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La pérdida de inocencia

La historia de un corto embarazo y de otro con larga espera...

Siempre he querido ser madre de familia numerosa, imaginándome una vida llena de risas y juegos infantiles, besos de chocolate y mesas de navidad llenas de jolgorio.

Tuve la suerte de encontrar una bellísima persona que aunque inicialmente su plan vital no incluía ser padre de familia numerosa, quedó prendado con el nacimiento de nuestro primer hijo y poco a poco fue madurando en él la idea de que sí, que tendríamos nuestra propia pequeña gran familia.
Fueron pasando los años y llegaron más hijos, regalos que ahora sabemos que no tienen precio. Aunque sus nacimientos, al menos de los dos mayores, nunca fueron como los que imaginamos, los embarazos fueron perfecto, con sus molestias asociadas pero sin incidentes destacables. Con nuestra hija, todo fue distinto... para los médicos, no para mí, me convertí en una bomba de relojería a la que después de dos cesáreas había que controlar, vigilar y sobretodo esterilizar al final del proceso, para que no tuviera más hijos... pero conseguimos parirla, contra todos los pronósticos de familiares y médicos convencionales, y sólo los que confiaron en nosotros entienden lo felices que fuimos cuando la oímos llorar por primera vez.

Su nacimiento reafirmó nuestras ganas de tener más hijos, aunque todo el mundo daba por sentado que con tres ya habíamos "cumplido", pero yo tenía las hormonas propias que te permiten subir montañas y tenía claro que en cuanto mi pequeña fuera "mayor", iríamos a por nuestro último hijo, a por ese embarazo más tranquilo y el que íbamos a disfrutar desde el principio porque, después de lo vivido y constatado con un PVD2C, qué no iba a ser posible?

Así es como me sitúo en mayo de 2010, con una decisión tomada, ir a por nuestro cuarto hij@. Como siempre, sólo comenté nuestros deseos de ser padres de nuevo a un pequeñísimo círculo de amistades, las que habían apoyado incondicionalmente nuestros deseos y expectativas anteriormente. Y, como en todos los casos anteriores nos hemos quedado con un suspiro, esta vez no fue distinta. 15 días después de la ovulación, nos compramos un TE. Con tan sólo un día o dos de retraso, decidimos hacerlo... en ocasiones anteriores siempre lo había hecho sola, por eso de si al final era que no, sólo llevarme yo el chasco... pero era tal nuestra seguridad, que esta vez decidimos hacerlo juntos...Le pregunté a mi marido, qué le parecía acompañarme en ese momento, que quizás era su última oportunidad para vivir una experiencia como esa, la de ver como poco a poco el TE marca dos líneas y tu vida cambia para siempre... y él me contestó que claro que quería, pero que no diera por
sentado que iba a ser la última vez... y yo sonreí, pensando que se refería a que quizás algún día querría tener otro hijo... que ilusa...

Desde el primer momento, me sentí extraña... sí que había salido el positivo el TE, de eso no había duda, estábamos embarazados... pero algo no iba bien, por lo que podía presentir. Bueno, pensé, sólo estamos de 4 semanas, es normal.. pero la quinta fue igual... ni sueño, ni pechos sensibles, nada... un poco raro, ya que en cada uno de mis embarazos siempre han ido a más los síntomas... éste esperaba que me tumbara, y más teniendo tres hijos que impiden que descanses y que te tomes la vida con la calma que requiere el primer y delicado trimestre...

Lejos de sentirme confiada, este embarazo no encajaba, no me hacía todo lo feliz que pensaba que me tendría que hacer y mi marido también estaba como lejos... Pensaba en no ir a hacerme la primera ecografía corriendo, como en los casos anteriores, para evitarme situaciones confusas y también para llevar el proceso más natural, menos invasivo y controlador... no iba a tomar ácido fólico, no quería triple screenning ni control de glucosa... porque entonces hacerme una eco a las 6 semanas? no era necesario... pero mi marido marchaba de viaje en las próximas semanas y no quería ir sola a la confirmación de nuestra noticia, así que al final tuve que adelantar la visita a las ocho semanas. Estuvimos largo rato en la sala de espera, acompañados de nuestra pequeña, sentada en mi regazo, pidiendo teta, como siempre hacía cuando se sentía en un lugar nuevo y inseguro, y yo miraba a las otras embarazadas, queriéndome sentir igual, pero no era así, como si no fuera conmigo....

