531

La historia de Rosa, la llegada de Adrián

Adrián 2 de junio de 2011

Y aquí va el parto de Adrián, más doloroso aún por el hecho de que yo estaba mejor informada y preparada, y estaba preparando mi plan de parto para llevarlo al ginecólogo (que igual pensáis que lo dejé para muy tarde, pero veréis porque) y al hospital en la revisión que tenía prevista para la semana 38, pero como este peque tenía prisa nació de 36+6 y no me dio tiempo terminarlo y presentarlo. Y que es probable que yo me equivocase, y debiera haber cambiado de hospital, no sé, tengo sentimientos de culpabilidad.
Al poco de que me quitaran las grapas de la cesárea de Paula, la ginecóloga que me atendió con su embarazo y parto dejó de atender en el hospital, y me asignaron una nueva gine.
Con esta nueva doctora la cosa pintaba bien. Desde el principio me dijo que mi cicatriz estaba muy bien, que me había curado bien, que me estaba recuperando muy bien, pero que si quería tener más hijos que esperase al menos un año para garantizar que la cicatriz estuviese bien del todo.
También le pregunté desde el primer momento si el hecho de que mi niña hubiera nacido por cesárea implicaba que si volvía a quedarme embarazada me hicieran una nueva cesárea, y ella me dijo siempre que no, que si me quedaba embarazada y mi embarazo iba bien, y mi bebé se colocaba correctamente sería un parto vaginal. Y yo tan contenta de haber tenido la suerte de tener una nueva doctora que me dejase tener un PVDC. Y esto se ha mantenido así hasta la semana 35 de mi embarazo. Al llevarle la eco de las 35 y volver al tema del parto, me dijo que tenía que verlo, que revisando el informe de la otra compañera ha visto que fue una cesárea por DCP, y claro tenía que valorarlo, valorar el tamaño de mi pelvis en la ecografía que me iba a hacer en la semana 38, con los monitores… Todo esto cuando estaba a un mes de dar a luz (aunque al final fue menos) Me sentí engañada, no sabía que hacer, me puse nerviosa, y por eso empecé a preguntar a unos y otros en el hospital.
Bueno, mi embarazo ha ido muy bien hasta la semana 30 que me diagnosticaron diabetes gestacional. No había porque preocuparse, dieta, ejercicio y controles de glucosa. Y todo iba muy bien, mis niveles de glucosa estaban muy bien, baje un poco de peso (a pesar de no haber cogido demasiado) y el bebé no estaba grande, estaba ya colocado correctamente…
Con la diabetes me dieron la baja médica para que descansara un poco antes del parto y me centrara en mi dieta, el ejercicio mañana y tarde, y no descuidar el control de la glucosa.
Pues cada día, desde el mismo día que empecé con mi dieta y mi ejercicio, andaba 4 Km por las mañanas después de dejar a Paula en el cole y andaba otra media horita por las tardes. Y estas caminatas me sirvieron para estar absolutamente conectada a mi cuerpo, a mi mente y a mi bebé. Y cada día he sido consciente de que esta vez mi cuerpo sí estaba listo para dar a luz a mi hijo por parto vaginal, tenía (y tengo) total confianza en mi capacidad para tener a mi hijo y en la capacidad de mi hijo para nacer.
En este embarazo, hice los cursos de preparación al parto en el mismo hospital donde iba a dar a luz. Y esto ha sido yo creo que una de las mejores experiencias de este embarazo, porque he conocido a un grupo de matronas (hombres, no mujeres, lo cual me sorprendió mucho al principio, pero me alegró después) que son grandes profesionales que confían en la capacidad de las mujeres para tener a sus hijos, no como otras mujeres como ginecólogas, comadronas.
