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Parto de Susana, nacimiento de Tristán. Hospital A. Marcide, Ferrol, 2009.

Este relato de parto no cuenta un nacimiento perfecto en casa, es un parto corriente en un hospital corriente, aún así lo considero un nacimiento perfecto, porque sí habla de cómo recuperé mi dignidad como persona, como mujer y como madre. Cómo salí empoderada de un lugar donde un par de años antes vivía la peor experiencia que pueda imaginar jamás que es la de perder a un hijo. Espero que el que lo lea lo disfrute tanto como yo hago contándolo.
Quedaría incompleto el nacimiento de Tristán si sólo hablase del parto. Para entenderlo mejor habría que saber la historia de nuestro primer y añorado hijito, al que nunca dejaré de llorar pese a haber aprendido a vivir sin él.

Decidimos buscar a Tristán en agosto del 2009, no sabíamos qué buscábamos ni a quién... necesitaba llenar ese hueco, creo ahora que no era consciente de lo que realmente buscaba...buscaba otro Gabriel.

Nuestro embarazo deseado llegó tras varios intentos y un microaborto, que pese a ese nombre que "minimiza" la pérdida... fue otra pérdida más para encajar. Quizás a esas alturas estaba ya tan sedada de tanto llanto, que quizás la ignoré más de lo que debiera. Pienso que cada pérdida, por pequeña que sea nos enseña algo. Ese embarazo del que fui consciente 24 horas, me enseñó que se podía volver a sonreir de verdad... y que sí, que era lo que realmente necesitábamos. Aunque sigo diciendo, que en aquel entonces, buscaba algo que no tendremos nunca.

Y llegó!!! Ahí estaba nuestro positivo. El embarazo no fue fácil, nada. Se hizo muy largo durante los dos primeros trimestres, no fue hasta principios de verano cuando comenzamos a disfrutar del embarazo... disfrutar... cuántas veces me han dicho esa frase y cuántas veces he asentido mientras pensaba "si tú supieras..." Desde el primer momento el embarazo de Tristán (Abril hasta que no se demostró que era niño) se catalogó como embarazo de riesgo y bebé de oro. Sí, mi bebé es de oro, pero como cualquier bebé para cualquiera de sus padres y sí, mi embarazo era de riesgo, pero no físico, sino psicológico. Ese aspecto jamás se trató en consulta de ginecología, donde continuaban mirando factores de riesgo, probabilidades y por supuesto una cesárea programada sobre la semana 38.


Hubo que luchar mucho para darle un hueco único a Tristán en nuestras vidas en los meses de embarazo, aunque el mérito no es nuestro, sino suyo, que ha hecho único todo lo que le rodea. No se lo puse fácil, lo reconozco, pero no lo supe/ pude hacer mejor. Tardé mucho tiempo en permitirme licencias como la de ir a comprar ropita de bebé, algo tan normal, y muchas veces innecesario, supuso una barrera que salvamos en el séptimo mes de embarazo. Aunque esas “taras” las tenemos presentes todos los padres que hemos tenido la desgracia de perder a un hijo. El tema parto siempre estuvo presente, pero siempre se veía demasiado lejano, demasiado inalcanzable para mí, que tenía la sensación permanente de que en cualquier momento todo se iría al traste. Cuando Gabriel se murió, mi familia, con la mejor de las intenciones, se llevó de casa todo lo que tenía que ver con bebés, la ropita que tenía preparada, los pañales, la sillita... todo...hasta unas papillas que tenía para cenar yo (me encantan), mis libros de lactancia y parto respetado... Una de las primeras licencias que me permití fue la de pedir esos libros: pero nada más empezar a leer, lo siento, no podía, esos partos preciosos maravillosos, en los que la gente sabía que su bebé estaba bien, mujeres que confiaban en sus cuerpos y en sus hijos...no, no era para mí, yo ya no podía.


La sensación durante casi todo el embarazo fue la de considerarme una "bomba de relojería" a punto de estallar en cualquier momento... cuanto más crecía Tristán, más peligroso era en mi cabeza, claro, puesto que más nos acercábamos a la temida semana 41 donde todo se derrumbó la otra vez. Pero continuamos trabajando y trabajando la cabezota y un día me sorprendí a mi misma chusmando en el parto es nuestro, leyendo relatos preciosos y emocionándome y pensando que quizás sí, que podríamos tener algo parecido, simplemente volvió la ilusión y con ella las ganas de un nacimiento digno. Por mi cabeza fluía la idea de que si este bebé tenía un nacimiento como esos que leía, quizás podría recompensar, en cierta medida, todo lo que debió sentir su hermano...aquel al que nunca abracé.

