457

El nacimiento de Ane

Quería contar mi parto porque cuando estaba embarazada, me tranquilizó mucho leer relatos de otros partos. Me sirvió para decidir qué es lo que quería para mi parto y también para prepararme por si las cosas no salían como yo querí

Yo nunca había querido estar embarazada: siempre he querido tener hijos, pero el parto me daba pánico y el embarazo no es que me hiciera tampoco mucha ilusión. Básicamente eran dos trámites necesarios pero poco agradables para conseguir lo que queríamos.

Para mí, lo mejor para combatir un miedo es tener toda la información posible, así que todo el embarazo me lo pasé recopilando información sobre el parto: leí mucho, acudí cada mes a reuniones de El Parto Es Nuestro en Bilbao, fui junto con Iñigo, mi marido, a preparación al parto en un centro estupendo, fui a clases de AIPAP... Con todo esto, preparé un plan de parto que entregué con anterioridad en el hospital y me aseguré de que Iñigo supiera todo lo que yo quería y lo que no (y, lo más importante, él estaba de acuerdo con todo lo que yo quería).

Lo cierto es que, después de prepararlo tanto, el último mes, el miedo al parto y la ansiedad que me provocaba, desaparecieron. Pasé de pensar que parir era lo más difícil del mundo a estar completamente convencida de que yo era capaz de parir sin ningún problema.

Jueves 23/04/2015 23:00

Según los cálculos del médico, hace dos días que he salido de cuentas. Según mis cálculos, salgo de cuentas dentro de tres días. Iñigo tiene una cena y me manda un mensaje para decirme que se queda a dormir en casa de unos amigos. Como todo está tranquilo, no hay ni rastro de contracciones, ni molestias, ni nada, le contesto: "Sí, sí, tranquilo! Te prometo que esta noche no me pongo de parto! ;)".

Aprovecho el estar sola en la cama para decirle a Ane que, aunque me da pena dejar de tenerla dentro de la tripa, estoy deseando verle la carita y poder darle un achuchón muy fuerte, así que puede salir cuando ella quiera, que yo le voy a ayudar en todo lo que pueda. Después de eso me quedo dormida.

Viernes 24/04/2015 01:30

He dormido un par de horas. Me despierto para hacer pis, como todas las noches desde hace varios meses y, al levantarme de la cama, noto como unas burbujitas en la tripa y... líquido que se escapa.

Voy al baño y, efectivamente: he roto bolsa. El líquido es rosita claro y cae de manera constante pero en poca cantidad. Me pongo una braga de papel y una toalla de las de bidé doblada para no empaparlo todo y me vuelvo a la cama.

Pienso en que mi madre rompió bolsa y estuvo varios días sin ponerse de parto. Me asusto, porque sé que aquí el protocolo es que, si rompes bolsa, tienes que ir al hospital de la misma y, si en unas horas (creo que son como 18 o algo así) no has empezado a dilatar, te inducen el parto. No quiero una inducción. Sé que en otros países se espera hasta cuatro días para que la mujer se ponga de parto sola... Sé que Iñigo está de acuerdo con esperar, no ir inmediatamente al hospital, pero sé también que no podríamos esperar 4 días. No sin que nos dijeran que la niña está bien.

Intento dejar de pensar en eso y trato de dormir un poco. Mañana por la mañana, cuando Iñigo llegue, ya decidiremos. Será un día largo, mejor descanso todo lo que pueda.

02:00

No puedo dormir, sigo nerviosa pensando en que no me voy a poner de parto. De repente, llega la primera contracción. Es dolorosa pero soportable. Le sigue otra, muy seguida. Y otra. Y otra. Me levanto y voy a la tele, a ver si así me distraigo. Dan una serie en la que sale Tom Sellek, pero no consigo saber de qué va, no puedo prestar atención. Decido empezar a contar las contracciones y veo, con sorpresa, que son cada 2 minutos y duran al rededor de un minuto cada una. Yo pensaba que empezaban más espaciadas y más flojas...