Gracias a uno de ellos en concreto afiancé aún más mi confianza en mi capacidad para parir. Le hablé de cómo fue mi primer parto, de mis dudas de tener a mi hijo en ese hospital, de mi temor a una nueva cesárea. Me tranquilizó saber que de las 8 matronas del hospital 6 son de su misma opinión (aunque 2 son de las viejas, de la mentalidad de que las mujeres no tenemos que intervenir en nuestro parto). También me tranquilizó saber que ellos son partidarios de PVDC (las matronas, no todos los ginecólogos) que me dejarían intentarlo, que si al final era cesárea el padre estaría con el bebé mientras yo estuviera en reanimación, y que podía pedir a la dirección del hospital y al ginecólogo permiso para que el padre entrara en la cesárea (una de las cosas que no me dio tiempo a acabar) Gracias a él supe lo importante que era centrarme en mi parto vaginal y olvidarme de la anterior cesárea, y lo importante que era que estuviera conectada a mi bebé2. Y también me recordó que tenía voz y poder de decisión en mi embarazo, que no era el ginecólogo quien decidía sino yo. La verdad es que ha sido casi más un amigo, porque he podido pedirle consejo, y porque ha tratado de ayudarme en todo momento sin conocernos de nada.
Bueno que me voy por las ramas, voy a hablar del día del parto.
El día que di a luz me levanté rara, con mal cuerpo, me había levantado varias veces al baño por la noche. Pero no pensé que me fuera a poner de parto, pensé que igual la cena no me había sentado del todo bien.
Levanté a Paula para ir al cole, la vestí, la preparé el desayuno como cada día, y la dejé desayunando mientras me iba a duchar.
En la ducha noté como algo goteaba por las piernas y no era el agua de la ducha. No me lo podía creer, empecé a llorar porque otra vez se rompió la bolsa y no tenía contracciones. Como perdía muy poco líquido pensé que después de dejar a mi peque en el cole me iba a ir a andar como cualquier otro día, para favorecer la aparición de contracciones.
Desperté a mi chico, y le dije que otra vez había roto la bolsa, que no tenía contracciones pero que se viniera conmigo a andar. Él me dijo que nos fuéramos al hospital, pero yo no quería ni oír hablar del hospital.
Estando en el cole, con las otras mamás de las amigas de mi hija, mis amigas también porque se han mostrado súper dispuestas a ayudarme, una de ellas me dijo que mi tripa estaba muy abajo y les dije que estaba perdiendo un poquito de líquido y como no tenía contracciones me iba a ir a andar. Otra de ellas que es enfermera me dijo que no fuera tonta, que me fuera al hospital que no significaba que me fuera a quedar ingresada, igual me mandaban a casa. Y yo me puse a llorar desconsolada porque no quería ir así, me daba un miedo terrible que todo fuera igual que con Paula.
El caso es que me fui a casa, y empezaron a llegar las contracciones, muy flojas pero al menos las tenía, ya no era igual que con mi niña.
Preparé la mochila de mi peque, avisé a una de mis amigas para avisarle de que recogiera a la niña en el cole si yo no iba, llame al matron para saber quién estaba en el hospital pero no pude hablar con él, y después de casi dos horas, con las contracciones cada 20 minutos, pero ya con cierta intensidad y perdiendo líquido decidí irme al hospital (casi más por la preocupación de mi chico que por mis ganas de ir al hospital).
Llegué al hospital con las contracciones igual cada 20 minutos igual algo menos, pero ya más intensas, y disfrutando en cada una de ellas porque esto no lo había sentido con mi niña, estaba siendo plenamenteconsciente de las ganas de nacer de mi hijo, y consciente de que mi cuerpo estaba listo para tenerlo.
Me pasaron a monitores, 15 minutitos nada más. Después pasé con la ginecóloga de urgencias, que me hizo el tacto de rigor (jo como duele, y que manía de decirte no te subas, aguanta un poco, si te subes te hago más daño, lo que tienes que hacer es bajar el culo. Igual sería mejor explicarte que es lo que te van a hacer, para que sirve, que duele y que intentes relajarte un poco para que duela menos, igual así consigo estar algo más tranquila) No había dilatado aun dos centímetros, pero al haber roto la bolsa, pues ya me tenía que quedar.
Me preguntaron, afortunadamente, si quería el enema y les dije que no, que lo que quería era tener un parto normal. Otra de las ginecólogas que estaba por allí enseguida supo quién era yo, porque como había andado preguntando por ahí por el parto después de cesárea. Como no quería enema dijeron que debían avisar a la matrona (al matron en este caso) para decirle que me bajaban directamente a dilatación. Al escuchar su nombre sentí una gran alegría porque era uno de los matronos de mis clases de preparación al parto, así que supe que me iba a dejar parir a mi bebe.
