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El nacimiento de mi segunda hija Teresa

Mi primer parto fue inducido, hace dos años. No estaba preparada, al menos eso creo ahora. Tuve un parto bastante bueno a pesar del dolor, las contracciones me parecían insoportables desde el principio, no había dormido desde hacía dos días y no podía aguantar más. El hospital era bastante antiguo pero sabía que las matronas eran buenas profesionales. No me hicieron episiotomía que era lo que más temía y duró en total unas 6 horas y media. Cuando me di cuenta de que estaba embarazada de nuevo, empecé a leer y a estudiar todo sobre el parto natural y me di cuenta de cuanto el ambiente había influido en mi parto, de qué había hecho mal y de que cosas podía mejorar. Decidí dar a luz en una casa de maternidad que hay aquí dentro de un hospital, es una estructura separada donde solo hay matronas, las habitaciones son todas con colores calientes, muy acogedoras. Hice el curso de preparación con la matrona de La Margherita y mi impresión fue estupenda. Ya había pasado las 40 semanas pero sentía que el momento no tardaría en llegar. Teníamos el salón lleno de regalos y mi familia había venido desde España para pasar con nosotros los días de fiesta, era la noche antes de Reyes. Empecé con contracciones a media noche, me desperté como si hubiese tenido un mal sueño y me di cuenta de que era por el dolor. Respiré hondo y volví a relajarme, intentando dormir. Me despertaba con cada contracción y contaba cuanto duraban, mientras crecía la contracción, respiraba profundamente y pensaba "todo va a ir bien, no es tan doloroso" y volvía a dormirme. Aunque ahora me parece mucho tiempo en aquel momento se me pasó muy rápido: a las 4 de la madrugada me levanté por primera vez y decidí darme una ducha para ver si se paraban porque no bajaban de los 10 minutos. Con el agua caliente se hicieron mucho mas frecuentes e intensas aunque eran mas cortas, me ponía en cuclillas y movía de un lado a otro la pelvis y se pasaban enseguida. Al salir de la ducha parece que se había parado todo durante unos veinte minutos, luego volvieron las contracciones y eran cada 5 minutos pero yo seguí en mi estado mental de relajación, respiraba cuando venían, me movía lentamente, me relajaba aún más cuando terminaban y así llegué a las 7 de la mañana en lo que me pareció un segundo y sin dolor. Recordaba mentalmente todo lo que había leído y escuchado en las charlas de Ina May Gaskin y creía en mí misma y en que mi cuerpo podría hacer todo ese trabajo sin ayuda ni de personas ni de fármacos. Desperté a mi marido y despertamos a los niños y a mi familia para que abrieran los regalos. Mientras mi niña Guadalupe abría sus regalos yo seguía con mis contracciones cada 5 minutos me daba paseos por el salón, reíamos todos de la situación y seguíamos adelante. Hacía las 8 llamé a La Margherita. y le dije a la matrona como estaba y como había pasado la noche. Ella me aconsejó que fuese pero le respondí que aún no era el momento, que esperaba un poco y más tarde iba directamente allí. Mientras veíamos los regalos tuve tres contracciones más fuertes, eran intensas y me hacían ponerme de pie y mover la cadera de un lado a otro, con la última le dije a mi marido que ya era hora. Había pasado una hora y mediad desde que llamé a la matrona, volví a llamarla para avisarle de que llegábamos. Cuando llegamos, se me pararon las contracciones. No tenía ni una sola. Literalmente, no tenía nada. Aún así la matrona me dijo que no me fuese que me visitaba antes para ver como estaba el cuello del útero. Para mi gran sorpresa, estaba de 4 cm y según ella la cosa iba a ser rápida. En aquel momento creo que hubiese dado saltos de alegría, después de los dolores de mi primer parto, pensaba que era imposible dilatar sin dolor, sin embargo, así era. Seguí dando vueltas por la habitación sin ninguna contracción y esto duró una hora. Ya eran las 10:30 de la mañana cuando empezaron de nuevo, eran muy espaciadas pero muy intensas, con cada una me colgaba de una liana que había colgada del techo y respiraba, vocalizaba, me movía de un lado a otro. A las 11 empecé a sentir que Teresa empujaba hacia abajo, cuando se lo dije a la matrona me preguntó si podía hacerme un tacto, afirmé y me dijo que estaba de mas de 6 cm. No cabía en mi de la alegría, las contracciones seguían siendo cada 5/7 minutos y no me parecían dolorosas, soportables. Le dije a mi marido: ¿sabes que te quiero? y seguimos. La matrona fue todo un encanto todo el tiempo en un rincón, sin decir una palabra, me miraba para ver si necesitaba algo y sin yo decirlo entendía cuando la necesitaba, ha sido la mejor compañera durante este parto. LLenó la piscina de agua caliente, apagó las luces y allí estuve una hora, entre una contracción y otra estaba como en trance, "drogada" de endorfinas. Las últimas empezaron a ser ya muy intensas, con cada una intentaba respirar profundamente pero me venía espontáneamente de respirar más rápido. Vino una nueva matrona porque tenían el cambio de turno y ésta no me agradó tanto, de hecho al inicio empezó a hablar en voz alta, me quiso hacer un tacto y me hablaba en un tono que no me gustaba, pero seguro lo notó en mi mirada porque al poco tiempo dejó de hablarme. Me volvió a hacer un tacto: 6 cm. Me dijo que saliera de la piscina que la cosa no estaba avanzando y se me vino el mundo abajo. Me puse de rodillas mirando mi barriga y pensaba para mí, no puede ser, esto tiene que acabar. YA! Me puse de pie, salí de la piscina, tuve una contracción muy fuerte, la más fuerte que haya tenido nunca y me tumbé corriendo en la cama porque necesitaba empujar. Estaba tumbada con un pierna levantada, agarrandola con el brazo y empecé a empujar, la matrona vino corriendo diciendo que como podía ser, que me acababa de ver y estaba de 6 cm pero yo la ignoré olímpicamente y seguí a lo mío. En 10 minutos nació mi niña Teresa, con el saco amniótico completo, una vez fuera del saco, respiró y no lloró. Abrió los ojos, la puse en mi pecho y enseguida a mamar (no dejó de hacerlo durante dos días enteros!). No tuve ningún punto, ni laceración, ni desgarro ni nada. Ha sido una de las mejores experiencias que jamás he vivido, confié en mi cuerpo, en mis posibilidades y en mi misma y valió la pena, sin duda.