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El parto de Manuel El momento

“A veces lo que más deseas nunca se cumple, y lo que menos esperas que suceda, ocurre”.

Dicen que habré superado todo esto cuando consiga perdonar a las personas que me hicieron daño en EL MOMENTO, nunca fui rencorosa, pero veo que esto me va a costar un poquito más…

Deseaba tanto este embarazo, rectifico, deseábamos tanto este embarazo… Recuerdo que el día que nos enteramos de que esperábamos a Manuel, me desperté a las 7 de la mañana, sobresaltada por un sueño, soñé que me levantaba, me hacía un test, daba positivo, y…. El sueño se cumplió tal cual…

Tuve un embarazo maravilloso, intenté que Sergio formara parte de todos mis cambios, las patadas de Manuel, y como no, de mis cambios de humor y de los llantos a deshoras (que fueron unos cuantos). Teníamos el parto super preparado, hicimos una visita guiada al Hospital Quirón de Murcia. Ay madre, eso parecía un hotel!!! Maravilloso. Una habitación inmensa, una zona para el bebé en la misma habitación donde lo bañarían, y exploraría el pediatra sin necesidad de separarlo de nosotros en ningún momento. Todo era perfecto. Cada viaje que hacíamos a Murcia (porque vivimos en Cartagena) era un poquito más cerca lo que estábamos de Manuel.

Que Navidades mas bonitas pasé, faltaba tan poco… Cuanto menos faltaba para que llegara el gran día más lo imaginaba/idealizaba. Había visto unas cien mil veces esa maldito anuncio de Dodot que hay en internet en el que se ven imágenes de varias mamás dando a luz a sus bebés; ese momento en que te lo ponen sobre el pecho, Uah! que preciosidad.

Ese era el momento! El momento que más deseaba, sentir ese cuerpecito, mirar a Sergio y explotar de felicidad.

El dia 3 de Enero, aun con la resaca del nuevo año, y con mil ganas de empezar el 2016 con mi bebé, me desperté con un terrible dolor. Era horrible, me cubría toda la zona lumbar. Todo lo que tenía de horrible lo tenia de maravilloso! Por fin llego el día. Avisé a Sergio y en seguida nos fuimos camino a Murcia. 45 MINUTOS! me dió tiempo a pensar millones de cosas, mi mente iba a mil por hora. Recuerdo que le decía a mi madre “Este niño va a salir ya, no distingo una contracción de otra! Van muy seguidas!”

Cólico Nefrítico. Inflamación en el riñón derecho, y un poco el izquierdo.

Aquel maravilloso hospital se quedó a nuestras espaldas. Aquella horrible ginecólogo de nombre también un tanto feo, Herminia (y que me disculpen las Herminias) me puso medicación y una frase tipo “ale, a casa a dormir la mona”.

De nuevo 45 MINUTOS de vuelta, pero esta vez, peores que a la ida. La medicación no me hizo ningún efecto y mi cuerpo estaba apunto de explotar. Llegué a casa “a dormir la mona de la señorita Herminia” pero no había forma. ¡Como iba a descansar! La presión, tanto en mi espalda como en mi barriga, era brutal.

Internet me llevaba de cabeza! A las embarazadas nos deberían de quitar los móviles.

Llegamos al Hospital de Santa Lucia una hora después. serían las 15,00h más o menos.

Vías, medicación, monitores… a las 23:00 cuando se cansaron de verme en los box, decidieron dejarme descansar en una habitación. Y allí quede ingresada…

A la espera de que el ginecólogo que me viera cada día (porque nunca repetí con el mismo) no me quisiera quitar las vías y la medicación. Un día a uno le apetecía quitármela y al verme agonizar, el del día siguiente me la volvía a poner. Me daba mucho apuro por la compañera de habitación y su bebé, porque cuando me quitaban la medicación, me era imposible no retorcerme y gritar…

Los Reyes Magos no vinieron a verme. Manuel seguía dentro, aguantando, ayudándome a no caer.

El dia 8 de Enero es el cumple de Sergio. Mis padres tenían preparada una tarta de galletas! Y todo apuntaba a que me darían el alta. (Yo ya estaba cumplida). Me harían una eco, y me iría a casa.

“Nene, enseguida vuelvo y nos vamos a casa”.

No había liquido. Propess a las 11:00 de la mañana. “¿Esto me va a doler?” “En absoluto, esto es solo para que borres el cuello del útero”.

