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Historia de Manoli

Tuve un embarazo de ensueño, en el que yo me encontraba sanísima, guapísima, presumía de barriga a todas horas (mi fpp era el 6 de septiembre, así que pasé todo el verano con el "super bombo"), disfruté de un viajecillo con mi marido a Mallorca... vamos, que no me perdí nada. Además solamente trabajé los cuatro primeros meses de mi embarazo, pero con el tiempo decidí que no quería continuar, quería disfrutar mi embarazo y posteriormente criar a mi bebé, así que tuve mucho tiempo para leer, informarme y acudir a algunas reuniones de esta asociación para conocer experiencias de otras mamás. De todos los partos recientes que conocía sólo una mínima parte habían sido sin ningún tipo de calmante, casi todas habían usado al menos la epidural. Escuchando las vivencias en las reuniones de El parto es nuestro, muchas mamás contaban lo bien que les fue que les administraran epidural, pero otras contaban que el parto había ido bien hasta que se la pusieron. Y desde entonces todo se había ralentizado, y finalmente se había terminado instrumentalizado e incluso con cesárea. Decidí que intentaría aguantar en dolor, mentalizarme, respirar... para no tener que ponérmela. Pero claro, todo era teoría, hasta el momento de la verdad no sabría cómo iba a reaccionar. El día que hacía las 39 semanas justas me levanté con contracciones. Hacía dos días que había expulsado el tapón mucoso, así que sabía que podía estar ya de parto. Como era sábado y estaba mi marido conmigo, estuve relajada en casa, leyendo, haciendo cosas, respirando... Las contracciones iban y venían, a veces eran cada 3 minutos, otras veces eran cada 10, 15... ya no sabíamos qué hacer. Como no me encontraba excesivamente mal, y ya era hora de comer, decidimos pasear por el centro comercial (hacía un calor horroroso), así que comimos, y estuvimos paseando un buen rato, cuando me venía la contracción parábamos, apretaba los dientes y la mano de mi marido y esperaba que se pasase, no era insoportable ni mucho menos. Sobre las 6 de la tarde decidimos acercarnos al hospital. Allí me vieron, me hicieron un pequeño tacto y nos dijeron que la cosa estaba en marcha, pero que si me quedaba ya se me iba a hacer muy largo, y que era preferible que siguiésemos paseando como hasta ahora, en dos horitas podíamos volver... Una de las cosas que yo había comentado con mi familia y la familia de mi marido es que no queríamos a gente esperando fuera mientras el parto, que queríamos estar solos y ya avisar cuando naciese la nena, pero no sabíamos si iban a poder esperar,así que decidimos no contarlo todavía. Arreglamos unos asuntos pendientes en casa de mis padres y casa de mi cuñada, todo ello soportando las contracciones (metiéndome al aseo cuando me venía una), y paseamos hasta las 9 de la noche, cuando ya empecé a notar las contracciones algo más fuertes y decidimos volver al hospital. Esta vez ya nos quedábamos. Me metieron al paritorio, y cuando vieron cómo me iban las contracciones y lo bien que las soportaba me dijeron "a ti aún te queda, te vas a una habitación!", así que nos quedamos en planta. Mi marido aprovechó para ir al coche a por las cosas y yo me quedé en la habitación para ir usando la pelota, moviéndome... En un momento dado, me sentí agotada y decidí echarme un momentito en la cama hasta que volviese mi marido. Me tumbé de lado, cerré los ojos y fue entonces cuando sentí como si la nena diese una voltereta dentro de mí, y oí un "cloc" por dentro... y ya noté mucho líquido caliente mojar la cama y el suelo. Ahí me quedé sin saber qué hacer, porque lo estaba poniendo todo perdido... hasta que llegó mi marido, llamó a una enfermera y me dijeron que me diese una ducha que nos íbamos al paritorio. De ese