Las semanas pasaban y mi confianza crecía, no sabía que haríamos con el tema parto. Tenía varias opciones, una era la que me ofrecían en el hospital como "la más recomendable" cesárea programada en la semana 38, otra era esperar a ponerme de parto y decidir qué centro (Marcide o Salnés, el primero hospital de referencia y el segundo un hospital adherido a la iniciativa HAN, el primero a 5 minutos y el segundo a hora y algo de camino) y tercera opción matrona en casa para la dilatación.


A la consulta de la semana 35 llegué convencida de decir que no a esa cesárea, resultó que el ginecólogo que me atendía habitualmente no estaba y en su lugar me encontré con una mujer que apoyaba mi idea de parto. Alucinante, extraño, al fin alguien que entendía que no quisiese una cesárea gratis... en esos momentos estaba disfrutando de verdad de la barrigota. Pero los días pasaban y no tenían 24 horas, sino muchas más. No sé qué fue lo que hizo que todo diese un giro, quizás el exceso de presión que sentía por todos los lados, la familia, los amigos, la gente...todo el mudo opinaba, todos tenían claro que harían ellos...pero sentía que a mí no me estaba permitido pensar. Creo que nadie se daba cuenta y que todo el mundo lo hacía con la mejor de las intenciones...pero yo ya no estaba para más comentarios. Y mi cabeza hizo crack. No sé ahora mismo porqué, quizás las endorfinas aún presentes hacen que lo haya olvidado, mejor. Fui yo misma la que pedí esa cesárea. No podía más. Tenía miedo, mucho, mi lucha no era un PVDC, no eran las recomendaciones de la OMS, no era un parto natural... yo quería este hijo vivo y en nuestros brazos, yo quería que no nos separasen. Mi cabeza me jugaba muy malas pasadas, el ambiente en casa era denso, nos daba la sensación de que en cualquier momento perderíamos también a este bebé. Todos tenían hijos sanos a nuestro alrededor, pero nosotros no podríamos (subestimaba a mi enanito). No podía ser sano ni para el bebé ni para mí este final del embarazo...Y eso pedí, finalizarlo. Muchas habéis leído como fuimos dando vueltas hasta negociar una cesárea casi respetada. Estaba muy contenta por lo que habíamos conseguido pero, pero... tanto Michel Odent... no me podía olvidar de un párrafo en uno de sus libros en el que decía "cesárea por tocofobia o miedo al parto": esa era mi situación, espantoso.
Firmé el consentimiento de cesárea y revoqué el de PVDC llorando como un niño pequeño. Yo solita, libre y "conscientemente".

Bueno pues llegamos al punto interesante del relato, cesárea programada para el día 19 de agosto por la mañana, al fin, estaba decidido. Todos los días, a todas horas, hablaba con Tristán para decirle que saliese antes de la cesárea, que me encantaría que lo hiciese, pero que si decidía no hacerlo pues lo entendería. Recitaba los mantras "ven cuando quieras, la puerta está abierta, te estamos esperando" ahora me doy cuenta de que él podía venir y que quería pero era yo la que tenía mi puerta mental cerrada. Yo tenía mi cesárea programada en la cabeza.
Y ¿qué podía perder si tomaba aceite de ricino? nada, ¿verdad? pues el 17 por la tarde me tomé la dosis correspondiente. Nada, una buena descomposición... muy buena eso sí, y la gracia de tener un bote de ricino para gastar bromas jejeje.
Día 18, ingreso en el hospital a las 19:00h ponía mi papel. Hablando por teléfono con una amiga ella insistía en que el niño nacería y que lo haría esa noche, yo pensaba que lo hacía para levantarme el ánimo.
Chof! ¿¿rotura de bolsa?? ¿¿si?? ¿¿ fisura?? tapón mucoso?? Qué nervios, qué nervios... nos vamos a la matrona. Y de camino, con nuestra bolsita del hospital preparada decidimos que si es fisura o rotura: a Salnés. ¡Qué liberación! nunca lo hubiese imaginado, nos librábamos, siii....maravilloso. Falsa alarma: tapón mucoso. Que ganas de llorar, todas las ilusiones perdidas. Esa sensación de libertad duró bien poco. Traté de consolarme, mañana tendría a mi niño en brazos, esa era mi lucha, un bebé vivo y sano.