Pasamos a la consulta y me empezaron a hacer la eco... fueron segundos eternos, en los que yo buscaba en el monitor algo parecido a lo que recordaba en las ecos de mis hijos, pero no sucedió, la doctora se limitó a decir que las medidas correspondían a un embarazo dos semanas inferior a lo que por fur le comentaba, que quizás era de una ovulación tardía... pero no, ya me lo decía mi corazón. No me sentía embarazada porque mi bebe no estaba, no se había llegado a formar, aunque mi cuerpo se esforzara en gestar algo. No relataré como fue la espera por el manejo expectante, sólo diré que fueron las tres semanas más tristes y más largas de mi vida, en las que me sentí defectuosa, vacía... Tuve que aprender lo que significaba vivir un duelo, aceptar cuál era el mío, y asimilarlo como me era más fácil... Me aferré a lo que tan necesario es para mí, la información, y así es como aprendí todo lo que me sucedía, cómo sería la despedida, lo que vendría después. Mi marido quedó como en shock. Él pensaba que después de todo lo vivido con nuestra hija, ya éramos unos expertos en embarazos y en partos, pero no pensó jamás que viviría una experiencia como esa, así que al salir de la consula y verme derrumbada, él decidió acogerse a la parte práctica y tirar del carro, seguir con una normalidad aparente era para él lo mejor y creyó que para mí también lo sería... así que él no lloró, estuvo en el momento de la pérdida pero como puntal de la situación, no como parte activa...

Después comprendí que ellos lo viven de una manera especial, a veces nos parece que no van con ellos, pero es la manera que tienen para no dejarse arrastrar por la tristeza, aún no se porque...
Después de dos meses en las que nuestras vidas habían quedado en stand-by, teníamos muy claro que queríamos ser padres y que no queríamos esperar. Como siempre nos había sido tan fácil, pensaba que la mejor manera de acabar con el duelo era no viviéndolo más, así que un nuevo embarazo debía ser lo que me tendría que hacer salir de tanta tristeza y soledad. Como el proceso había sido natural, teníamos el "go" para volver a intentarlo cuando nosotros quisiéramos y, por supuesto, cuando mi cuerpo estuviera preparado... Pasó junio, julio, llegó agosto y nada ... Así que empezamos a constatar que quizás nuestros tres hijos eran obra de una suerte tremenda, que quizás eso de que lograr un embarazo a la primera era terriblemente difícil y que lo "normal" es no conseguirlo tan rápidamente fuera cierto... Fueron meses en los que mi tristeza fue encontrando los poros por donde salir, lloré y comenté con quien me quiso escuchar como me sentía, y el duelo se fue gestando. Ahora, sé que no podría haber sido de otra manera, porque un nuevo hijo no podía llenar el hueco del que hubiera llegado a ser, aunque mi obsesión era no vivir la llegada de mi supuesta fpp vacía, porque no lo hubiera soportado. Algunos dicen que no es lo mismo pasar por una experiencia así sin hijos, porque la soledad y la incertidumbre de si podrás llegar a tener una familia algún día hacen que todavía pese más la pérdida, pero yo me sentía igual de perdida y dolorida que las que no tienen hijos e incluso sin el derecho a llorar porque mis hijos no podían saber que algo malo había sucedido. Cada abrazo de mis hijos me recordaban lo lejos que estaba de sentir los abrazos del hijo que habíamos perdido... ésos jamás iban a llegar y a cada momento me lo recordaban todas las embarazadas de mi alrededor, las que se iban quedando a partir de mi pérdida y sobretodo las que estaban igual que yo, puesto que me recordaban sin querer, constantemente, que yo debería estar igual que ellas.