Pruebo todo: la pelota de pilates, apoyarme en la pared, tumbarme de costado... Nada. La única postura en la que me encuentro cómoda es en el suelo a cuatro patas. Paseo por la casa para tener la pelvis en movimiento todo lo posible entre contracción y contracción y durante las mismas, me pongo a cuatro patas. Hago todo lo que me han enseñado para facilitar el descenso de Ane: asimetrías con la pelvis, balancearla hacia delante, cruzar las piernas... Pongo toallas en el suelo para no quedarme fría por donde me voy agachando. Sigo pegada a mi móvil apretando el botón de "start" y "stop" con cada contracción. La app me dice que debería ir al hospital, que las contracciones son rítmicas y seguidas. No le hago caso, sigo a lo mío.

04:36

Decido mandarle un whatsapp a Iñigo: "Puedes venir ya a casa, porfa?". Solo aparece un check, así que no lo ha recibido. Espero. Nada. Le llamo: "El teléfono se encuentra apagado o fuera de cobertura". ¡Se ha quedado sin batería! ¡¡¡Y yo no tengo el teléfono de ninguno de los amigos con los que había salido!!! Bueno, siempre dicen que los partos de primerizas son largos, así que seguro que puedo esperar en casa hasta que Iñigo se despierte y ya por la mañana, ir al hospital.
Otra contracción. Por primera vez pienso: "otra no, otra más no, por favor, no puedo ". Automáticamente me doy cuenta de que no puedo tener esa actitud y le pido perdón a mi niña y le digo que sí, que yo puedo con todas las contracciones que ella me mande y lo vamos a hacer genial juntas.

05:23

Se me ocurre que puede que el primo de Iñigo tenga el número de alguno de los amigos con los que está. Marco el número, pero la llamada se corta, pienso que me ha colgado estando dormido. No quiero volver a llamar, no son horas...

05:30

Acabo de tener una contracción con la que he notado como si Ane bajara... Por primera vez me asusto pensando que, tal vez si espero demasiado, no me dé tiempo a llegar al hospital. Llamo a casa de mis padres. Contesta mi madre: "Ama... a ver, es que estoy un poquito de parto... y Iñigo no está. ¿Podéis venir, por favor? No sé si quiero ir ya al hospital o esperar a que llegue Iñigo." "Estate tranquila, ahora mismo vamos. ¿Necesitas algo?" "Sí, traedme el cepillo de pelo pequeño que tengo en vuestra casa." (En serio: me preocupaba no tener el cepillo de pelo.)

05:44

Llegan mis padres. Yo estoy en el suelo del baño, a cuatro patas, respirando y controlando el tiempo de las contracciones con el móvil. Me van preguntando cosas: desde cuándo estoy así, dónde está Iñigo... Contesto entre contracción y contracción. Al cabo de dos o tres contracciones, me dicen que no es negociable: nos vamos a Cruces. Entre contracción y contracción les voy diciendo dónde tengo la bolsa para el hospital y les pido que metan algunas cosas más que se me habían olvidado. "¿Me habéis traído el cepillo de pelo?" Sí, me lo habían traído. (¿Por qué me preocupaba tanto el dichoso cepillo?) Consigo vestirme (aunque no del todo... decido ir sin sujetador porque me parece un esfuerzo sobrehumano ponermelo) y salimos de casa.

Miro el asiento del coche y pienso en que ni de coña puedo ir ahí sentada. Mi ama desliza el asiento del copiloto hacia delante todo lo que puede y yo me arrodillo en el suelo detrás, apoyando cabeza y antebrazos en el asiento trasero. Sobre el asiento, el móvil. Sigo apretando "start" y "stop".

Me doy cuenta de que mi aita está asustado (o nervioso, no lo sé) por cómo me pongo durante las contracciones, va jurando entre dientes mientras conduce. Entre una contracción y otra le digo que esté tranquilo, que estoy bien, que me encuentro muy tranquila y que no es para tanto, solo que, para llevar mejor las contracciones, me va bien soplar y hacer ruido. (En algún momento del embarazo leí sobre el canto carnático durante el parto y lo he puesto en práctica a mi manera. Algo así como soltar el aire vocalizando. Creo que me alivia porque me da algo sobre lo que concentrarme.)

06:28

Llegamos a Cruces increíblemente rápido, es una suerte que sea tan de madrugada... llegamos a coincidir con la hora de ir al trabajo y podríamos habernos encontrado un tráfico considerable.

