgencias una persona de guardia que no se identificó, no sabía si era matrona, auxiliar o ginecóloga. Me preguntó si no me había enterado ya de todo en las clases preparto. Le dije que sabía que los protocolos no eran los mismos en todos los hospitales. La mujer insistió en que no serviría de mucho informarme sobre oxitocina, monitorización, tasas de episiotomía, etc porque yo no iba enterarme de nada. Que todo lo que debería hacer era ir a Urgencias cuando tuviera contracciones y dejara que ellos se encargaran de todo. No me dejaron ver al hospital. Decidí que no volvería allí.


En un foro sobre parto humanizado, conseguí el contacto del matrón Antonio Muñoz. Me puse en contacto con él, fue muy amable y me dió la posibilidad de conocer el hospital San Juan de la Cruz, en Úbeda, Jaén.


Ya tenía muy buenas referencias por su buen hacer en los partos, sabía que todas las matronas de allí tenían la misma idea de cómo debería ser un parto, que habían introducido cambios importantes. Me recibió Asunción, me enseñó todo y dio todas las explicaciones que me pudiera plantear. Estaba muy contenta con el hospital, todo muy tranquilo, muy distinto de Madrid, donde, en todo mi embarazo, el personal sanitario ni siquiera nos miraba y contestaba mal a cualquier pregunta.


A las 37 semanas mi matrona en Madrid me dijo que ya tenía 2 cm de dilatación y me reprochó por la idea de tener al bebé en Úbeda, me decía que era muy arriesgado viajar de parto, que ella ni siquiera conocía al hospital, que en un pueblo pequeño no había toda la estructura que encontraría en La Paz. Me dijo que yo estaba impresionada por todo lo que había leído en los foros, que no debería creerme lo que encontraba en Internet. De nada serviría explicarle que me pasé meses estudiando todas las informaciones que recogía.


Expulsé el tapón mucoso un día después y decidimos irnos a Úbeda la semana siguiente. Alquilamos una casa rural por cinco días. Para no quedarme sin seguimiento en el final del embarazo, Antonio me consiguió una cita. Pero Felipe no quiso nacer. Ya no teníamos recursos para quedarnos más tiempo y volvimos a Madrid. Dos días después empiezo con contracciones regulares, aún sin dolor. Al día siguiente las contracciones siguen un poco más fuertes, hasta que vienen a cada 6 minutos. El día 15 por la tarde decidimos ir a Úbeda.


El viaje fue tranquilo. Lo único que me daba miedo era no estar de parto realmente y tener que volver a Madrid. Entré por Urgencias a las 15h30, sólo di mi nombre, me subieron directamente al paritorio. Tenía buenas contracciones según el matrón de guardia y 3 cm de dilatación. Me preguntaron como quería mi parto, expliqué que sin intervenciones así que nos llevaron a mi y a mi marido a una habitación con ducha, por si quería usarla, y me recomendaron que caminara. Me trajeron la merienda y nos dejaron solos por varias horas.


Sin embargo, el dolor ya era difícil de manejar. Sobre las 22h, me llevan al paritorio para otro tacto y decepción: sólo había evolucionado 1 cm y las contracciones no eran regulares y no duraban lo que deberían. Otro matrón, Leonardo, me informa de que ya llevo varias horas sin dilatar casi nada, que habría que hacer algo para conseguir una dinámica mejor. Me da las alternativas: poner la oxitocina – añadiendo que no es partidario – o intentar romper la bolsa a ver si la cosa va mejor. Total que no era nada de lo que planteaba, pero me sentí respetada por explicármelo y dejar que yo lo eligiera.


Ya no puedo con el dolor y pido la epidural a pesar de que Leonardo me hubiera dicho que eso podría retrasar el parto aún más. Me aconseja romper la bolsa pero pido que espere un poco más. Él accede. Con la epidural, me relajo. Tras un rato, otro tacto y sorpresa: había roto aguas – no lo había notado -, ya tenía contracciones regulares y había alcanzado los 10 cm.


Decido quitar la epidural para pujar mejor y voy caminando hasta el paritorio con mi marido. Sin embargo, no tengo las ganas de pujar, sólo siento las contracciones. El matrón me aconseja que las aproveche pues el bebé ya estaba en el canal de parto. Pujo, pujo y se me va la fuerza. Parecía que no quería salir. Oigo a Leonardo diciendo que los pujos no son efectivos (lo sabía, pero no podía más) y las contracciones ahora ya no eran regulares, que habría que hacer alguna maniobra. Pienso en lo peor: episiotomía, fórceps.


Al final, se sube en mi tripa otro matrón a ayudar en los pujos, el dolor horroroso. Me dicen que Felipe ya viene, pero el dolor parece aún más insoportable. Digo que no puedo, me contestan que con un pujo más saldrá. Llaman a mi marido para que lo vea, pero empiezo a gritar y él se queda conmigo. Viene Felipe: lo ponen en mi tripa, ya no sé muy bien qué hacer o pensar, sólo lo cojo. Esperan que el cordón deje de latir para cortarlo; nunca habían visto uno tan grande. Felipe se queda un ratito más conmigo, nada de aspiraciones por la nariz. Luego le pesan y le miden, seguimos todo. Nada de episiotomía – algo imposible para una primeriza en muchos hospitales – pero me llevo dos puntitos de un desgarro de primer grado.


Mientras me cosen, Leonardo me pregunta que tal ha sido. Pues no vuelvo a tener hijos tan pronto, digo yo. "A ver, acabas de decir la segunda mentira que las mujeres cuentan en el paritorio. ¿La primera? Cuando gritan que no lo pueden."


Agradezco a todos que hicieron mi parto posible: al matrón Antonio Muñoz, que me recibió y pudo conocer a Felipe cuando me hizo una visita en el hospital; al matrón Leonardo; a la asociación El Parto es Nuestro por las informaciones; a todas las madres que compartieron sus historias en los foros.

Otras cositas:
• Nada más nacer Felipe, me ayudaron a ponerle al pecho.
• Mi marido estuvo conmigo en todo el proceso, incluso podía quedarse por la noche.
• En la habitación, el bebé estuvo todo el tiempo con nosotros.
• Todo el personal del hospital muy majo.
• Lo único que a mi me fastidió fue que no había control de visitas en el primer día. Total que estaba destrozada y compartí habitación con una chica que le ha ido fenomenal su segundo parto así que recibió visitas todo el día. Hubo hasta DIEZ personas a la vez. No pude descansar ni por un segundo.