Cuando llegué a dilatación me preguntó: Rosa que es lo que quieres? Y yo le dije, yo quiero parir, quiero tener a mi hijo, quiero que al menos me dejen intentarlo, que pueda ir a mi ritmo. Y ya está eso fue todo, no hacía falta nada más. Las salas de dilatación estaban ocupadas por otras chicas que iban a tener a sus bebeé, y me prepararon una cama por allí improvisada. La auxiliar que estaba con el matron era muy amable, se presentó por su nombre, me dijo que la podía llamar para lo que necesitara, vino a verme varias veces, en fin que se preocupaba por que yo estuviera cómoda y bien. Me dejaron andar por los pasillos, y por los paritorios mientras estaban vacíos. Tuve contracciones, las mayorías flojitas, suaves que se aguantaban muy bien, pero tuve dos o tres bastante intensas, pero como estaba de pie, pude caminar, doblarme, ponerme en cuclillas, lo que me pedía el cuerpo. El mismo matrón vino a ponerme la vía por si después lo necesitaba, ya que de momento no tenía suero ni epidural ni nada. Después rellenamos los papeles del bebé juntos, hubo un parto y me pasaron ya a la sala de dilatación.
Me puso los monitores y me preguntó que quería de nuevo. Le pedí la pelota para estar más cómoda (la verdad es que llevaba meses en casa haciendo ejercicios con la pelota, otro motivo más para estar segura de que podía parir) me la trajo y allí me senté a tener mis contracciones y a ayudar a mi niño a que se colocara correctamente.
Hasta los 3 cm las contracciones eran bastante flojas, muy llevaderas, pero a partir de ahí empezaron a venir con mucha fuerza. Aguanté algunas y el matron me ofreció ponerme la epidural cuando yo quisiera, que le avisara. Aguanté un poco más, pero al final si decidí pedirla pero le pedí al matron que fuera en una dosis que me permitiera seguir en la pelota haciendo los ejercicios. Al ponerme la epidural tenía que ponerme la oxitocina para que no parasen las contracciones, pero me puso muy poquita, para interferir lo menos posible.
El matron me hizo otra exploración y solo estaba de 4 cm, solo había dilatado un cm más, pero aunque iba despacio, iba bien al ritmo que mi cuerpo y mi niño estaban marcando. Acababa su turno en ese momento y entraba una compañera. Él se despidió de mí dándome un beso y un abrazo y me dijo: “yo creo que sí que vas a parir, que puedes hacerlo, hablo con la compañera que entra ahora y le cuento como vas para que sigas a tu ritmo con tu parto”.
Me dijo que me quedara un poquito en la cama, que llevaba mucho tiempo con la pelota, y luego la volviera a coger, que no había problema (ojala hubiera sido así).
Y hasta aquí todo bien, pero a partir de este momento todo se torció…
Cuando llegó la “compañera” me quedé helada, me paré, todo mi cuerpo paró, todo el trabajo que llevaba hasta ese momento paró. Era la misma matrona que estuvo en el parto de mi hija, la misma que me tuvo 10 horas tumbada sin dejarme mover durante toda la dilatación, la misma que me dijo que me hiciera mis cositas encima. Me quería morir, no podía creer que tuviera tan mala suerte, joder con 8 matronas que tiene el hospital y me tiene que tocar otra vez con la bruja esta!
Nada más llegar le dije que me diera la pelota de nuevo, y me dijo que no que como ya tenía la epidural no me daba la pelota. Le expliqué que el otro matron me había dejado hacer la dilatación con la pelota y que quería seguir con ella. Y me dijo que es que “él es muy bueno y os deja hacer todo lo que vosotras queréis, pero bajo mi responsabilidad no te dejo la pelota porque te puedes caer” y yo le dije que para eso estaba conmigo mi pareja, para ayudarme y sujetarme. Pero no me la dio, se fue relatando algo que no entendí, y me remató con un “ay hija, aquí cada maestrillo tiene su librillo” y me colocó tumbada mirando a la pared y se piró. Así, sin más.
En ese momento quería llorar, gritar, salir del hospital, quería que fuera todo una de las pesadillas que había tenido últimamente. Pero fueron unos minutos solamente, decidí que yo había hecho muy buen trabajo hasta ese momento y que no se lo iban a cargar. Le dije a mi novio que le dijera que me dolía la tripa estando en esa postura y que quería sentarme, si no había problema. Y me dejó.