Aquí comienza mi infierno: 12:05h, una hora mas tarde, contracciones muy fuertes cada 5 minutos aproximadamente. Ya en paritario dejan pasar a Sergio. Lo miraba a los ojos y veía impotencia, desesperación, y dolor.

Por aquella habitación pasaban enfermeras que miraban mis documentos y se iban. En silencio. Con rostros neutrales. ¿Yo estaba ahí? ¿Para ellas estaba ahí? ¿O era tan solo una preñada más que se quejaba sin razón?

Aquella habitación fue nuestra por 20 horas. 20 horas así, con las mismas contracciones, sin pausa. “Quiero perder el conocimiento! Como hago para desmayarme!”

Sergio seguía ahí, mirándome, sosteniéndome, queriéndome.

Se hizo de noche, volvió a amanecer. Seguían entrando enfermeras, calladas, sin mirarme. “¿Y si me hacen una cesárea por favor, no puedo mas, llevo una semana ingresada con un cólico, estoy agotada?”

“Anda hija, aguanta un poco más” . ¿¿¿¿Cuánto es un poco más????, y por qué me hablas con ese desprecio? Estaba en las manos de aquella persona!

24 horas. Sábado 9 por la mañana. (He de recordar que esas 24 horas fueron completas de contracciones cada 5/3 minutos. Sin tregua.) Me cambiaron de habitación, a una más cerca de la zona de control. Bueno, esto parece que ya se va acabar. Me ducho. “¿Por favor me pueden traer la pelota de pilates?” Había pasado la mayor parte del tiempo encima de ella, y la necesitaba. En ese momento entra una enfermera, “Esta juventud tanto quejarse, anda nena, que no es pa tanto, esa pelota para que? si eso no hace nada!, menuda tontería”.

¡Pisoteame, desgraciada!

Perdón!!, pero lo que Sergio le dijo en ese momento fue algo así, pero con palabras más adecuadas. Que tenía toda la razón del mundo, pero si que me sentí incómoda, porque estaba expuesta a esas personas! No queria enfadarlas.

Bendita epidural. Si que me temblaba todo el cuerpo hasta el punto de que mi mandíbula se iba de fiesta, pero conseguí DORMIR!!. UNA HORA. 60 minutos.

Venga ve empujando que ahora vengo que ya estas.

Bueno esto me mató. Como que ve empujando??!

En total estuvimos dos horas empujando. “Muy bien cariño, lo estas haciendo muy bien”. De repente era cariño! Me empezaba a sentir a gusto, parecía que empatizaban con mi situación, me sentía comprendida. Empujaba, pero no lo suficiente, yo lo sentía. No tenía fuerzas.

Venga ya esta, necesitamos ayuda. Se acabó el cariño y la comprensión.

10 personas a mi alrededor, con caras de preocupación, Sergio quedó en un rincón, asustado… No entendíamos que pasaba. Nadie decía nada.

Aquella mujer se sentó frente a mi, y empezó a manipularme de forma salvaje. Sentí el bisturí abriéndome, sentí la agresión tan brutal sobre mi persona. Expuesta al silencio, al miedo, al dolor, a personas de nuevo en silencio. ¿Se están dando cuenta de que soy una persona?

Continua la agresión. Una ventosa que no engancha. La sangre les salpica a todos. Otra vez. Silencio. No le enganchan bien la cabeza. Sangré por todas partes. Silencio. Sergio pregunta, pero nadie dice nada. Y aquella mujer, que me había rajada, agredido, y que ni siquiera me había mirado a la cara, para la que yo solo era un trozo de carne de repente grito “OTRA VENTOSA QUE ESTA NO AGARRA”. Yo estaba muerta de miedo, aquello era una pesadilla.

La ginecóloga, que estaba a mi izquierda miró mi barriga, se subió a un taburete…, y esta vez, no necesité que me dijera que iba hacer.

“ Uf, no por favor” y cerré los ojos. Maniobra de Kristeller

EL MOMENTO estaba ahí. Creo que automáticamente mi mente borro esa sensación, ese dolor, nada más acabar, porque ahora soy incapaz de recordar aquello.

Tenía a Manuel sobre mi. Pero yo no estaba preparada en ese momento. Lo amaba, deseaba verlo, pero estaba tan confusa…

No era lo que me habían contado. No estaba tranquila. Estaba rota. Mi dignidad se perdió en aquella habitación.

