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El Parto de Colás

Colás 21 de Enero de 2012

Según iba avanzando mi embarazo más quería evitar ir al hospital a dar a luz. Pero al mismo tiempo no hacía nada para prepararlo de otra manera. Hasta que un día, con casi 6 meses de embarazo, se lo dije a mi pareja. Él ya sabía que no me gustaba nada la idea de los hospitales, que estaba todo el día leyendo sobre partos naturales, en casa, en el agua, viendo videos en youtube… Así que le dije: “quiero parir en casa, no pienso ir al hospital a no ser que sea inevitable”. En un principio no estaba muy seguro con la idea, (pensaba que iba a parecer la casa una carnicería…) pero me vio tan convencida y después de todas la cosas que le contaba sobre los partos, que me apoyó en mi decisión en todo momento. No puedo decir lo mismo de todo el mundo…, pero lo entiendo, ahora lo normal es ir al hospital y puede parecer una locura parir en casa, pero os aseguro que es una experiencia maravillosa. También tengo que decir que salió todo a la perfección, supongo que influyo mucho “la cabeza” y yo deseaba mucho vivir ese momento en lugar de evitarlo como escuchaba a otras embarazadas.

Me pilló bastante por sorpresa, en el sentido de que el viernes 20 de Enero de 2012, justo cuando cumplía 38 semanas de embarazo, noté desde primera hora de la mañana cómo iba perdiendo líquido poquito a poquito. Al principio pensé que estaba teniendo más flujo del habitual, pero no era normal, cada vez que me levantaba o incorporaba de la cama para ir al baño, perdía un poco. Lo que me acabó de convencer fue que, como había leído en algún sitio, a veces olía como a lejía y a veces como a semen. A mi me olía totalmente a semen… así que llamé a Emilio (te estaré siempre muy agradecida, y eres una de las personas más importantes que a pasado en mi vida), y confirmé que tenía una fisura en la bolsa. Me dijo que estaría bien hacer una monitorización para ver que el feto estaba bien, y así fue. Me llevó mi cuñada, y no sé cómo será cuando se rompe literalmente la bolsa, pero yo fue como tener la regla a lo bestia, cada tres cuartos de hora la compresa a reventar de líquido… Total, que estaba todo perfecto y sólo faltaba esperar a que empezaran las contracciones.

Había decidido no avisar a nadie de que estaba de parto, lo supieron nada más que mi hermano y mi cuñada, para que la gente no se pusiera nerviosa… Y así pasó el viernes, con la sensación extraña de que en cualquier momento se iniciaría el proceso para que Colás llegara a este mundo. Y así, nos fuimos a la cama, y tengo que decir, que no debí ni tardar cinco minutos en dormirme.

A las 3 de la mañana noté una contracción, y yo (que ahora lo veo y me da la risa, pero es un bonito recuerdo), apunté la hora, la duración, y el tiempo entre una y otra… Como tenía que ir apuntando y por no despertar a Berto me fui al salón lo que restaba de noche hasta que se levantara para trabajar. Me venían las contracciones cada 15 minutos, bastante regular, pero eran muy suaves, y entre una y otra me dormía.

Berto se fue a trabajar, con lo que me quedé sola con mis contracciones y mi pequeño Colás a punto de salir. Qué recuerdos tan bonitos. Llamé a Emilio para comentarle la situación y me dijo que llegaría sobre las 15:00 (desde Madrid tenía que venir a Asturias). Sobre las 11:00 las contracciones ya eran más fuertes, pero seguías siendo cada 15 minutos, hasta las 12:30, que ya eran cada 5. Mi manera de soportalas era emitiendo un sonido tipo uuuuuuuuuuu y cerrando los ojos. Eran oleadas de calor. Berto llegó a las 13:30 y yo estaba en la cama en mi mundo. Se acostó junto a mí, y en un principio se puso un poco nervioso, al ver mi “sufrimiento” y no poder hacer nada, pero se acabó durmiendo. Yo no lo recuerdo como dolor, o al menos un dolor insoportable. Recuerdo que me imaginaba a Colás avanzando un poquito en cada contracción y cada vez quedaba menos para verle la carita.

A las 15:00 llegó Emilio, me tomó la tensión, la temperatura, y me puso unos minutos un monitor portátil para ver que Colás estaba bien. Y así era. Salió de la habitación y seguí en mi tarea de acercarme un poco más a mi bebé. Comenzó Berto a hinchar la piscina en el salón.

Creo que fue en ese momento, cuando oí a lo lejos a Berto preguntarle que sobre qué hora pensaba que nacería, y Emilio le contesto que sobre las 00:00h (suele decir de más para que no nos pongamos nerviosos…), y yo tonta de mí que puse la oreja para escucharlo, hizo que me derrumbara un poco haciéndome salir un poco de mi mundo y pensando que aún me quedaba mucho. Fueron sólo dos minutos, enseguida me volví a centrar en mí y en Colás, y ya estaba de nuevo pletórica en mi tarea. Sobre las 17 y pico (las horas son estimadas, no era muy consciente del tiempo) avisé a Emilio de que creía que ya estaba empujando. Llegaba un punto en la contracción que sentía esa necesidad, y entonces, empujaba. Me dijo que introdujera un dedo hasta tocar la cabecita de Colás y saber donde estaba. Estaba a dos falanges…, ¡¡¡qué calentito y blando estaba!!! Era la primera vez que le tocaba, ya estaba ahí, a punto de llegar… más energía para seguir disfrutando del momento.

Para entonces, cuando empujaba, yo ya gritaba, o gruñía, no lo sé, pero era lo que me salía y me aliviaba ese dolor que no era dolor. Más tarde Emilio me pidió de nuevo que mirara a ver dónde estaba Colás. A una falange!! Entonces me preguntó si quería quedarme en la cama o ir a la piscina. Por supuesto quería ir a la piscina, ¿dar a luz en el agua?, un sueño hecho realidad. Fue una relajación impresionante meterme en el agua calentina… Ahora ya no estaba sola, estaban al lado pero sin verlos a ellos dos, únicos testigos del nacimiento de mi pequeño…

Ya estaba ahí, a punto de nacer, era tan emocionante…, por fin lo iba a tocar, a coger, a acariciar mirándole la carita que tantas ganas tenía de conocer. Tras no sé cuanto tiempo, noté una enorme presión, creía que me iba a romper por todos lados y que me tendría que coser, parecía como si ya estuviera la cabeza fuera, me toqué pero aún estaba dentro, salía un poquito y volvía a entrar al final de la contracción. Hasta que después de un empujón salió la cabecita… y la toqué, ¡ánimo Colás, que no queda nada! Este fue el único momento en el que Emilio entró en escena, casi pidiendo perdón me dijo que iba a comprobar si traía vuelta de cordón, no la había y se retiró. Otro empujón y salió hasta la cintura, Berto vio cómo abría los ojitos…, queriéndolo ver todo desde el primer momento.

Otro empujón y ahí estaba… debajo del agua… con los ojos abiertos… yo misma lo cogí y lo puse en mi regazo, Berto lo cubrió con una toalla, y Emilio se retiró para dejarnos solos. Estaba perfecto, con Apgar 10-10.

Por eso, qué sabia es la naturaleza.

Emilio, gracias y mil gracias, por dejarme disfrutar de mi parto, por no intervenir en ningún momento. Por haberme dejado ser tan especial y el centro del mundo es ese momento que es el parto. Ojalá sea posible repetirlo la siguiente vez, y entonces habrá un solo espectador más. Su hermanito Colás.

Sandra Carpintero Hernández. 21 de Julio de 2012.