Algunas mujeres optamos por no contar estas experiencias tan tristes, porque, como me dijeron una vez, un aborto está relacionado con los 4 grandes tabúes de nuestra sociedad: sexo, sangre, tristeza y muerte... y es cierto que, de alguna manera, yo sentía que a la gente no le interesa este tipo de "historias", así que no escuchan y ponen el piloto automático: mejor ahora que más adelante, eso es que no iba bien y mejor que la naturaleza haya tomado una decisión por ti, ya tienes hijos maravillosos, ya vendrán más.. eso no es lo que quería oír. Yo quería un abrazo, un simple lo siento o una mirada cómplice del dolor que sentía... pero la vida sigue, no se para a esperar que tomes aire, así que hay que ser duro, olvidar el "incidente" y mirar hacia adelante. En eso sí que facilita las cosas tener más hijos, porque por ellos escondes tu tristeza y tus ganas de encerrarte en tu habitación a oscuras hasta que salga el sol cuando la tristeza se haga más llevadera, que en algunas es más pronto y en otras más tarde.

Así nos plantamos en setiembre, otra vez con los TO en mano, el calendario en la mente, y nuestras ganas de encontrar nuestros nueve meses de felicidad que debían preceder a la llegada de nuestro último miembro de la familia. Y al final llegó tan esperado premio... aunque esta vez el TE me lo volví a hacer yo sola por si algo no marchaba bien, y la raya salió mucho más marcada y más rápidamente que en la vez anterior y me sentía muy embarazada al salir de hacerme la prueba. Pensábamos y confiábamos en que si superábamos la prueba inicial, la primera eco que nos confirmaría que esta vez sí había embrión, lo demás ya lo habíamos vivido en otras ocasiones y estaríamos más relajados, que viviríamos este embarazo con felicidad y confianza propias de los padres que tenemos ya más hijos... Pero no, la inocencia se había perdido, y ahora somos totalmente conscientes de que a cada paso que damos, el suelo puede no ser firme... y aunque no hay indicios de que algo vaya mal, siempre el temor hace tambalear la seguridad del que está informado y es experimentado.

Para este embarazo, todo es condicional: si todo va bien, en semana santa... si llegamos al final, en junio haremos... yo no acabo de sentirme segura, ahora sí que me siento como una bomba de relojería y me voy poniendo metas: si llego a la semana 12 y hay latido, si en la 16 continua habiendo latido, si a las 20 todo está ok...si, si , si... y esto no puede ser! lo sé... también soy consciente de que no debo alarmarme innecesariamente, que sin nada que me indique que algo va mal, no hay nada que yo pueda hacer tampoco para prevenirlo... Son 19 semanas ya en los que sólo me siento bien cuando estoy en la consulta y oigo su corazoncito diciéndome que está ahí. He tenido muchas molestias desde la semana

5 y hasta la 14, y aún ahora las tardes son pesadas, con alguna que otra angustia que puedo controlar con chicles de menta (y yo odio la menta!)

Está siendo un embarazo largo, denso, inquietante y sin querer, lo oculto bajo anchos abrigos, no quiero que la gente lo sepa porque no estoy segura de él... En este,lo que menos me preocupa es el parto, porque sé que es lo que quiero y con quién lo quiero, eso me quita un gran peso de mi mochila. Mi gran lucha día a día reside con conectar con este bb, que me envíe señales de que sigue bien, de que los dos lo vamos a conseguir.

Tengo el mismo temor que cuando me subo a una atracción, en la que cada vez estoy más lejos del suelo... cada semana que pasa, es una semana menos para llegar a la franja del no riesgo, pensando en que si algo sucede, a partir de tal o cual semana mi bb podría salvarse si algo sucede, pero por otra parte, es una semana más que aumenta mi grado de dolor y tristeza por si al final se echa a perder, porque voy pasando más tiempo con él/ella y más se unen nuestros corazones.

Vivo un embarazo tan consciente y tan poco inocente, que sufro por todo, pero sólo por dentro... el resto del mundo no sabe nada.

Espero que a finales de junio todo se desaparezca cuando tenga a mi pequeñ@ en brazos y lo podamos oír llorar por primera vez... entonces, descansaré feliz después de todo este largo trayecto.

(Incompleto)