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El nacimiento de Irina

PRÓDROMOS

El día 3 de mayo por la mañana muy temprano me desperté con contracciones. Las venía teniendo ya hace días, pero estaban muy espaciadas y sabía que mi cuello tenía que empezar a borrarse, y que eso podía llevar días. Pero esa mañana las noté más (eran algo molestas o dolorosas, como un pellizco) y además aparecían cada 10-15 min y el pellizco formaba un pico y entonces volvía a bajar hasta desaparecer.

Llamé a Choni, quien habló con Cristina para que se acercara a casa ya que ella estaba más cerca.

Cuando llegó a las 14 hs me hizo un tacto y me dijo que había dilatado 1 dedo, y que no sabíamos cuánto

podía tardar la dilatación completa, por lo que siguió camino a la expectativa de qué acontecería ese día.

(Además yo estaba "normal", es decir, nada había afectado mi rutina diaria).

Choni me explicó que el proceso podía seguir, o bien frenarse unos días antes de seguir, así que quedamos en llamarnos más tarde o cuando yo lo necesitara.

Así paso mi día...las contracciones no se frenaron por lo que iba alternando entre paseos en el parque (en soledad, me apetecía) y la pelota canguro.

LA RUPTURA DE LA BOLSA

Cuando llegó la noche las contracciones dolían más y eran más frecuentes. Sin embargo no me animaba a llamar a Choni por miedo a hacerlas venir de tan lejos (Cartagena) y que fuera una falsa alarma.

Estaban mis padres parando en casa (viajaron especialmente desde Argentina para el nacimiento de Irina) y mi hermano.

Habíamos hablado con ellos para que se fueran de casa en cuanto comenzara mi trabajo de parto.

La cuestión es que el trabajo había comenzado, pero no fue hasta las 2 am, que rompí la bolsa cuando ya estaba acostada en la cama dispuesta a descansar y pasar otro día, cuando Alex le pidió a mi familia que se fuera y llamamos a Choni.

¡¡¡Qué sensación!!! Y qué realización la que tuve de que ya había atravesado la barrera de lo inexorable, el punto de no retorno. ¡¡Cuánto vértigo!! ¡¡¡Cuánta incertidumbre!!! ¡¡¡Cuánta Emoción!!!

Miré el líquido y era transparente y hasta lo probé y recuerdo que era salado.

Cuando llegó Cristina desde Elche me hizo un nuevo tacto (y el último), ¡¡y ya había dilatado 8 cm!! Las

contracciones se convirtieron en realmente INTENSAS y PODEROSAS desde el mismo momento que

rompí la bolsa, y entonces entré en un estado mental diferente.

Así como somnolienta o abstraída.

¡Tantas cosas que había planificado y estudiado para ese día tan esperado (la primera ropita que le pondría, las velas encendidas en toda la casa, la música que había elegido para hacerlo más llevadero -Rosa Zaragoza, Loreena McKennit-, la calefacción para que tuviera un ambiente cálido al nacer, la

cámara de fotos y de video, las colchonetas para el piso, etc.) y al final perdí la lucidez necesaria para desplegarlas llegado el momento (ni siquiera tuve fuerzas para levantarme a despedirme de mi familia sino que ellos tuvieron que venir a la habitación a saludarme y a desearme ¡¡SUERTE!! ¡Y con todos los miedos que ellos tenían!, por la decisión que habíamos tomado)!

Me convertí en una mujer pasiva con respecto a mi entorno donde sólo debía estar en marcha mi maquinaria telúrica para dar a luz a mi hija

EL AMBIENTE PERFECTO ES LA INTIMIDAD

Cuando bajé las escaleras para ir a la habitación de abajo me encontré -¡¡gracias a Alex!!- con una casa en penumbras, llena de velas, íntima, a Rosa sonando (se la había hecho escuchar a mi hija todo el embarazo) y todo lo que había imaginado para mi parto. Sin embargo no reparé en esas cosas, ¡pero allí estaban!

¡Yo nunca hubiera podido poner en marcha aquello! Sólo descansaba e intentaba recuperarme entre semejantes contracciones, ¡¡¡que me resultaban demasiado dolorosas!!! Me había hecho tantas ilusiones al leer lo que Casilda y Consuelo decían, que venía soñando con un parto sin dolor. Qué ilusa…

Cuando llegó Choni apenas me enteré. Lo que me acuerdo es que entró como una gacela, como buena leona que es, y que sentí alivio cuando la vi entrar con Esther.

