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El nacimiento de Marcus

Hola a todos/as. Soy María y hace poco tuve mi tercer bebe: Marcus Miguel. Quería contaros mi experiencia porque quiero aportar mi granito de arena al apoyo del parto fisiológico, natural y respetado. Además pasé mucho tiempo leyendo vuestras experiencias (positivas y negativas) y eso me ayudó a planificar mis partos; especialmente este tercer parto al que he dedicado una especial atención ya que tenía clarísimo lo que quería. Yo no tengo malas experiencias con mis partos anteriores, como muchas de las mamas que aquí escriben. En eso he tenido suerte. Mi primer hijo nació aquí en Zürich, hace 3 años y medio, y eso fue una suerte porque la filosofía en los hospitales suizos es bastante respetuosa. Decidieron ayudarme con oxitocina sintética (había roto aguas horas antes) y me pusieron epidural pero en ningún momento me separaron de mi bebé, al que colocaron desnudo sobre mi pecho durante más de una hora mientras me cosían un desgarro. Luego lo revisaron y vistieron en mi presencia y yo personalmente, caminando, empujé su cunita hasta nuestra habitación. El segundo nació hace dos años en el Hospital de Barcelona. Ya entonces sabía de la filosofía de la mayoría de ginecólogos y hospitales en España, así que me esforcé en encontrar un ginecólogo que me respetara el parto natural y me dejara parir en la postura que yo quisiera. Lo encontré en la Dra. Carmen Guasch. Fue una decisión acertadísima porque pude tener mi parto natural a pesar de que nos tuvimos que adaptar un minino a los ridículos protocolos del hospital: por ejemplo cambiar desde la sala de dilatación a la de partos, y parir en la silla de partos (que trajo la propia doctora) en un quirófano todos vestidos de verde (incluso yo). Por desgracia la doctora ya no pudo evitar que me quitaran al bebé nada más nacer, le hicieran todas las perrerías que consideraron necesarias, a mí me llevaron en camilla a la habitación y no me devolvieron a mi pequeño hasta unos tres cuartos de hora después. Por suerte se enganchó al pecho al momento y ya no quise pensar más en todo ese asunto porque por lo demás el personal del hospital era estupendo y muy amable.

Pero cuando ví que estaba embarazada por tercera vez me propuse poner todas las condiciones que estuvieran en mi mano para tener un parto perfecto. Descarté parir en España porque las condiciones aquí en Suiza son mucho más favorables para lo que yo quería. En mi primer parto aquí me di cuenta que la persona más importante para mi durante el parto no iba a ser el ginecólogo sino la comadrona, que es la que acompaña el parto sin patologías, guía a la mujer durante el proceso y decide si entra o no en acción el médico. Así que me concentré en encontrar una que me ofreciera lo que buscaba: guía y acompañamiento para un parto fisiológico y natural sin intervenciones innecesarias. Tuve una suerte inmensa porque una buena amiga me habló de su comadrona, Carolina, que le había atendido en el parto en casa de su segundo bebé y que además era hija de españoles, por lo que hablaba español. Era la persona perfecta. La llamé, quedamos, y le explique que quería. Yo no me animaba a parir en casa pero quería un parto absolutamente natural. Ella prefería los partos en casa pero también atendía partos en un hospital llamado Sanitas. Me quedaba un poco mas lejos de casa que la clínica donde tuve a mi hijo mayor, pero pensé que valía la pena porque tenía la clasificación de “amigo de los niños” y unas salas de partos estupendas con su bañera, ducha, baño, cama doble y hasta un techo pintado como si fuera un cielo. Además la ginecóloga con la que trabajaba había sido anteriormente comadrona y también me gusto mucho cuando me visitó, un mes antes de salir de cuentas. Así que me fui acercando a la fecha de parto muy ilusionada.