Durante el tiempo que estuve tumbada, una hora o menos proximadamente,no tuve ni una sola contracción, ni dilaté más ni nada.
Al sentarme volví a centrarme en mi bebé, en sentir las contracciones, y en buscar la forma de ayudar a mi hijo a colocarse correctamente para nacer. Con las contracciones iba moviendo las caderas, no dejé de mover las piernas, y fui dilatando. Y durante ese tiempo la matrona no paró de entrar cada rato y subirme la oxitocina con sus comentarios “es que este…. te ha puesto muy poca oxitocina y así no hay más contracciones, y los bebés sin contracciones no salen”. Claro había prisa por vaciar las salas de dilatación, no sé porque, yo no tenía ninguna prisa y me imagino que las otras dos chicas tampoco, pero los médicos sé, como si fueran a parir ellos.
Antes de llegar a completa (otra vez dilaté completa, igual que con mi hija) la escuché decir “bueno venga, vamos a empezar con los enemas, a ver si vamos vaciando esto”. Cuando entró en mi sala le dije que no quería enema y me dijo con un tono que me jorobó muchísimo “mira bonita, te voy a contar una cosa por si no la sabes. Hay unos bichitos que se llaman estreptococos y que están en la caca, que pueden complicarle la vida a tu bebé al nacer” y yo le dije que lo sabía pero que no quería el enema, además que el exudado había dado negativo. Y me dijo, bueno vale, lo respeto, pero yo ya te he informado de los riesgos (como eres tontita).
Ojalá me hubiera respetado y me hubiera dejado seguir a mi ritmo con la pelota sin meterme tanta oxitocina…
Y llegó la última exploración. La verdad es que pongo muchos de los comentarios que me hicieron, pero es que yo creo que es lo que más daño me fue haciendo y aunque pase el tiempo no se me van a olvidar. Bueno me dijo “yo no soy amiga de daros muchas explicaciones, porque para que (claro, pensé yo, si somos tontas y no pintamos nada en el parto, venimos solo para acompañar al bebé) estás completa, pero el bebé no está encajado del todo, así que ahora lo que vamos a hacer es colocarte en diferentes posiciones para ayudarle a que se coloque”. Era lo único sensato que le escuché a esta mujer en todo este tiempo.
Así que tumbada, con una pierna estirada y la otra flexionada, durante un rato y luego cambio al otro lado.
Vino la ginecóloga para ver que tal estaba todo, por si estaba lista para parir. A ver, empuja, empuja como si hicieras caca… Y todo estaba bien, iba a parir a mi bebé, había que pasarme al paritorio.
Y para allá que fuimos, yo era la persona más feliz del mundo porque a pesar de los contratiempos iba a tener a mi hijo que era lo que más quería en el mundo. Pasamos al lado del quirófano y le dije adiós con la mano, porque no iba a entrar ahí otra vez.
Durante los pujos me hice caca, horror, tan temido por la matrona, que aprovechó para regañarme “ves te lo dije, pero como no has querido el enema, mira cuanta caca, anda vamos a limpiar esto rápido para no complicar al bebé”.
Cuando me colocaron en la camilla estaba tumbada, horizontal y le pedí a la enfermera que me colocaran más vertical y pasaron de mi completamente.
Y empezamos con los pujos, y yo empujaba fuerte, pero decidieron que no era suficiente así que otra ginecóloga me iba a “ayudar”.
Yo empujaba fuerte, muy fuerte, y gritaba y me decía mi ginecóloga no grites que se te va la fuerza por la boca y céntrate.
Alguien dijo “córtale ya porque si no, no sale” o algo así y la doctora dijo que no que de momento iba a esperar a ver como progresaba. Menos mal, otro punto de sensatez, si le hubieran hecho caso me hubiera venido a casa con episiotomía y cesárea, que contradicción verdad?
