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Nacimiento Laiatz

Era un sábado por la tarde, yo estaba llena de energía y convencida de que el parto de iba a atrasar, quedaban unos días para cumplir la semana 40 y era nuestra primera hija. Tras una comida familiar que se alargó toda la tarde, nos fuimos al coche cuando de repente noté un chorro de agua caliente empezaba a salir, había roto la bolsa lo que significaba que empezaba la cuenta atrás. Se lo dije a mi pareja y fuimos en el coche hasta a casa a coger la bolsa con las cosas que teníamos hacía semanas preparadas. Yo estaba muy tranquila, parece que la relajación de mis clases de yoga para embarazadas me habían ayudado más de lo que yo me imaginaba para afrontar este momento que me generaba bastante inseguridad. Tras darme una ducha llegamos al hospital, eran ya las 21:00 y nos atendieron rápido ya que apenas había gente. Nos confirmaron que me tenía que quedar ingresada y que no se había iniciado el proceso del parto todavía. Nos llevaron a una habitación individual enorme donde estaríamos durante todo el proceso de dilatación. Con la pelota empecé a iniciar ejercicios para ayudar a mis caderas en el proceso que se avecinaba, tenía pequeñas molestias muy llevaderas, lo que me hacía pensar que quizá pudiera evitar la epidural que me causaba bastantes dudas. La matrona de turno, nos dejaba a solas durante el proceso y venía a ver que tal nos encontrábamos y si necesitábamos algo, respetando los tiempos y nuestros deseos de la menor intervención posible. Hacia las 2:00 de la mañana el dolor era insoportable, ni masajes, ni los ejercicios con pelota, ni las respiraciones eran capaces de ayudarme. Mi pareja que me había animado y apoyado, me sugirió la analgesia epidural, y aunque tenía muchas dudas decidí ponérmela ya que no había dilatado más que 3 cm y no me veía capaz de aguantar más. Esta decisión iba a implicar la monitorización y la dificultad de movimientos aunque la dosis me pudiera permitir cierta movilidad de las piernas. Por desgracia la dosis fue insuficiente y al ponerme un poco más tenía las piernas totalmente dormidas. El cansancio hizo que mi pareja y yo nos quedáramos dormidos en la cama. Cuando volvió la matrona hacia las 6 de la mañana nos comentó que ya estaba de 8 cm y que tenía que empezar con ejercicios de piernas. Mi pareja me movía las piernas para facilitar que Laiatz pudiera hacer su recorrido más fácilmente entre las caderas, mientras me ponía compresas de agua caliente en la zona perineal para evitar la episiotomía. Un rato después ya estaba de 9 y me dijeron que había bastante espacio por lo que podría dar a luz sin intervención ninguna, no me lo podía creer. Empezamos con respiraciones y practicando los pujos para la fase del expulsivo y me veía con fuerzas, la mini siesta que habíamos echado y mi propio cuerpo me daba una fuerza enorme, veía que ya no faltaba nada para ver a Laiatz. El ginecólogo vino a visitarnos durante los pujos y no le gustó mucho los cambios del ritmo cardíaco de la enana, por lo que me llevaron a hacer la prueba del PH pidiéndome permiso antes. Me entró miedo, todo parecía estar bien y de repente parecía que las cosas no iban a ir tan bien, la matrona me tranquilizó y me dio ánimos. Aunque el resultado de la prueba era bueno, el ginecólogo tenía dudas de cómo se encontraba Laiatz y me trasladó que con casi total seguridad tenían que sacarla con ventosas ya que no estaba bien colocada para salir, su cabeza no estaba bien encajada y podía sufrir. Antes de ir al paritorio, las matronas dejaron ver la cabecita que asomaba de la enana a mi pareja, fue un momento muy especial para él, que se había visto como un sujeto pasivo durante el proceso a pesar de estar junto a mi desde que llegamos al hospital. En el paritorio perdí el control sobre la situación, el ginecólogo asumió el mando, no me dejó estar reclinada, me puso casi tumbada haciendo más difícil la fase de pujos. Me sentí vulnerable e insegura, ya que solo pensaba en sacar a Laiatz y no quería gastar fuerzas en discutir, mas aún cuando mi pareja estaba en otra habitación. En dos pujos la niña estaba ya casi fuera, me hicieron un pequeño corte y las matronas trajeron a mi pareja para que viera el nacimiento de su hija, mientras el ginecólogo me hacía la maniobra de Kristeller, desaconsejada por la OMS y sin sentido cuando ya me hacían echo un corte y iban a utilizar ventosas... De repente ví a Laitz encima de mi pecho, fue todo muy rápido, se la llevaron unos minutos a hacerle el test de Apgar y que la pediatra se cerciorara de que estaba perfectamente. Después no me la quitaron de encima en ningún momento, estaba emocionada pero contenida todavía, ya que en la sala había unas 8 personas, Basurto es un hospital universitario. Solo quería irme con la niña y mi pareja y estar solos para vivir ese momento en intimidad. Tras alumbrar la placenta y limpiarme, nos llevaron a una habitación donde estuvimos un rato solos y luego acompañados de la matrona que nos ayudó a iniciar la lactancia materna. La niña estaba bien, se alimentaba bien y por fin podíamos disfrutar los 3. Agradecimiento infinito al equipo de matronas del hospital, que respetaron y apoyaron nuestros deseos, porque nosotras somos las sujetas activas de nuestros partos, porque el parto es nuestro.