10 dias antes de salir de cuentas, ya empecé a notar como las contracciones de Braxton Hicks eran muy seguidas y fuertecitas. Me asusté un poco porque mis padres no llegaban hasta el día siguiente y mi marido tenia planificado un viaje el sábado, así que no me venía muy bien parir entonces. Por suerte el asunto se calmó por la tarde asíque mis padres tuvieron tiempo de llegar tranquilamente al día siguiente y mi marido se fue a Alemania hasta el domingo a las 12:20 cuando llegó a casa. Pues bien, 15 minutos más tarde, mientras nos dirigíamos al parque con los peques, rompí aguas. Al principio me desesperé: romper aguas sin trabajo de parto me daba terror. A ver si iba a acabar con una inducción. Fue lo que me paso con mi primer hijo. En cambio el segundo casi sale con la bolsa intacta. Llamé a Carolina y se lo dije. También le dije que de momento no tenía verdaderas contracciones y prefería esperar tranquila en casa. Sin problemas. Ella me llamaría durante la tarde para ver la evolución. A las 19:30 ya me aconsejó ir hacia el hospital. Había hablado con la doctora y preferían controlarme porque llevaba varias horas con la bolsa rota. Yo tenía contracciones ligeramente dolorosas, pero nada de verdadero trabajo de parto. Hacia las 20 horas fuimos al hospital. Al llegar me hicieron un análisis de sangre que salió un poquito alterado: podía tener una infección. Le dije a la comadrona de guardia que ese resultado podía ser porque llevaba varios días con dolor de garganta y las amígdalas un poco inflamadas y ella dijo que tal vez, pero que tenia que hablar con la doctora. La doctora recomendó inducir con una pastilla de prostaglandina… ¡mi parto soñado se estaba yendo al garete! La comadrona de guardia me hizo un tacto: 2 cm de dilatación y 1 de cuello. No estaba demasiado mal. Hablé por teléfono con Carolina que a su vez habló con la doctora y al final conseguimos una tregua: me daba la noche para ponerme de parto pero si a la mañana las cosas no iban me inducirían. En ese momento serian las 21:30 más o menos. Me pareció razonable así que me dispuse a pasar una larga noche de dilatación. Me había grabado para la ocasión 53 canciones, más de dos horitas de mi música favorita. Me puse los auriculares y a dilatar. A ratos me echaba en la cama. A ratos bailoteaba por la habitación. A medida que aumentaba la intensidad, frecuencia y duración de las contracciones yo seguía el ritmo de la música con mis caderas, espalda y hombros mientras me concentraba en los movimientos que minimizaban el dolor. Tanto disminuía así el dolor que me daba miedo que las contracciones no fueran suficientemente fuertes como para dilatarme. Jaleaba a mi propio útero: “¡¡¡¡¡vamos chico, otra más!!!!! Asiiii Asiiii, más fuerte… sigue, sigue… un poco mas larga…. ¡Bravo! ¡Ésta fue buena! Ahora otra un poco mejor…..” Así fue pasando el tiempo. A las 23:30 la comadrona de guardia me pregunto si no llamaba ya a Carolina. Yo estaba convencida de que me quedaba toda la noche por delante y me sabía mal hacerla venir para perder el tiempo viéndome dilatar. Pero la otra insistió porque ella tenía a su cargo otra mujer, esta vez primípara y con un parto más largo. A las 00:00 horas llamamos a Carolina: “en 15 minutos estoy allí”. “Tranquila, puedes tardar una hora… esto no está demasiado fuerte”. A las 12 y cuarto llegaba Carolina. Me miró y… ¡estaba de 8 cm! ¡En menos de tres horas y con unas contracciones tan suaves que me había pasado el rato bailando y descansando! No me lo podía creer. Carolina fue a cambiarse de ropa y yo volví a ponerme los auriculares pero ahora las contracciones habían aumentado bastante en intensidad y frecuencia. La música ya me molestaba así que me la quité. Empecé a gemir. Me pasaba la contracción apoyada sobre una repisa con las piernas abiertas y moviendo las caderas. Era la manera más soportable. De repente me vinieron unas ganas enormes de hacer caca y así se lo dije a Carolina. “Tendrás que ir al baño entre contracciones, pero en la contracción te tendrás que levantar”. Imposible. Sólo pasaban unos segundos entre contracciones. Además la siguiente contracción ya estaba ahí… Mi cuerpo empujó solo y note que no sólo eran cacas lo que quería salir. Carolina puso un colchón en el suelo y me hizo arrodillarme apoyando los brazos en la cama. Mi cuerpo empujaba solo, al margen de mi voluntad. Yo me sentía como una mera testigo. Sólo podía sentir como mi cuerpo gritaba y empujaba, pero no podía hacer nada para influir en ello. Como si alguien hubiera cogido el control de mis músculos. Sentí como la cabeza de mi hijo iba saliendo. Como paraba unos segundos para, en un último empujón, salir todo su cuerpecito, Eran las 00:52. Carolina lo colocó sobre el colchón entre mis piernas. Lo cogí y lo abracé comiéndomelo a besos. ¡¡¡¡¡Estaba precioso!!!!! ¡Qué parto más bueno! Ni 20 minutos con verdaderos dolores, y un expulsivo de dos empujones. Ni siquiera estaba cansada. Yo misma me levanté, con mi pequeño en brazos y la placenta todavía dentro, y me tumbé en la cama, donde nos taparon y donde Marcus decidió por fin agarrar un pezón. Casi no había sangrado y la placenta se desprendió y salió al momento sin problemas. El cordón lo cortó mi marido cuando hubo dejado de latir. Durante una horita estuvimos así los dos, bien tapaditos, piel con piel, y Marcus agarradito al pecho izquierdo. Llegó la ginecóloga, que me cosió un desgarro y echó un vistazo a Marcus. Carolina lo pesó, midió y vistió mientras yo me ponía el camisón y una bata. Y los 4 nos fuimos caminando a la habitación donde yo pasaría la noche con el peque. A la mañana siguiente, y tras esperar que el pediatra revisara a Marcus, nos vinimos a casita.

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