La tarde fue tediosa. Tuve que apagar el móvil. Mi cuerpo me pedía reclusión, pero no dejaba de sonar el teléfono. Necesitaba tranquilidad pero no había tiempo de tenerla.
Estaba rara, deprimidísima, necesitaba silencio, me metí en la bañera y apagué las luces, jamás he estado en el cuarto de baño totalmente a oscuras salvo aquella vez. Desconecté los teléfonos, me apetecía la tranquilidad, la soledad, mi casa…no quería irme y salí muy, muy triste. Dejé mi casa medio llorando, me despedí de mis perros por unos días recordando el momento en que me despedí de ellos en marzo del 2009... esa Susana que no volvió nunca. Qué momentos más amargos, más ambigüos. Demasiados paralelismos. Hacíamos lo correcto, mi cabeza no podía más. Ingreso en el Marcide. Cuando la matrona me pregunta el motivo de la cesárea casi se me caen las lágrimas mientras decía "cesárea anterior”...con todo lo que había luchado, todo lo que había trabajado para acabar diciendo esas palabras. Tristán pagaba por mi falta de seguridad...lo siento pequeñín, te recompensaré de otro modo...de verdad que lo siento.


La ginecóloga de guardia era la que me animó a un parto, aún encima. Todas sus palabras para consolarme fueron en vano, ella lo decía con buena intención pero...no daba una.
Nos metimos en el cuarto, las últimas fotos de barrigota, tratábamos de hacer la espera agradable. Si, estaba contenta por conocer a nuestro bebé, pero lo estábamos traicionando. Yo había sucumbido. Un último mensaje de teléfono. Si tienes paciencia, Tristán nacerá esta noche. ¿paciencia? bueno... qué más da.

Apagamos la luz.
CRACK!!!!! choffff.... fluuuuuuuuuusssssshhhhhhh... HE ROTO LA BOLSA!!!! ... he roto la bolsa... aguas claras...siii... no me lo puedo creer...es el momento, no nos hemos equivocado de día, era el día que quería él! Me ducho, rápido, voy a avisar al control de enfermería. En un minuto estaba ya corriendo pasillo adelante, chorreando líquido, feliz, con una sonrisa... como si hubiese hecho bien un trabajo: HE ROTO LA BOLSA, le digo a la ginecóloga que me atendió al llegar. FELIZ. Me revisan, me hace un tacto (no me niego, lo pienso pero no me niego).
La ginecóloga me dice: bueno, pues quítate anillos, pulseras...lo que tengas que hacemos cesárea ahora.
- ¿Ahora?, contesto yo, pero...ya que estamos aquí, ¿¿¿no podríamos intentarlo???
- Pero tú has revocado un consentimiento de parto después de cesárea, y tienes programada una cesárea para mañana, no se puede echar atrás esa decisión...
Yo no sé que dije pero entre otros me acuerdo de que dije: todo lo que avance de aquí en adelante será mejor para mí y para el niño en caso de cesárea, no? yo quisiera intentarlo, aunque acabe en cesárea.
Pero... (me dice la ginecóloga) en un parto va a haber sangre, va a haber monitores y situaciones que serán duras para tí, ¿podrás soportarlo? ¿podréis soportarlo? respondo que a lo que tenía pánico era al correr de los días, no a un parto, que me siento capacitada para un parto y es más, me apetece. Muy bien, partes de cero, me informa la ginecóloga, el cuello está borrado pero no hay dilatación ninguna, procura haber terminado antes de la mañana. Creo que fue una nota cómica, lo de terminar antes de la mañana, pero nos lo tomamos al pie de la letra.