Mi aita aparca en la puerta de urgencias. Nada más poner un pie en la calle, otra contracción, así que me agacho y me pongo a cuatro patas. Mi ama se queda conmigo y mi aita entra corriendo a urgencias. Cuando se acaba la contracción veo que sale corriendo diciéndome que necesitan mi DNI. Me levanto y voy hasta el mostrador de urgencias. Le doy la cartera a mi ama para que busque el DNI mientras yo me agacho otra vez para pasar otra contracción. (Al día siguiente me dolerían un montón las rodillas y no entendería por qué... hasta que me acordé de mi particular "peregrinación"...) Se acaba la contracción, me levanto y le pido disculpas a la señora del mostrador. Nos dan la documentación que nos hace falta para entrar y nos indica que debemos seguir la línea morada del suelo hasta "Ginecología". Me habían advertido de que el camino hasta allí era largo... pero no me imaginaba que tanto. Un celador me está esperando con una silla de ruedas... le digo que ni de coña me voy a sentar en ningún sitio, no aguanto, voy andando. Me acompaña mi ama. Creo que mi aita ha ido a aparcar. Intento ir tan rápido como puedo. Llega una contracción y decido no hacerle caso, algo así como decirle: "Ahora no es momento". No sé muy bien si es por eso, pero la contracción pasa casi sin doler y sin durar.

Llegamos al mostrador de urgencias ginecológicas y me preguntan qué me pasa. Les digo que he roto bolsa y que tengo contracciones cada dos minutos. Me agacho para sobrellevar otra contracción. No consigo recordarlo bien, pero creo que se quedan con los papeles que me han dado en la entrada y me mandan a la sala de espera. Ando hasta la sala. Veo las sillas y pienso: "Oh, no, ahí no me puedo sentar." De repente me acuerdo: ¡MI PLAN DE PARTO! A pesar de que lo entregué en atención al paciente hace semanas, no creo que lo tengan a mano... Pido a mi ama que busque la copia que he traído en mi carpeta. Me lo da justo cuando me llaman por megafonía para que pase a la consulta para que me hagan una valoración.

Entro en la consulta yo sola. Me atiende una ginecóloga jovencita y la que supongo que es una enfermera. Vuelvo a explicar lo de la rotura de bolsa y las contracciones. Creo que también digo el color del líquido. Intento darle mi plan de parto, pero me dice que ya se lo daré a la matrona. Me piden que me suba a la camilla y suba los pies a los estribos. Me doy cuenta de que no estoy muy bien porque es la enfermera la que me quita los zapatos y me desnuda de cintura para abajo. Le digo que llevo una toalla enrollada en las bragas para empapar el líquido, que no es que vaya habitualmente así por la vida (en serio se me ocurrió explicárselo). Me subo al potro. Me da una contracción y le digo que me bajo al suelo, que en esa postura no puedo aguantarlas. La ginecóloga, todavía en su mesa, me dice: "¡Tranquila! ¡Si yo sigo aquí escribiendo!" Le digo que, entonces, me quedo en el suelo hasta que me vaya a examinar, que me avise. Así lo hace y, por suerte, el tacto lo hace rápido, mientras me dice:
- ¿Has venido acompañada?
- Sí, bueno... Por mis padres, porque a mi marido no le encuentro...
- Pues más vale que alguien le localice, porque de aquí no sales. Estás de 8 o 9 centímetros.

Alucino pepinillos.

Me voy bajando del potro con la ayuda de la enfermera y, a partir de ahí, los recuerdos son un poco borrosos. La enfermera comienza a desvestirme y mete toda mi ropa en una bolsa, mientras me pone dos batas, una con la abertura hacia atrás y otra con la abertura hacia delante. En los pies me ponen unos especie de patucos de papel. Ella me lo hace todo. La médico me pregunta si quiero epidural. Le digo que no. La enfermera coge la bolsa con mi ropa y salimos, creo que por una puerta diferente a por donde he entrado a la consulta. En la puerta está mi ama y no sé si mi aita estaba llegando en ese momento. Me da otra contracción. Me doy cuenta de que sigo con el móvil en la mano contando contracciones. Me cuesta un momento darme cuenta de que ya no hace falta seguir contando las contracciones y lanzo el móvil a la bolsa con mi ropa que ha dejado la enfermera en el suelo mientras me agacho por otra contracción. "¡Oye! -me dice la enfermera- ¡Que vas a perder el móvil!". Por lo visto, no he acertado en la bolsa al tirarlo. "Ama, estoy de 8 o 9 centímetros, por favor, llama a los aitas de Iñigo y que le localicen." Y me llevan hacia dentro, no recuerdo por dónde, mientras mis padres se quedan en la sala de espera.