Y seguía empujando y de vez en cuando gritaba y me decía que no grites que se te va la fuerza. Y llegaron otros dos médicos, y a una de ellas la mandaron a ayudarme con los pujos. Y luego un comentario que me dejo seca “uf, que poco me gusta esta pelvis”. Yo empujaba, mi novio ni siquiera estaba a mi lado, le habían colocado en un sitio donde no estorbara, a 2 metros de la camilla. Y yo empujaba, y una de las médicos apretándome la tripa, haciéndome más daño que favor y venga aprovecha las contracciones que te vienen de dos en dos, cuando acabes una coge aire y empuja de nuevo sin parar, y me aprieta la tripa y me duele pero yo empujo y grito y ellas que no grites que no haces fuerza y te haces daño en la garganta, y pido agua y me dicen que no que es porque estoy haciendo fuerza con la garganta, y saca los talones hacia afuera y pon el culo hacia el suelo, y, y, y. Joder que digo yo que cuando pedí que la camilla o potro o como se llame estuviera más vertical me la podían haber colocado y así tenía el culo hacia el suelo, pero en ese momento no podía ni hablar, solo pensaba en empujar).
Y entonces la ginecóloga dijo que me iba a ayudar, y sacó unas palas para coger al bebé. Pero al parecer no podía cogerle porque bajaba y volvía a subir.
Y aunque parece que fue más tiempo, todo esto pasó en la friolera de 5 o 6 minutos!!!
Y pasó.
No me lo podía creer, no quería escuchar lo que acaban de decir: hay que pasarla a cesárea, este niño no sale, venga rápido.
Y empecé a llorar, y a pedir por favor que no, pero daba igual ya lo habían decidido y preparado. Mi hijo no pasaba por mi pelvis y nadie estaba dispuesto a esperar ni por él ni por mí. Lloraba sin parar, temblaba sin parar, mi novio ya no estaba, ya estaba sola otra vez.
Alguien preguntó que porque lloraba, y le dijeron que es que ella quería parir, quería tener un parto normal. Me dijeron que debía tranquilizarme, pero era imposible, era una pesadilla hecha realidad. Y seguía llorando, y llamaba a mi madre a mi novio, y pensaba en mi hija, y lloraba porque me sentía (y me siento) una mierda, inútil, incapaz, inservible ni para parir a mis hijos.
Y llegó el anestesista y preguntó porque lloraba, y le dijeron que yo quería un parto normal. Y el muy gilipollas por no decir otra cosa, va y me suelta con un tono burlón “bueno pues deja de llorar, fíjate que yo ni siquiera puedo quedarme embarazado y tenerlos esos 9 meses y no lloro”. Mis manos, afortunadamente para él, ya estaban atadas. Ojalá no lo hubieran estado porque en ese momento lo que quise hacer fue intentar cogerle y darle un puñetazo en toda su p… boca. Lo único que pude hacer fue levanta la voz y decirle DEJAME LLORAR TRANQUILA JODER. Y todos se callaron. Por fin tuve 5 segundos de respeto.
Después vino otro tipo, no sé si era médico o enfermero o que. Se colocó al lado de mi cabeza e intentó tranquilizarme, me hablaba muy suave, me dijo que intentará relajarme, que lo había intentado y que lo había hecho muy bien. Le pedí por favor no estar sola en ese momento y él me dijo que aunque él no era la compañía que yo quería, no iba a estar sola. Me preguntó que significaba el tatuaje de mi brazo, y me preguntó el nombre de mi hijo, y me dijo, pues ahora te lo tendrás que poner en el otro brazo. Y mientras todos los demás seguían hablando como si yo no estuviera allí, mientras que seguía llorando y teniendo contracciones, y alguien pidió silencio y por fin bajaron la voz.
Después vino la pediatra y se presentó. No recuerdo su nombre, me acuerdo de ella porque fue la única persona que se dignó a decirme quien era. Recuerdo que cuando estaba intentando tener a mi hijo, llegó un chico joven, al que también colocaron donde no molestara, pero a mirar.
Imagino que era un estudiante en prácticas. Nadie me preguntó si me importaba que estuviera allí mirándome el culo. Le miré dos segundos y en sus ojos había más vergüenza que otra cosa.
La pediatra me dijo que en cuanto naciera mi hijo me lo iba a acercar para que pudiera verle y darle un beso. Y fue mentira, otra mentira más porque ni siquiera lo vi.
Cuando empezaron a cortar me dolía, igual que con Paula y se lo dije, me duele, eso que me estáis haciendo me duele. Y entonces me durmieron, o yo que sé, porque no podía respirar, y se lo dije, es lo último que pude decir, me faltaba el aire pero les pude decir que no podía respirar, me estaba ahogando.