Contracción va contracción viene...dios, como duele esto, mucho más de lo que pensaba, la verdad, no me había planteado mucho esto del dolor... vamos allá. Me parecía que avanzaba muy bien, las contracciones eran a mi modo de verlo, bestiales, muy, muy seguidas desde el principio. Sabía que no valía nada mirar cada cuánto eran pero... Le pido a mi marido que mirase el tiempo que pasa entre ellas: 2 minutos, 3 minutos, a veces empataba una con otra... me dolían los riñones mucho ¿era eso el parto de riñones del que la gente hablaba? Usé las respiraciones que mi matrona nos había enseñado, jadear para "marearte" y sentir menos el dolor ... hasta que llegó un punto en que ni jadear ni nada, respiración con sonido para distraerme... tampoco. Dani estuvo masajeándome los riñones casi constantemente, eso aliviaba un montón. Llegó un momento en que necesitaba descasar, sólo quería dormir entre contracciones, pero no me daba tiempo. Durante esas horas traté de estar bajo la ducha, fui innumerables veces al wc, al igual que casi todos los partos de todo el mundo. Pero estaba agotada. Necesitaba un descanso, agotada mentalmente, físicamente... Necesito descansar... ¿un calmante? Envío a mi salvador a por un calmante, un nolotil, un algo que me aliviase, aunque fuese placebo... Así que me ofrecen la epidural. Me vuelven a mirar: "ufff" nada -me dicen- estás de tres centímetros, el parto no ha hecho más que empezar, y además no sabes respirar, así estás agotándote y no vas a conseguir nada, más que acabar en cesárea. Tú decides, pero es mejor que te pongas la epidural ahora. Pues vaya un alivio, imaginad como me quedé...KO mental, las cinco de la mañana y no había conseguido nada...y aún encima no sabía respirar ni nada. Pues me pondré la epidural, total, yo había venido a una cesárea... todo lo que avance... bienvenido sea. (eso es lo que pensé en ese momento...ahora desde fuera creo que debería haber dicho algún improperio....) Ahora, tiempo después veo claramente que necesitaba a alguien a nuestro lado, alguien que nos tranquilizase, que nos diese ánimos, que nos recordase que sabíamos y podíamos hacerlo…no esas palabras de desaliento.

El anestesista era agradable, me pinchó una vez...nada, otra vez... ¿sientes algo? sii siento todo... ¿sientes algo en las piernas? no, están perfectas! me dicen que me hará efecto en unos 20 minutos, yo estaba feliz pensando "me han puesto la walking epidural! ostrás que suerte!!!!". Cuando le conté esto a una amiga días después, se partía de risa diciéndome "No ponen la walking en ningún hospital de toda Galicia y te la van a poner a ti en Marcide a las 5 de la mañana jajajaja" Pues sí, no me había hecho efecto, menos mal!!!! como me alegro de que no me hiciese efecto. Gracias a eso pude tener la movilidad que necesitaba.

Aquí es cuando empieza a haber dos visiones totalmente diferentes del parto, una era la mía y otra la de mi marido (D.) y creo que la del resto del mundo...quizás fue aquí donde me fui a ese planeta del que tanto he oído hablar "planeta parto". Para mí, según esta experiencia, planeta parto se asemeja a la voz en off de las películas de guerra en las que el soldado ve como caen sus compañeros y el ajeno a todo tiene otra visión...los de fuera ven caer las bombas...yo de lejos, en otro mundo.

Me monitorizan, horror... horror... atada a una cama, con cable de la epidural por un lado monitor por otro, pido la silla de partos, me dicen que no puedo porque no siento las piernas ¿Cómo que no siento las piernas? puedo mover todos y cada uno de mis deditos de los pies. Es imposible, me dicen... bueno... Me dicen que no puedo salir de la cama y pregunto si puedo hacer lo que yo quiera en la cama, me contestan que sí. Quizás esperaban que me moviese de derecha a izquierda, pero yo hice lo que me pidió el cuerpo y eso incluía ponerme de pie, en cuclillas a cuatro patas, subir el cabecero de la cama y apoyarme allí, bajarlo y voltearme las veces que me hizo falta...de todo. Se me salían los cables del sitio y mi marido se ponía enfermo, y el personal imagino que también, pero yo tenía una certeza MI BEBE ESTABA BIEN, necesitaba moverme, lo necesitaba...ahora sé que Tristán estaba colocado de una forma que hacía que esas contracciones viniesen de riñones y que necesitase ponerme a cuatro patas para que girase... alucinante, vaya si sabemos parir. Este tiempo lo tengo difuso, sé que entraba y salía mucha gente, sé que no había intimidad, pero sinceramente a mi me daba igual, yo vivía en otro mundo. Sé que hablé algo, con alguien, pero no sé ni que dije ni qué me preguntaron. Avanzábamos, avanzábamos...un dolor tremendo, sé que entró en escena una matrona que me gustó, pero yo estaba en otro lado.


