Inducción que terminó en cesárea
Todo empezó cuando estaba de 41 SG, tenía monitores y me examinó una ginecóloga que me dijo que teníamos que programar una inducción porque me dijo literalmente “ en la ecografía parecía que tenía oligoamnios (que tampoco midió) pero que a estas alturas del embarazo era normal, pero bueno…”. Firmé el consentimiento, no muy convencida, después me informé con mi matrona y otra matrona amiga mía y me dijeron que no estaba indicada, entonces acudí a la fecha de la inducción, que era 41+3 SG, y dije que no quería inducirme. Vino a verme el supervisior del servicio de matronas, y le dije que no quería inducirme, y él me dijo “pero si ahora las inducciones se hacen muy bien” y le respondí que me había informado y que por estadística sabía que las inducciones tienen más probabilidad de acabar en cesárea, y me respondió riéndose “has hecho los deberes eh jaja”. El ginecólogo que estaba me dijo que estaba todo bien y podíamos esperar al 41+6 SG que tocaba inducción por protocolo.
En un principio me fui contenta, pensando que seguro que me pondría de parto, porque ya tenía algunas contracciones irregulares, pero ese día no llegó. El día antes, le dije a mi marido que no quería, que me había informado y que no iba a terminar bien, pero mi círculo de confianza, sin saber, me decían que si eso es lo que decían los ginecólogos es lo que se tiene que hacer. Sin estar convencida pero queriendo ser positiva decidí inducirme.
Llegué al hospital y me introdujeron las prostaglandinas (Propess) y me subieron a planta, porque en el Hospital Mateu Orfila no disponen de habitaciones destinadas a las inducciones, y al llegar me encontré que tenía una habitación compartida. En ese punto, ya dije que me iba, que yo de esa manera no me iba a inducir, que si hacía falta que iba con el Propess puesto y a la tarde volvía para hacerme un control. La ginecóloga que estaba en planta me invitó a irme pero la matrona me dijo que no podía y me iba a buscar otra habitación.
Al ponerme en una habitación individual y hacer unos cuantos ejercicios, empecé a tener contracciones cada vez más regulares y más fuertes, hasta que rompí la bolsa. En un principio me asusté porque las aguas estaban un poco teñidas, y me bajaron a paritorio corriendo. Al llegar, la matrona de guardia no le dio especial importancia al color de las aguas, porque eran un poquito teñidas solo, dudó si devolverme a planta porque aún no eran cada 5 min las contracciones pero al final decidió que me quedase en paritorio. Le dije que si la cosa iba bien no quería oxitocina, y su respuesta fue “pero has venido a inducirte, no?”
Fue entrar en paritorio y la cosa se empezó a animar, incluso demasiado. Las contracciones no paraban, demasiado seguidas y sin descanso. Decidió ponerme una medicación para parar un poco las contracciones, pero no fue demasiado efectivo y me dijo “quieres la epidural? Porque no vas aguantar”. En ese momento no me dí cuenta pero luego entendí que ni se había leído el plan de parto, ya que era la última opción, pero mi marido tampoco fue capaz de decirle nada y yo en ese momento estaba fuera de si. Acabé aceptando la epidural y estuve en la cama cambiando de posición, aun notando las contracciones pero en menor medida. Parecía que todo iba bien, iba dilatando, hasta que el monitor empezó a pitar, le bajaba la frecuencia cardíaca al bebé, me cambiaban de posición y remontaba, y así unas cuantas veces. Le pregunté a la matrona si era norma y me dijo que sí, quitándole hierro al asunto y me hizo un tacto , “Estas de 7cm casi 8cm” y yo solo pensaba “ya está hecho, un poco más y tendré a mi bebé”, en una de estas la frecuencia bajó y la matrona le estimuló rascándole la cabeza, remontó pero supongo que al final se cansaron y avisaron al ginecólogo de guardia. Le dije a mi marido, me dirá que cesárea, y efectivamente. Me explicó que dado el registro y las aguas teñidas era mejor cesárea.
Busqué en los ojos de mi marido una respuesta, finalmente aceptamos, aunque tampoco me pidió mi consentimiento informado, fue un simple “tenenmos que hacer una cesárea”. Al aceptar la habitación se llenó de gente, a mi marido lo sacaron de allí. La enfermera circulante preguntó si era urgente, la matrona dijo “sin prisa pero sin pausa”. Entré a quirófano, me ataron los brazos y desde allí recuerdo una sensación de horror y sin parar de llorar. Escuche un llantó muy fuerte, un APGAR 9, pero no me dejaron estar piel con piel con mi hijo, ni a mi marido.
Al salir, dije que había sido una experiencia horrible y la enfermera circulante me dijo “no digas eso! Que ya tienes a tu bebé”. Me sentí una madre espantosa por pensar eso y en ese momento me destaparon el tronco superior y me engancharon a mi bebé, o eso decían porque tampoco lo había visto. Con un APGAR 9-10-10 se llevaron y lavaron a mi bebé sin poder hacer piel con piel ni con mi marido, no respetaron el pinzamiento óptimo del cordón y no dejaron entrar a mi marido a quirófano aunque finalmente el ginecólogo dijo “bueno al final ha sido una cesárea preventiva”.
Ahora, casi 4 meses después, físicamente estoy totalmente recuperada pero por el contrario, psicológicamente nunca he estado peor. El grupo postparto me ayudó a compartir la experiencia y sanar un poco, pero aún me queda mucho camino. Las cosas que he aprendido de este viaje son que los profesionales no te informan objetivamente, debes hacerlo tú, tienes que tener un acompañante que vele por tus intereses ya que en el momento del embarazo y parto se es especialmente vulnerable y por último y más importante, que no se realice una inducción si no está correctamente indicada, “por protocolo” NO ES UNA INDICACIÓN.