EL DOLOR Y LA RIGIDEZ

Ese instante del final de la dilatación me resultaba insoportable. La verdad es que me lamentaba cuando se acercaba la próxima contracción. Estaba perturbada. Tenía miedo. ALLÍ ESTABA EL DOLOR. Y yo me resistía a él. ¿Cómo puede alguien relajarse así? Me parecía imposible. Así, ¡pasaron horas! Se hizo de día y todos seguíamos metidos en la habitación (Alex, Choni, Esther, Cristina y yo..y mi gato de vez en cuando ¡jaj!) El sol había invadido todo. ¡Qué calor! Y yo seguía empujando. Aunque no tuviera ganas de hacerlo, pero Choni me dijo que podía hacerlo en cada contracción.

Yo había intentado soportar mejor las contracciones buscando diferentes posiciones. Acostada en la cama era lo peor, era insoportable, ya sea boca arriba o de lado, en la silla de partos tampoco lo pasaba bien, y de pie colgada a Alex tampoco. La posición en cuatro patas sobre la cama era por el momento la mejor. Y

también de pie apoyada sobre el armario empotrado.

EL BIENESTAR DE MI HIJA

Todo este tiempo que transcurría pedía escuchar a Irina, me preocupaba su bienestar por mi culpa,

por tardar tanto. Me sentía mal y pensaba que las cosas no estaban fluyendo normalmente. Choni me

decía que todo iba estupendo, pero la verdad es que yo pensaba que no era tan así, que me lo decían para que me tranquilizara u olvidara de eso. Hubo sólo un momento que Choni me dijo: "respira hondo y vamos a darle un poco de oxígeno a tu niña", y la frecuencia se recuperó rápidamente

De las demás veces que la escuché, su corazoncito estaba perfecto.

EL DERRUMBE

Vale, la cuestión se había detenido… Algo no iba bien en mí que me había paralizado. Miedos, dudas, películas, inseguridad…

Se me había caído el mundo. Pensaba cada vez con mayor frecuencia que NO IBA A PODER.

En un momento las chicas bajaron a descansar y me quedé sola con Alex. Él manejaba el monitor y la seguíamos escuchando a la peque.

Yo le decía que quería irme al hospi, que no daba más, que estaba sufriendo mucho, que no podía seguir, y él trataba de hacerme ver que la cosa iba bien, y que en el hospital ya sabía lo que iba a ocurrir.

Me la sacarían con vacuum o fórceps, me harían la episiotomía, la maniobra de Kristeller, -o cesárea- y me la sacarían y se la llevarían… Desgarrándonos, la escucharía llorar al hacerle los exámenes de rutina, tendría tanto dolor.. tanta IMPOTENCIA...tanto remordimiento por mi cobardía..

Pero yo estaba agotada y ASUSTADA.

Pensaba en mi padre (médico) cruzando los dedos para que nada se complique, y a Claudia su mujer (gineco-obstetra) que me había dicho que ni loca la tuviera en casa.

Los veía señalándome con el dedo, juzgándome mal.

Y me había llenado la cabeza de miedos.. Pensaba en mí (¡médico también!) siendo una mala alumna por rebelarme contra el sistema, deseando lo mejor para mi hija y para mí, pero temiendo que ocurriera algo y jamás perdonármelo...

Sabía que parir en casa era tan seguro -o más- que parir en el hospi, pero en ese momento, las estadísticas desaparecieron y me monté todas las pelis. Desaparecieron Isabel Fernández del Castillo, Sheila Kitzinger, Consuelo Ruiz Vélez-Frías, Casilda Rodrigáñez, las holandesas, Laura Gutman, Carlos González, Leboyer...

Yo estaba convencida que no iba a poder hacerlo, porque no sentía ganas de empujar y a la vez tenía un dolor en la zona del ano que me hacía creer que algo no iba bien. Bueno, hablando mal y pronto: ¡¿Por qué me dolía tanto el culo?!

Encima nada se modificaba desde hace horas (atención: ¡¡mi expulsivo duró 8 horas!!!).