D. estaba allí, al pie del cañón. Sé que él hablaba con el personal, ¿de qué? ni idea.
Entra en escena alguien, no lo conozco ¿o sí? no lo sé, me resulta siniestro, me agobian los cables, me los intento quitar una y otra vez, no me dejan, pero intento arrancarlos sin mala fe. Molestan. Este hombre mira los monitores, es cierto, ahora que lo pienso todo el mundo estaba pendiente de los monitores y no hacían más que repetirme que tuviese cuidado por si me fallaban las piernas, ¿acaso no veían que estaba de pie? El hombre que me inquietaba habló "No te preocupes, esta vez te vamos a tener monitorizada todo el tiempo" se fue de la habitación. Su presencia me inquietó de tal manera que sentí que me había bloqueado...no supe quien era hasta después del parto. Era el ginecólogo que me hizo la cesárea la otra vez.
Alguien me explora y me dice "Estás en completa, comienza el expulsivo, tienes 3 horas". En primer lugar y ahora desde fuera, muy bien por la información pero ¿qué es eso de darme plazos de tiempo? Yo ya sí que no estaba aquí, yo estaba bloqueada, y lo decía. La matrona, esa que nos salvó, me decía que no lo estaba, que avanzaba muy despacito pero no estaba bloqueada, me animaba... no, no había forma... Recordé una clase de educación maternal "un parto lo comienza el bebé, pero a partir de los 6 centímetros, el bloqueo es de la madre..." ¿porqué? ¿qué me pasaba? Alguien me avisaba de que había consumido una hora, hora y media... No podía empujar, ni hacer fuerza, el dolor me consumía pero mi cabeza y mi cuerpo no respondían... resultó que yo estaba pensando en otro bebé, yo estaba bloqueada en marzo del 2009. Así no se puede, así que no sé si el alto o medio en trance, me dediqué a despedirme de Gabriel, me llevó bastante tiempo, cuando sentí que dejaba que se marchase, al fin, cerraba esta dura etapa y podía recibir libremente a Tristán que pedía pista y un hueco único en nuestras vidas...pedía su espacio. Me acuerdo de decir en alto Tristán ya estoy preparada para recibirte. Y así fue. Me avisaron de que llevábamos dos horas, ahora sí, ahora tenía que trabajar un poco más. Pedí a la matrona que me ayudase con los pujos, ya que me costaba canalizar el dolor y convertirlo en un pujo. En una postura en la que siempre me había reído en clase de preparación "así no se puede ni parir ni hacer nada" de lado agarrándome una rodilla, comencé a pujar. Bajaba y bajaba muy bien. La ginecóloga decía que nos íbamos a paritorio, le pedí más tiempo.
- Estoy avanzando, despacio pero avanzo, ¿verdad?
- Sí, pero allí tenemos más medios. Me contestó.
- NO! si voy a paritorio me voy a descentrar otra vez, no, aquí estamos bien.
Pasaban los minutos y la cabecita de mi pequeño bajaba, pero hasta que no la pude tocar no me lo creí. Qué fuerzas se sacan cuando te das cuenta de que realmente está ahí. Nunca me lo hubiese imaginado. Yo no me di cuenta pero al parecer gritaba como una descosida, sí, esa voz no era mía, pero que bien sentaba dejar que saliese de dentro. La ginecóloga repetía que a paritorio y la matrona y yo pedíamos tiempo (al parecer al grito de "paritorio noooo"). Dolor, mucho, mucho, mucho dolor en la zona de la cicatriz, que dolor.. parecía que me abrían la barriga. Esto no es normal, pienso…
- ¿Qué me habéis puesto?
- Un poco de oxitocina.
- ¿QUE? Y no me lo habéis dicho???? Por eso me duele tanto?
Pregunto cuánta me han puesto mientras miro lo que pone el suerito. La gine dice que ya, que a paritorio. Me llevan en camilla, no protesto. Al parecer la ginecóloga hizo señales a la matrona de que Sï o Sï nos íbamos a la otra sala por la cesárea anterior. No dejan entrar a D. Noto como voy cediendo y cediendo en todo lo que me hacen sin mi consentimiento, noto que me abandono. Que me dejo hacer. Tristán está ahí, van a instrumentar. Me dicen que si puedo mover las piernas, yo digo que ¡llevo moviendo las piernas todo este tiempo, claro que puedo caminar! pero, veo tijeras, fórceps, ventosas... veo todo el arsenal preparado. Algo hace que gire, que cambie la visión de todo. Algo que hace que recupere las riendas de NUESTRO PARTO.
- NO, no y no. No me muevo de aquí.
- Venga vamos a la cama de partos.
- No. No sé de dónde salieron las fuerzas, creo que fue el pensar que habíamos llegado hasta aquí y ya lo teníamos. Un pujo, Tristán estaba coronando ya. Que entre el padre!! Gritan. Otro pujo: aro de fuego? pensé y plot!!!! la sensación de desabrochar el botón del pantalón tras una comilona. Desgarro, uff que alivio... Tristán saliendo e inmediatamente en mis brazos. Calma absoluta, tranquilo, mojado, caliente, respirando y expulsando líquido poco a poco. RESPIRANDO. VIVO. MI BEBÉ. YA ESTÁ AQUÍ. ESTÁS VIVO. Las diez menos cuarto de la mañana. Lo habíamos conseguido. Ya estaba. No me separaron de él, esperaron a que el cordón dejase de latir. Este tiempo fue largo pero me parece que duró segundos. El momento en el que lo exploraron estuvo con su padre. 3.120 gramos y 50 centímetros. Os parece una tontería, pero nunca he sabido cuanto pesó y midió su hermano, saberlo me hizo llorar de emoción. Salimos del paritorio, en la misma cama que entré, de la que no me llegué a mover, donde nació mi niño. Tristán estaba haciendo su primera toma. Como yo quería que fuese.