Me meten en una sala de dilatación que parece que también es paritorio. Intento dar mi plan de parto a la chica que me recibe. Me dice que no, que se lo dé a la matrona. Me van quitando una de las batas y los patucos. Entra otra mujer. Lo vuelvo a intentar y me vuelve a decir que no es matrona. Entonces ya me enfado "¿Y se puede saber quién es mi matrona y a quién le puedo dar mi plan de parto?". Después se me mezcla un poco el orden de los recuerdos, creo que es antes de que viniera la matrona cuando una de las mujeres me pide que me tumbe boca arriba en la cama. Le explico que no, que muchas gracias pero que no quiero tumbarme, que estoy más incómoda. "Pues te tienes que tumbar para que te coja una vía y te coloque las correas." "Gracias, pero no quiero vía, y no quiero correas, prefiero que utilicéis un doppler manual en ventanas, por favor." "A ver, -dice la mujer- aquí lo importante es el bebé, y necesito poner las correas para ver si el bebé está bien. Y si no te pongo vía, no hay epidural." Ahora sí, ahora me he enfadado. Mucho. ¿En serio me está hablando con ese tono? Estoy de parto. Estoy sola. Un poquito de amabilidad y empatía por su parte no me haría daño, la verdad... Así que me muerdo un poco la lengua y le digo con toda la amabilidad de la que soy capaz: "Para empezar, si me lo dices con otro tono, todo va a ser mucho más fácil, así que por favor, te agradecería que no me hablaras así. Para seguir, lo importante no es el bebé, sino que todo es importante, vamos a partir de ahí. Y además, no quiero epidural, así que no necesito vía. Pero insisto: con otro tono, todo será mucho mejor." Y yo pensaba "Lo sabrías si te hubieras leído mi plan de parto. ¿¿Por qué nadie se lo está leyendo??". Me da la sensación de que se queda un poco perpleja y que tarda un poco más de lo normal en contestar y me dice sonriendo: "Muy bien, ya nos vamos entendiendo." Y se aparta de mí. Otra contracción. Entra alguien y oigo que la mujer "simpática" le dice: "Tenemos un problema, no quiere ni vía ni correas." Por suerte, no vuelvo a ver a la mujer "simpática".

Delante de mí aparecen dos caras. Las dos sonrientes y jovencitas. Una de ellas me dice: "Hola, soy Alma, la matrona." La otra chica también se presenta como matrona, pero no recuerdo su nombre. En ese momento pienso: ¡qué guapa es Alma! (es la bomba en las cosas en las que se me concentra el cerebro durante el parto...). No lo tengo muy claro, pero creo que es en ese momento en el que entrego a las matronas el plan de parto. No sé si se lo llevan, si lo leen... Ni idea, el cerebro me funciona un poco a medias. Cada vez que tengo una contracción, desaparezco.

Alma se ofrece a colocarme las correas estando yo a cuatro patas. Accedo y me las coloca sin que yo tenga que cambiar de postura. Pregunto a ver cómo está la peque y me dicen que está bien.

Alma insiste en lo de la vía. Sabía que era una lucha perdida, pero lo tenía que intentar. Le explico que no quiero vía porque es incómodo, que no quiero que me moleste para moverme, agarrarme, colgarme... Sé que me la van a poner, así que le pido que me la coloque en el antebrazo, para que me moleste menos. Me la pone en la muñeca, demasiado cerca de la articulación, con lo que no puedo doblar la mano del todo y me molesta... En fin, qué se le va a hacer.