momento recuerdo el detalle de decir que no podía soportar las bragas de papel del hospital porque parece que sólo tenían la talla XS, que me apretaban un montón y preguntar si podía llevarme unas mías, aunque luego tuviese que tirarlas... Entramos al paritorio sobre las 11 de la noche... las contracciones se podían llevar, incluso tenemos fotos de ese rato. Oía a otras parturientas gritar y pensaba "que exageradas... no creo que me ponga yo así". Al momento la cosa ya se puso más difícil. Recuerdo que me marido se guiaba sobretodo por el número del monitor, y me iba diciendo cuando bajaba, que significaba que la contracción remitía... Estuve de pie, cogiéndome a él, tumbada, de rodillas en la cama articulada. Me preguntaban si iba a querer epidural, y contestaba que todavía no, que lo podía llevar, sólo necesitaba que mi marido me repitiese, como si fuese un mantra, que la contracción se pasaba sola... En la recta final, con la matrona (recuerdo que se llamaba Encarna), ella me iba ayudando a dilatar, metiendo la mano, y yo llegaba incluso a dormirme entre contracciones. Y a tener sueños incluso! Cuando la matrona me dijo que si quería podía ir empujando, pero debía hacerlo con todas mis fuerzas y aguantarlo todo el tiempo posible. Tumbada, con la pierna derecha apoyada en las costillas de Encarna, y la izquierda en las costillas de mi marido, cuando venía una contracción, cogía aire, apretaba los dientes y empujaba, empujaba, empujaba... hasta que me decían "Vale!" Ahí ya la que gritaba era yo. Vaya que si gritaba. Mi marido me decía que ya veía la cabeza, que no faltaba nada, y seguía dándome ánimos. Me pusieron delante el espejo para verlo yo misma, pero me desmotivaba porque me parecía imposible que por ahí pudiese salir una cabeza de un bebé. Hacíamos series de 3 empujones largos y me dejaban descansar hasta la siguiente. Le pregunté a la matrona cuántas series más pensaba que quedaban, y me dijo que en dos o tres más ya estaba fuera. Me dispuse a empujar una serie más, cogí aire, apreté los dientes y empujé, empujé, más, más... hasta que me dijeron "vale!, coge aire, vamos otra más....", y volví a empujar, empujar, empujar... y ahí, yo creo que nadie lo esperábamos... oí un CLAC dentro de mi, increíble, creía que me había partido por la mitad, abrí los ojos como platos, y oí a la matrona y mi marido "¡Ya está! Ha salido la cabeza! ¡Muy bien!, espera, un último empujón y ya está!", volví a empujar, y enseguida salió el cuerpo, bolsa, sangre, líquidos... Me desabroché para que me pusieran encima un cuerpecito desnudo, caliente, muy sucio, y con una cabeza de pico hacia atrás... Mi marido lloraba, yo no podía creer que ya lo había hecho sin ningún calmante. Recordé que queríamos el pinzamiento tardío y lo dije, mi marido cortó el cordón. Fue increíble. Eran las 2 y cuarto de la madrugada. Nos quedamos allí en el paritorio un rato más. Más que el dolor del parto, recuerdo el dolor de coserme, me había desgarrado por tres sitios, y vi las estrellas. A las 5 volvíamos a la habitación los tres, yo me quedé con la nena en la cama, enganchada a mi pecho, y me dormí hasta las 9 de la mañana, que ya desperté a mi marido y le dije "nene, ya puedes llamar a la gente". Esta es mi experiencia. Se que me dolió, pero casi no lo recuerdo (el dolor de los puntos sí), mi marido sí que lo recuerda, pero me siento muy orgullosa de haber conseguido que fuese sin epidural, ni un nolotil siquiera. Y que, aún con dolor, yo disfruté mucho del parto, con mi marido, en la intimidad, sin ningún tipo de presión, "a nuestra bola", y el momento de llamar a mis padres y mis suegros para decirles que podían ir al hospital a ver a su nieta, y de mandar a los grupos de whatsapp directamente una foto de los tres juntitos... es el mejor de los recuerdos.