En esta parte comienza nuestra nueva vida. Un antes y un después. Otra vez, pero diferente. Tristán ha hecho diferente todo. Se ha ganado su lugar. Nos ha enseñado, al menos a nosotros, que no hay nada programable en un nacimiento. Cada nacimiento es único. El bebé toma las riendas en el día más importante de su vida si le dejamos. Yo no le dejé, pero Tristán nos recordó que el escogía, quizás del mismo modo que nos escogió el a nosotros como padres. Su nombre es de uno de los guerreros más conocidos de la época medieval. Sí, nuestro bebé es un luchador.

No me olvidaré del momento en el que salimos de esa planta, en marzo del 2009 salía igualmente, sola, vacía, delante de las madres que esperaban con sus barrigas a su control prenatal. Ahora, agosto del 2010, lo hacía pletórica, con mi pequeñín en brazos. Al fin. Aunque no forme parte de su nacimiento. Si que no olvidaré momentos como la revisión del pediatra al alta voluntaria. Entrega de cartilla del niño sano. Nosotros, nuestro niño, un niño SANO. LA salida del hospital, poder quitarme el pijama, y vestir a nuestro pequeño con ropa de calle, salir de allí, plenos.
Tristán cumple un año, un año maravilloso, con un puerperio sanador, una lactancia reparadora que continúa y continuará hasta que los dos lo decidamos, un año de porteo, de vivir pegados el uno al otro. Qué año, sin duda el mejor de nuestras vidas.

No puedo finalizar sin dar miles de gracias...miles. ¿a quién? Sois demasiados. En general diré: en cuanto a vida "foril" a mis marceras (Esther, Carmeta, Isabel, Bea, Irene...), a mis EEM (Taduni, Elis -un día a la vez- Ceci (gracias!) , Vero, a María, que me ha enseñado tanto... a Alba, Irune, Edurne, Rosa, A mis gallegas Aroa y Bea... A la gente de EPEN,(cada día me siento más epenera) en especial a Lucy y Gabriella, a mi familia, mi hermana y madrina, mi madre, mis amigos que han aguantado interminables horas de café repetitivo y llamadas de teléfono sin sentido. A mis perros, por hacerme reir cada día. A Dani, por ser la mejor persona que he conocido nunca y por supuestísimo a Gabriel y a Tristán. No me cansaré de dar las gracias a todos, por habernos acompañado en esta etapa. ¡¡Gracias!!

Susana Celamor