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El viaje más fascinante de mi vida.

Ya estaba pasada (según los médicos), ya que en Chile se considera un embarazo de término desde la semana 37 a la 41, y yo ya terminaba la 41. Pero me decidí a no escuchar a nadie y a esperar que todo siguiera su curso natural. Siempre pensé… cada uno tiene su tiempo.

Por la tarde sentí un pequeño malestar, y me dije wow, parece que ya es el momento, pero la ansiedad de aquellos días me hacía estar un poco dispersa. Siguió el malestar, nada grave, hasta que ví y supe que era el tapón mucoso, eso me daba una clara señal de que pronto comenzaría mi trabajo de parto. Le mandé un mensaje de texto a mi matrona, que me respondió: “Maravilloso, en una hora más te llamo para saber cómo sigue todo”. ¡Me encantó su respuesta! Tan pasiva, sí claro, todo estaba bajo control.

Luego, comenzó a intensificarse el malestar. Llegó mi mamá y nos sentamos a tomar oncecita, yo le conté lo que sucedía, y a ratos tenía que dejarla sola en la mesa porque yo tenía que ponerme en cuatro patas sosteniéndome en el sillón para sobrellevar el dolor, cuando ya pasaba completamente volvía a la mesa y le decía: ...“¿En qué estábamos?”. Así comencé.

La matrona le había dicho a mi mamá que cuando comenzaran a ser muy seguidas, anotara la frecuencia y notara la duración que tenían, así que en eso estaba mi linda madre cuando, ya no supo que más anotar cuando no dejaron de venir las contracciones una tras otra.

En la siguiente escena (Que es como recuerdo todo) yo estaba en la misma posición en mi pieza, pero sin luz. Sintiendo cada contracción, pero muy, muy consciente del dolor y del alivio que seguía a cada una de ellas. Ahora todo es un recuerdo flash, pero así pasaron varias horas. En donde lo que recuerdo es un fuerte dolor en la cola, que en un momento grité: “sáquenme el sacro”, sabía lo que estaba sucediendo y le pedía fuertes masajes a mi mamá que me acompañaba en la habitación junto a la matrona que no sé en qué minuto llegó. Transcurrían las horas en esa noche de Abril, y yo cambiaba de posiciones para proporcionarle al bebé, que en ese momento no tenía nombre, el mejor viaje posible y soportar el dolor que sobrellevaba.

Estuve en tres oportunidades en el agua –Eso fue maravilloso. Tanto, que me asomo de la ducha y le comento a Mariluz (mi matrona), Mari, ya se fue el dolor, y ella tiernamente, me responde: “no cariño, pero alivia bastante”, tenía razón, porque saliendo volvía a sentir todo de nuevo. En otro momento recuerdo, también, que me senté en la taza del baño al revés, pero necesitaba colgarme, entonces tomé rápidamente una toalla y la puse en el fierro en que se cuelga la toalla de manos, que para mi suerte, estaba arriba de la taza. Ahí me colgué, no sé muy bien por cuanto tiempo, y me mesía de un lado al otro, mientras Mari me sobaba la espalda y yo pronunciaba unos extraños ruidos, algo así como un “chucu, chucu”, “rrrrrrr” Siempre respirando y tratando de estar muy consciente en cada contracción, para que no se apoderara de mí el dolor. A ratos me dormía y soñaba, me setí extasiada en varios momentos, como anestesiada o alucinando bajo los efectos de alguna droga, que me veía rodeada de muchas lucecitas en la pieza.

Ya estaba en el final de mi viaje, en donde Mari me guiaba y me decía que era la etapa del expulsivo yo así se lo hacía notar. Yo tenía claro eso. Pero ya estaba tan tan agotada, ya llevaba un poco más de 9 horas en el “trabajo de parto” –Ahora entiendo muy bien su nombre. Y tenía ese impulso de expulsar, pero mi energía no era la misma, entonces cada intento hacía que el bebé se asomara cada vez más, pero no era suficiente. Mari me dijo: “Chiquitita, así podemos estar mucho tiempo, tú tienes la energía, pero haz un último esfuerzo con todo tu ser y ya tendrás al nene en tus brazos”. Asique asentí y seguí intentando, -En este momento tuve mucho miedo, sentía que no lograría sacarlo y yo sabía que él no podía estar mucho tiempo ahí, en el canal de parto. Continué…hice un gran respiro, pero definitivamente, mis fuerzas ya se estaban acabando. (Senti una fuerte conecciòn con mis antepasados mujeres, que todas pasaron por esta transformaciòn); Hasta que sin darme cuenta ellas comenzaron a celebrar, ya veían la cabecita de mi bebe, Mari comenzó a cantarle una canción de bienvenida y me decía: muy bien muy bien, sácalo chiquita, ya está afuera! Mi mamá (emocionadísima) decía: te pasaste Palomita. Mari lo toma y me lo pone en el pecho y yo no cabía dentro de mí, ni las lágrimas me salían, él levantaba su cuello y me miraba con sus ojitos fijamente, yo todavía sentía los latidos pasar por el cordón.

Y ahí nos quedamos absortos, mirándonos el uno al otro. Dormimos todo ese día.