Choni y las chicas me decían que el bebé estaba ahí, muy cerca ya de la salida, pero yo hasta sentía que me mentían.

Por lo que me convertí en ENEMIGA DE MI MISMA. Salió mi YO pesimista e inseguro, mi YO que teme al dolor y a la muerte, mis miedos, salió LA GRAN SOMBRA. y ALLÍ ESTABA YO LUCHANDO CON EL DRAGÓN..

EL TÉ BENDITO Y EL BAÑO REPARADOR..

Estaba insoportable porque quería irme al Hospital a toda costa. Claro, había llegado hasta ahí, en mi vida -con 32 años- y no quería dar un paso más. No quería "tirarme a la piscina" (como decían las holandesas en su libro). No quería recibir más dolor que el que ya había recibido. Y siempre fui muy miedosa, por lo que seguro mi umbral de dolor es muy bajo.

Empujar con fuerza -ESFORZARME- significaba ABRIRME y así mi beba podría salir. Y eso era inexorable también, ¡¡¡pues tenía -¡y debía!- doler aún mas!!! Además, ni siquiera suelo empujar cuando voy al baño, por lo que, acostumbrada a que las cosas fluyan sin mi intervención y al saber que éste también era un acto fisiológico, ¡¡esperaba que mi beba saliera sola!!)

Me había vestido a medias para irnos, pero me convencieron para darme un baño para intentar relajarme y descansar un poco.

Alex me llenó la bañera, puso velitas y me preparó un té con miel. El agua caliente me apaciguó la intensidad de las contracciones, y hasta llegué a dormitar entre ellas.

Mi conciencia iba y volvía. Estaba como en estado de letargo. Ahora pienso que era necesario ese transitar o saltar de un estado al otro....que fue la causa de que cambiara mi actitud al salir del baño.

¿Había intentado en todo momento controlar la situación?

¿Me había dado el lujo en la bañera de abandonarme?

Cuando terminé el baño me estaba cambiando para irnos, pero de repente me sentí distinta, estaba con mucha más energía y había recuperado algo de confianza, pues sentía más localizada la cabecita de mi beba allí donde yo sentía que me hacía doler tanto, en la zona del coxis.

ARMAS TOMAR ¡!

Me puse de pie, en la habitación, y me apoyé sobre el cajón del armario empotrado que estaba abierto. Allí sí sentí que eso, esa pelota -o melón- que estaba ahí, tenía que salir empujando.

Y así otra vez me encontré empujando, eran cerca de las 11 de la mañana ya. Durante las contracciones empujaba y bajaba mi cuerpo como para ponerme en cuclillas.

Entre contracciones basculaba mi culo de lado a lado y, mientras esperaba la próxima, me tomaba sorbitos del mágico té con miel.

En un momento les pedí a Cristina y a Alex, que estaban abajo que no subieran. Me sentía más cómoda así, y quería empezar a empujar con fuerza e iba a gritar mucho, y me sentía reprimida.

La beba estaba ahí, y asomaba cuando empujaba, pero luego volvía, y eso me creaba ansiedad.

Pero me la hicieron tocar y allí estaba su cabecita. Choni me ayudaba a dirigir la fuerza cuando empujaba porque no lo sabía hacer. Había leído que había que empujar como para ir al baño, pero no lo quería poner en práctica porque sentía que se me iba a romper todo ahí abajo.

EL ULTIMÁTUM

Pero vino el ultimátum de Choni. Me dijo: "ahora sí, vamos a hacer el último esfuerzo y si no nos vamos a tener que ir al Hospital porque no quiero que tu beba empiece a sufrir y tengamos que salir corriendo".

¡¡¡Guuauuuu!!! Lo que me dijo condicionó en mí el ponerme las pilas y dejarme de estupideces! fue como que me estaba dando a elegir "o ella o vos".

EL MIEDO A LA MUERTE… PERO, ¿DE QUIEN?

Finalmente empujé con todas la fuerza que podía, desde que empezaba la contracción hasta que se iba, y a veces incluso seguía empujando un poquito más cuando se había ido.

Me salía un grito desde algún lugar inexplorado de mí, un grito que me asustaba a mí misma y me daba hasta pudor, un grito carnal nunca antes experimentado. El dolor que sentía en el momento culmen de la

contracción, ese dolor ya extremadamente intenso y poderoso, en mi garganta también se convertía en otra sensación, que me quemaba, y pensaba que podía morir por ello. Ya me la estaba jugando. La vida por mi niña. Así lo sentí. Así era mi verdad, mi realidad.