Y ya desperté en reanimación, otra vez sola, sin mi hijo. Temblaba, tiritaba no podía parar, con la tensión por las nubes. Esta vez si había enfermeras que fueron amables conmigo. Una de ellas me dijo que debía tranquilizarme que si seguía en ese estado no iban a dejarme ir a la habitación con el bebe, porque no podían dejarme subir a mi habitación si mi tensión seguía tan alta. Después vino otra enfermera, y me preguntó porque lloraba, y le dije que yo quería tener a mi niño yo, y que no quería estar ahí sola más tiempo. Ella para intentar consolarme me dijo que pensara en lo afortunada que era de poder llevarlos dentro, que ella era una de tantas que había tenido que viajar a miles de kilómetros para poder tener un hijo, y que jamás experimentaría lo que es un embarazo. Y ahora ni entonces me consuela pensarlo. Sé que soy afortunada por poder quedarme embarazada, pero la culminación del embarazo es el parto y por dos veces me lo han arrebatado, y eso es lo que me duele más profundamente. Además los efectos de la anestesia fueron brutales, no podía controlar mi cuerpo, tenía un frio horrible aunque ellas me decían que mi cuerpo estaba caliente y mi temperatura era normal; temblaba de una forma incontrolable, no podía controlar el temblor de mis brazos, y mi mano se movía sola en unos espasmos horrorosos.
Y pasaron cuatro horas, y estaba agotada, y mi tensión empezó a bajar, y los temblores eran más flojos y pude empezar a controlarme. Vino la ginecóloga a verme, y me contó que al abrirme para sacar al niño vieron que mi anterior cicatriz se había ido pegando a la vejiga, que estaba llena de adherencias, y al ir quitándomelas me habían hecho un pequeño desgarro en la vejiga y que me habían puesto una sonda que tendría que llevar al menos 2 semanas. Como yo estaba muy nerviosa, pues ya se lo había explicado a mi marido para que el me lo contara bien cuando estuviera mejor.
Lo que me faltaba… más mierda no podía sentirme.
Y por fin me subieron a mi habitación. Y allí estaba mi pareja, pero no estaba mi hijo. Me dijo que nada más nacer le llevaron al nido y a él también y estuvieron los dos juntitos durante una hora. Pero el resto del tiempo no, estuvo solo. Las enfermeras dicen que fue muy bueno y no lloró nada, así que afortunadamente no le dieron ningún biberón.
Mi pequeño se cogió al pecho enseguida, lo cual fue muy reconfortante para mí. Pero claro, con el dolor de la cesárea más la bolsita que me habían puesto de regalo, mi movilidad era bastante reducida, así que en tres días tuve unas grietas en los pezones que me mataban de dolor.
Por la mañana vino la ginecóloga de guardia, que me había visto el día anterior (la que ya sabía de mí por mis preguntas). Me dijo que las grapas estaban muy bien, que tenía pinta de que iba a cicatrizar rápido y bien. También me dijo que la sonda la podía llevar hasta un mes, dependiendo de lo rápida que fuera la recuperación. Y me dijo que esa misma mañana ya me sentara en la cama con las piernas fuera de ella, y que después de comer me bajara de la cama hasta la silla. Y por la tarde que me duchara y caminara por la habitación, y al día siguiente caminando por todo el pasillo. Que tenía que hacerlo para recuperarme rápido.
Y estuve 4 días en el hospital. El viernes por la tarde mi hija vino a conocer a su hermanito, su carita era alucinante, estaba flipada con el hermano tan pequeño. Pero quería que yo la cogiera y no podía, y quería que me levantara con ella y no podía, y cada vez me sentía peor.
Cuando me levanté para ir al baño, para hacer que ella se sintiera mejor, le pedí a mi niña que me diera la mano y me ayudara a caminar. Y ella iba muy despacito a mi lado, y me decía, vamos mami, que te voy a ayudar vale?
Estos 4 días mi niña estaba desesperada porque no estaba en casa, y nosotros tampoco, ni su hermanito nuevo. Y yo no estaba igual, desesperada por salir de allí, 3 noches sin parar de llorar, sin poder dormir sin poder moverme cuando mi hijo empezaba a llorar… En casa iba a estar igual de mal físicamente, pero al menos estaría en mi casa.
Y el domingo nos dieron el alta y nos fuimos a casa. Pero en cuestión de 2 horas tuvimos que volver al hospital porque Paula estaba malita, laringitis.
