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Carta a mis matronas

Carta a mis matronas

¿Cómo le das las gracias a quién te ha dado la mano mientras dabas a luz?

Muchas veces pienso que me gustaría ser madre por tercera vez únicamente para tener otro parto. Y para volver a vivir las últimas semanas de embarazo y los primeros días con mi bebé, estos momentos en los que me acompañaban mis matronas.

Soy madre de un niño y de una niña, feminista, académica, y tuve dos partos en casa. Lejos de optar por un parto natural desde un planteamiento romántico y esencialista en busca de un reencuentro con el lado mamífero de una misma, elegí el parto en casa tras un proceso de investigación científica sobre la seguridad materno-infantil del mismo y la satisfacción con el parto, poniendo en perspectiva la evidencia que iba encontrando con mi propio caso. ¿Cumplía las condiciones para parir en casa? ¿Dónde me sentía segura? ¿Qué expectativas tenía del parto? ¿Qué acompañamiento recibiría por parte de mi pareja? ¿De mi familia? ¿Iba a poder gestionar el dolor? Nunca me hubiera imaginado que este proceso iba a significar un proceso de empoderamiento.

Como muchas embarazadas, la cuestión que más me preocupaba durante el embarazo era la del dolor de las contracciones. Mi hermana mayor me dijo tras su primer parto que eso no era nada en comparación con el dolor de regla, y mi otra hermana me dijo que el parto dolía como si te rompieran todos los huesos del cuerpo a la vez. Yo que nunca tuve ni dolor de regla, ni me he roto nunca ningún hueso, ¡no me podía ni imaginar el dolor que supondrían las contracciones! Pero el historial familiar no era pesimista del todo, pues sabía que mi madre nos tuvo a todos sin epidural, y dar a luz a cinco hijos sin anestesia por voluntad propia solo podía significar que el dolor se podía aguantar. Así que rápidamente supe que quería tener un parto natural, y dediqué mucho tiempo a leer libros, ver documentales e ir a yoga para prepararme mental y físicamente al momento de dar a luz.

En este proceso de información me sentía cada vez más atraída por el parto en casa. Con las gafas de género puestas, el parto en el hospital me parecía una expresión de manual del patriarcado. Me daba mucho miedo que no se respetará mi ritmo y el del bebé, mi intimidad, mi vagina, y mi cuerpo. Me daba miedo que se me torciera el parto, no porque hubiera algún problema que necesitará verdaderamente de la intervención de un ginecólogo, pero porque no se entendiera que el parto requiere de tiempo, tranquilidad, oscuridad, intimidad, calor y empatía. Y acompañamiento.

El acompañamiento que necesitaba lo encontré cuando me puse en contacto con un equipo de matronas que atendían partos en casa. Marcó un antes y un después en mi embarazo. De repente aparecieron unas profesionales que me sonreían y me preguntaban por mis emociones, mis preocupaciones, mis expectativas. Aparecieron unas profesionales que no me infantilizaban ni me veían como una enferma a la que pesar, tomar la tensión y no dar más explicaciones. Por fin era una mujer embarazada, ni más, ni menos. Y tenía a mi lado quién tiene por profesión y vocación asistir los partos normales y fisiológicos. No podría haber estado en mejores manos.

Mi lengua materna es el francés, y en francés matrona se dice “sage-femme” (mujer sabía). Una palabra no podría estar más acertada. Esa mezcla de profesionalidad y de empatía es única: a mi nunca me habían tocado la barriga con tanta dulzura y sabiduría. Que una tenga un parto en casa o un parto en el hospital, debería poder estar acompañada de esa forma que facilita tanto el parto como el proceso de transformación de una mujer hacía la maternidad.

El vínculo emocional que tengo ahora con mis matronas es muy fuerte, tanto me han transmitido confianza en ellas y en mi misma. Me emociono cuando nos vemos de forma inesperada por la calle y hasta cuando quedamos para una consulta de lactancia o de ginecología. Pero, sobre todo, me emociono cuando recuerdo mis dos partos, en mi casa, con mis matronas, en un océano de felicidad.

Esta carta es para ellas y para todas las sage-femmes que acompañan a las mujeres, sus bebés y sus familias.

Gracias.