Me preguntan si quiero que pase algún acompañante. Les explico que no localizo a mi marido, que están mis aitas en la sala de espera, pero que están muy nerviosos y que prefiero que no pasen, porque yo estoy muy tranquila. Les pido que avisen a mis aitas de que estoy bien. (Luego me enteraría de que nadie les dijo nada y mis padres estuvieron pensando todo el rato que yo estaba sola en contra de mi voluntad.)

Pregunto por la sala 8, que es donde está la silla de partos y me dicen que está ocupada. Les pido que, si la mujer no está usando la silla, me la traigan.

Hay alguien que se ofrece a traerme la pelota de pilates. Les digo que la he usado en casa y que no me ha servido. La persona insiste, así que le digo que, si quiere, que la traiga por si acaso.

Un chico con un tono de voz muy suavecito y con cara de ser majísimo, me dice que se llama Raúl y que es el matrón que se ocupará de Ane cuando nazca. Le sonrío y le saludo. Pienso para mis adentros que me gusta que ese chico cuide a Anetxu.

Explico que donde mejor estoy es en el suelo, pero me piden que pruebe a seguir sobre la cama. Me levantan la cabecera de la cama y me puedo poner de cuclillas y apoyar los brazos en la cabecera. Contracción. Con ésta grito más. Alguien detrás de mí dice que no debería gritar, sé que me dice algo más que podía hacer, pero no recuerdo. Le digo que tiene razón. Me sereno un poco.

Pasan unas cuantas contracciones más. Al terminar una de ellas, Alma me pregunta: "¿Sigue la contracción?" "No, ya ha pasado." "¿Por qué no intentas respirar más suave?" "Sí, ¡gracias!" Se me había olvidado ocuparme de la respiración y Alma me ha vuelto a traer a mi sitio.

Alguien me pregunta si tengo sed. Le contesto que no tengo ni idea de si tengo sed o no. Me dice que me va a traer agua. Me da de beber. Puede que sea la misma mujer que se ha empeñado en traerme la pelota de pilates.

La otra matrona se marcha y también se va Raúl. Qué pena me da... Quería que él se ocupara de Ane . Me dice que quien se ocupe de ella, lo hará igual de bien. Lo sé, pero él transmitía tanto cariño... Pregunto a Alma si también ella tiene que irse. No quiero que me deje. Me dice que no, que su turno termina a las 9 de la mañana. Todavía tenemos una hora.

Quiero empujar. Aviso a Alma. Me pide que me tumbe para hacerme un tacto. Le pido que me lo haga a cuatro patas, no soporto estar boca arriba. Me dice que en esa postura no sabe hacerlo... Le pido que lo intente. ¡Ufff! Tenía razón. No sabe hacerlo así y me hace daño al intentar meter los dedos. Me tumbo de costado. Hace el tacto rapidísimo y me dice que puedo empujar. "La niña está muy arriba todavía, ¿no?" Pregunto. "¡No, no, está muy abajo!".

De repente, mi cuerpo empuja solo. Se contrae y empuja, no lo hago yo. No es algo voluntario. La sensación es algo así como el reflejo de vomitar solo que, en vez de hacia arriba, el cuerpo empuja hacia abajo.

Al cabo de varios empujones, mi cabeza reacciona: "va a nacer tu niña y su padre no está. Se lo va a perder." Y, con esto, se paran las contracciones. Mi cuerpo decide esperar. O Ane decide esperar. No lo sé. Pero necesitamos que llegue Iñigo.

Alma se sorprende del parón. Me dice que creía que iba a ser más rápido. No soy capaz de explicarle el por qué del cambio en la dinámica de parto, no tengo la cabeza lo suficientemente lúcida.

Bajo de la cama a probar la silla de partos. Ellas no saben cómo funciona. Yo me siento, pero no me encuentro cómoda. Además, está pensada para que el acompañante sostenga a la mujer y yo no tengo acompañante... Voy al suelo. ¡Por fin! ¡Ese es mi sitio! Aunque hayan intentado que me quedara en la cama, ¡el suelo es mi sitio! De ahí no me muevo. Me cuelgo de las lianas de la silla de partos, eso sí me sirve. Me levanto. Muevo la pelvis. Respiro. Me relajo. Hago círculos con las caderas. Me agacho y me pongo en cuclillas. Apoyo cabeza y brazos en la cama. No sé cuánta gente hay, no levanto la cabeza en ningún momento, pero de vez en cuando se abre y cierra la puerta y la gente habla mucho. En medio de una contracción, oigo la puerta otra vez y varias hablan en voz demasiado alta. Me desconcentro y pierdo la contracción. Me enfado. Les digo: "¡¡¡Me habéis jodido la contracción!!!" Creo que no lo entienden. Nadie me contesta.