Pero al llegar a casa no todo fue mejor, porque las grietas me dolían tanto que lloraba, y no podía darle el pecho, no soportaba el contacto de su pequeña boquita en el pecho. Y esto me hacía sentir mucho peor, porque no quería fracasar en la lactancia también. En un momento en el que lloraba, mi chico pensando que me decía algo bueno, me dijo que si no podía darle el pecho que no me preocupara, que con biberón y ya está, no pasa nada. Y me sentí hundida. Pero entonces saque fuerzas, y dije NO, esto sí que no me lo puede arrebatar nadie, ni médicos ni matronas ni nadie.

No me han dejado parirlo, pero aunque yo me muera de dolor y me desangre por los pezones, yo voy a amamantar a mi niño. Y lo he conseguido, mis grietas están curadas y mi niño se cría con lactancia materna exclusiva.
Los tres primeros días en casa han sido muy difíciles, porque mi niña no paraba de llorar desde que se levantaba hasta que se dormía. Y no paraba de pelear con su padre, y yo no podía soportar escucharles discutir, y al intentar tranquilizarla, terminábamos enfadadas las dos, y las dos llorando. Y entre tanto las molestias de las grapas, la sonda, mi cabeza que no dejaba de volver a la cesárea constantemente, sin dejarme pensar en nada, y el bebe agarrado a mis doloridos pechos… Pero afortunadamente al cuarto día todo se tranquilizó un poco.
Dos semanas después de no dar a luz, me quitaron las grapas (2 semanas, que pasada) y me sentí un poco mejor. La ginecóloga me ha pedido que en la siguiente visita le lleve una foto de mi bebé. Y una m…., no la esperes, igual que no esperasteis por nosotros, por el poco respeto que habéis tenido hacia mi cuerpo, por la falta de confianza en mi capacidad para parir y en la de mi hijo para nacer. De hecho no va a haber siguiente visita, ya estoy buscando otro ginecólogo.
Ese día lloré de nuevo de forma desconsolada, porque lo reviví todo con cada grapa que me quitaba. Mi novio me dice que no puedo seguir así, triste, que es algo que pasó que me desahogue pero que no le de más vueltas. Ojalá fuera tan fácil, pero es que cada mañana me veo en el espejo, y ahí tengo mi recordatorio para toda mi vida. Y no es necesario que me mire y vea la cicatriz, bueno las cicatrices, las que me duelen de verdad son las que han dejado en mi corazón y mi cabeza.
Al día siguiente de quitarme las grapas fui a quitarme la sonda. Primero me hicieron una prueba para comprobar que estaba bien cicatrizado y no había fugas, y después me pasaron con el urólogo para que me quitara la sonda. El urólogo me dijo que había cicatrizado perfectamente, y me quitó la sonda. Al ver la cicatriz de la cesárea, me dijo que tenía muy buen aspecto a pesar de lo fea que es esa intervención. No sé si el comentario era `para animarme o que.
Le pregunté si podía volver a suceder lo mismo otra vez, que me cicatrizara en la vejiga y me sentenció: no me dijo ni sí ni no, solo que por eso me habían recomendado (¿Quién?) no volver a quedarme embarazada, porque si había otro embarazo al volver a abrirme (¡¡¡¡que???) podían cortar la vejiga.
Como que al volver a abrirme?? Quien recomienda que no me quede embarazada?? Desde luego si tengo otro hijo esto no va a volver a pasarme. No sé si tendré más hijos, desde luego no quiero pensar que no voy a volver a estar embarazada, no quiero pensar que no voy a volver a coger y tocar y besar y oler a un bebé mío. Ahora mismo no voy a quedarme embarazada pero en 2 o 3 años seguro que vuelvo a intentarlo. Y cuando eso pase estaré rodeada de personas que respeten mis decisiones, que respeten mi cuerpo, el ritmo que quiera marcar el bebé para nacer, buscaré un hospital o maternidad que me ayude a tener un PVD2C. O buscaré a profesionales que me ayuden a tenerlo en mi casa. No lo sé de verdad, porque ahora mismo me voy a dedicar a criar a este pequeño y a su hermana de la forma más feliz, y más bonita de la que sea capaz, pero el día que decida tener otro hijo será como yo quiera que sea, y será rodeada de personas humanas y respetuosas.

Y aquí termino el relato del no parto de mi pequeño.

Leer el primer relato