Ayer leí un artículo sobre el “pijama” del hospital que me recordó a otro texto que escribí hace tiempo sobre las rutinas del ingreso hospitalario de las parturientas en España.
Fue un grato detalle (en mi parto en otro país) ver que no había bata de hospital y que tampoco nadie me pidió desnudarme.
En mi caso, como el parto se inició con una inducción, tan solo me pedían bajarme un momento pantalones y bragas, y tras la inserción del dispositivo de prostaglandinas, subírmelos. Y así estuve, mucho más cómoda.
Es más, estoy convencida de que me sentí más segura así, más protegida, estando con la ropa que llevaba ese día. Mi ropa.
Hubo un tacto más durante el parto, y, tras prestar consentimiento, me bajé un momento los pantalones y listo, no hacía falta más.