Alcancé ese estado que tanto temí siempre: el miedo a morirme. Y parece que el amor por mi hija lo superó... Pero eso duró tan poco que sólo recuerdo que de repente me quemaba ahí abajo, y que se había

abierto mi vagina. Alex y Cristina ya estaban con nosotras.

Escuché a Choni que me decía: "¡¡Coge a tu hija!!"

Y la tomé...calentita y mojada, toda rosadita, llorisqueando con la carita fruncida.

El milagro se había hecho. Estaba en mis manos mi hija. Había que atravesar esa puerta desconocida y yo había encontrado la llave a tiempo… pagando el precio de perder mi estructura física y psíquica.

¿DÓNDE ESTA LA PLACENTA?

Alex cortó el cordón que nos unía al cabo de 15 minutos aprox. Y la placenta… La placenta no daba rastros de querer salir, pero yo ni siquiera sangraba.. Tenia mucha inflamación en el periné (con un leve desgarro que ni llevó puntos) y hemorroides anal.

Esther me sondó para vaciar la vejiga y salió mucha orina, también me estimulé los pezones. Finalmente salió enterita a las 5 horas ½ ¡! Cuando Choni tiró del cordón.

Aparentemente estaba suelta.

Con la placenta plantamos un naranjo. ¡¡El año que viene Iri comerá de sus naranjas…!!

PARIR: UN RITUAL DE INICIACIÓN

Sí mujer, yo creo que si pretendemos crecer y madurar, vivir con los ojos abiertos, despertar del atontamiento que nos genera este sistema, necesariamente tenemos que enfrentarnos –entre otras cosas- a la aventura de PARIR con nuestras propias herramientas. Efectivamente EL PARTO ES NUESTRO, y es lo que Choni no dejó de recordarme todo el parto.

Hasta podría aventurarme, sin ofender a nadie, que irse al Hospital a parir, siempre y cuando no esté en riesgo nuestra vida y/o la de nuestro bebé, es una actitud infantil donde la mujer como entra, sale del hospital, sin haber superado ninguna barrera ni recorrido ningún camino nuevo. Y ni que decir de los bebés que salen de hospitales donde no se respeta el parto...donde dice Michel Odent se genera ya el estado de sumisión.

LA CONFIANZA

Ahora estoy agradecida de que mi testarudez haya durado poco, al haber confiado siempre en mis matronas, cuestión que me parece fundamental, ya que puse mi vida en sus manos confiando plenamente en sus conocimientos y porque las admiro como mujeres. También necesité reforzar la mía para sentir que podía sacar a mi hija por más que emitiera gritos vergonzantes o reconociera el miedo a morir.

EL CONOCIMIENTO

No hubiera podido hacerlo sin haberme informado lo más que pude a través de experiencias de sabias

mujeres y de estudios científicos.

Me pasé casi todo el embarazo leyendo sobre el tema, y eso me ayudó a darme cuenta la falta de conciencia que tenía antes de leer lo que leí, lo que hace que mi hija hoy en día –creo sea una beba feliz que

nunca he dejado llorar y siempre he respetado sus necesidades y he respirado hondo cuando sentía que

perdía la paciencia. (eso sí, ¡es agotador!).

EL APOYO

No hubiera podido hacerlo sin el apoyo de mi marido. Sin la energía que me prestaron mis matronas, sin la posibilidad de acudir al Hospi con relativa rapidez en caso que algo ocurriera. (Sin el apoyo de los padres sí se puede, aunque duela…).

Y para terminar quiero decir, que lo que hizo que persista y a pesar de las idas y venidas, era muy fuerte la imagen que yo había hecho en mi cabeza, y era la de mi hija recién nacida en mi pecho, con mi amor a mi lado, y que fue tan fuerte, emocionante y feliz, que fue imposible romperlo.

Gracias Choni, que apareció en mi camino y me dio fuerza para hacerlo posible.

Gracias a Esther y a Cristina, -y a Choni, claro- por el apoyo en forma de caricias, de compañía y de aliento.

Gracias a mi amor, Alex, que me facilita todo lo que busco… con su amor.

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