08:10

Se abre otra puerta. Oigo una voz: "Ha llegado el marido de esta señora y pregunta a ver si puede pasar." "¡¡¡Siii!!! ¡¡¡¡Que pase!!!!" Y, mientras digo esto, pienso: "¿Me ha llamado señora? ¿¿Señora??"

Mientras esperamos a Iñigo, Alma me pregunta: "¿Le vas a echar mucha bronca?" Le digo que no. La verdad es que ni se me había pasado por la cabeza, sólo quiero que venga.

Entra a la sala. Yo sigo sin levantar la cabeza, estoy de pie moviendo las caderas. Alma le manda sentarse en una esquina. Me doy la vuelta y le digo que ni de coña, ¡que se venga a mi lado! Nos damos un beso. Cojo su mano. Estoy en cuclillas, apoyada contra la cama. Empujo. Varias veces. Noto algo. Bajo la mano. "Toco la cabeza." Alma se pone a mi espalda y comprueba que, efectivamente, ahí está la cabecita. Me quitan la bata explicándome que es para hacer el piel con piel. Pido a Iñigo que se ponga al otro lado de la cama y que me dé las manos, para que pueda tirar de él con cada empujón. Así sí. Vamos allá. Qué ganas de que se acabe este momento. Empujo y tiro de Iñigo. Tiro tanto que me tiemblan los brazos. Alma empieza a pasar los dedos por mi periné, como intentando facilitar la salida, pero eso no la facilita. "Eso me molesta, ¿podrías no tocarme, por favor?" "Sí, claro." Deja de hacerlo. Empujo. La txiki está saliendo. La sensación de tenerla medio dentro y medio fuera es fatal, es incomodísimo. "Ya ha salido el brazo", dice Alma . ¿El brazo? ¿¿Eso quiere decir que la cabeza entera está ya fuera??
Digo en voz alta lo incómoda que estoy. Alma me dice que me ponga en la postura que yo quiera. Quiero explicarle que lo que es incómoda no es la postura, sino el tener una niña saliendo de ti, pero no puedo decir nada. Pruebo a incorporarme. Una vez de pie, vuelvo a empujar. ¡Ya está fuera! ¡Qué alivio!

Alma, que ha estado todo el rato colocada detrás de mí, me pasa a la niña entre las piernas y me dice que la coja. La cojo, pero ella está tan resbaladiza y me tiemblan tanto los brazos y las manos que me da miedo que se me caiga. Me agobio mucho: "¡¡No la sueltes, por favor, no la sueltes, que yo no puedo sostenerla!!" Es el único momento en todo el parto en el que siento miedo. La ponen sobre la cama y me ayudan a subir a mí. Una vez en la cama, ponen a la niña sobre mi pecho.

Cómo llora la pobre... Qué penita me da oírla... Iñigo está agachado a nuestro lado, está muy emocionado. Nos besamos. Besamos un millón de veces a Ane. Le cubren la cabecita con un gorrito y la secan con una toalla.

Alma nos dice que el cordón ya ha dejado de latir y pregunta a Iñigo si quiere cortarlo. Dice que no, ¡y yo digo que yo sí! Lo corto.

Alma me dice que no tengo ningún desgarro. Nada me duele. Sale la placenta y le pido que me la enseñe y me la deje tocar. Me va explicando cada parte mientras yo la toco. Mi curiosidad no se para ni estando de parto.

Nos dejan solos. Alma vuelve para despedirse antes de marchar. Me dice que espera que mi parto haya sido un poco como yo quería. Le digo que no podría haber sido mejor y le agradezco muchísimo todo lo que ha hecho. No podría haber tenido una matrona mejor.