“Ya está cariño…” le repetí a Manuel 20 veces… La llegada de Manuel fue complicada. No pasa como en las películas. Se puede complicar. Mucho.

Por fin respiro. Me calmo. Miro a Sergio y nos decimos tantas cosas en silencio. Al final también se apoderó de nosotros. En este caso, era un silencio bonito.

Ya ha pasado. Ahora si que si. A la habitación y a disfrutar.

Pues no. Media hora cosiendo es demasiado no? “¿Cuantos puntos llevo?” “uy nena, tú no llevas puntos, tú llevas un cosido entero, Grado 4, hasta el ano. Vamos por dentro, aun nos queda la parte de afuera, pero te va a dejar muy bien”. Al parecer no había dilatado lo suficiente… ¿Pero si era así por que me hicieron empujar? ¿Por qué no me hicieron una cesárea? Aquí empiezo a perderme…

Yo me quedé en aquella habitación. Y allí estaba engañada, maltratada, rota.

Me subieron a la habitación, y estaba en shock. Necesitaba descansar… Pobre ilusa! Comienza la lucha con la lactancia materna. Yo lo intentaba, lo juro que lo intentaba. Todo el rato, pero Manuel no podía. Estábamos tan estresados, tan cansados… “Eso es que no quieres” “Estás segura de que lo estás intentando?” “Pero te has puesto?” No me querían dar biberones. Cada vez que necesitábamos uno, Sergio tenia que salir al mostrador y pelearse con la enfermera para que le dieran uno. No me sentí respetada en ningún momento.

Por fin, el alta! Venga que nos vamos. Cogí a Manuel, y me dije a mi misma que yo iba a poder con todo, y me empeñe en sacarlo yo en brazos del hospital.

Apenas me podía sostener en pie. No podía andar. Cada paso sentía dolor, rabia, vergüenza. Me daba terror que la gente me mirara. Otra vez la exposición, pero esta vez al mundo… Y había perdido totalmente la confianza en las personas…

No me sentía las piernas, no me sentía nada de cintura para abajo.

Lo que viene después… no encuentro las palabras para describirlo. No estaba en ninguna parte. Me busqué, pero no me encontré. Mi cuerpo no era el mío. Y yo, tampoco era la misma. Tardé un mes y medio en poder andar, y salir de casa.

Recuerdo la primera vez q intente salir. Habían pasado 15 días, y aun no había pesado a Manuel, así que le dije a mi madre que me acompañara a la farmacia que estaba a 10 metros de mi casa. Salimos, giré la esquina y… tuve que parar. No podía. La impotencia era brutal.

Cada día me preguntaba si algún día me volvería a reconocer. Si volvería a mi cuerpo.

Desde entonces me he tenido que reconstruir. No he estado sola. Sergio ha estado a mi lado, siempre, mirándome, sosteniéndome, queriéndome. Mis padres y mi hermana han sido imprescindibles en este camino.

Y Manuel… todo es por él. Cada día lo he ido disfrutando un poco más. Pero tuve que permitirme el tiempo, y la paciencia.

Salí corriendo a buscarme en un trabajo que amaba. Pero ahí aprendí, que cuando uno no esta bien, intentar salir a flote con prisa, solo te va a llevar a hundirte más. Aprendí que hay que ser honesto con uno mismo y tomar decisiones que, aunque duelan mucho, son necesarias para cuidarse uno mismo, y tomar conciencia de que a veces hay que pedir ayuda, y no pasa nada por ser débil. Fui débil, mucho, necesité ayuda, y por el camino encontré personas que me ayudaron a sujetarme, y a reconstruirme.

Han pasado 8 meses, y aun sigo recuperándome, emocionalmente estoy mucho mejor, me permití estar mal y poder tocar fondo para después ir creciendo. A nivel físico mañana comienzo una tratamiento en el que tengo puestas muchas esperanzas, y un poquito de miedo. Secuelas…unas cuantas, pero lucho contra ellas todos los días.

Hoy intento construir frases positivas. Menos mal que cogí ese trabajo enseguida. Menos mal que estaban mis compañeras para sostenerme. Menos mal que Manuel está bien. Menos mal que aquella mujer se tiró sobre mi barriga. Menos mal que Sergio estuvo a mi lado.

Menos mal que Manuel me ha enseñado tanto, tanto, tanto…