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Destrozaron mi vagina

Tengo una episiotomía que recorre mi vagina de principio a fin; acaba en un desgarro hacia el ano. La tengo desde diciembre de 2004. En este mes nació mi primera y única hija.

No me hubiera podido librar de ninguna manera de esta episiotomía dando a luz en el Hospital Virgen de la Salud de Toledo y siendo primeriza, pues según comentó luego un ginecólogo a una amiga enfermera: “Se les practica a todas las primerizas para evitar desgarros”. Esta afirmación me enfada doblemente. Primero, porque se le practique a todas las primerizas, sin evaluarlas individualmente. Segundo, porque la razón que este señor (y tantos otros) esgrime no tiene ningún fundamento científico (lo que pone en duda su calidad como profesional).

Cuando estaba embarazada, lo que más miedo me daba era que me cortaran en mis partes. Sabía que las contracciones eran pasajeras, que los partos solían ser duros (los partos de los que yo oía hablar), pero una episiotomía me daba pavor. Al hablar con mi madre ya me dejó claro que los puntos me los “iba a llevar”, ella tuvo tres partos y los tres con ventosa/fórceps y episiotomía; a pesar de eso seguía ciega y no cambié mi forma de parir. Cuando ya estaba avanzado el embarazo, comencé las clases de preparación al parto donde una matrona ya empieza a aleccionarte sobre cómo te van a cortar y cómo te tienes que curar la herida. Todas escuchábamos atentas y ninguna gritábamos ¡Pero cómo van a hacer eso con nuestro cuerpo, con una de las partes más sensibles de él!

Así que llegó el gran día. Y me llevé el tajo. Muy imbécil de mí, le pregunté a la ginecóloga si me habían cortado… ¡Claro!

Hasta 15 días después no pude levantarme de la cama, hasta muchos meses después no he podido controlar mis esfínteres por completo.

Cuando pasó un año y seguía sin poder mantener relaciones con mi marido, me tuve que recuperar del pánico a los ginecólogos (pánico que adquirí en el parto) y acudir a ver qué solución me daban. La única solución, según ellos, era operarme y cortar alguna parte de carne que había quedado más tensa en la vagina. Era la “única solución”, así que pasé por ello a los 15 meses del parto. Cuando estaba en la camilla del quirófano con las piernas otra vez de par en par, con, otra vez, 6 personas mirándome hacia y desde mis partes, el ginecólogo que me iba a operar me dijo que ni con la operación me aseguraba que todo volviera a ser como antes; las lágrimas brotaron a borbotones de mis ojos, ¡yo estaba allí porque era la solución que ellos me habían dicho! ¡Era la primera vez que oía que quizás no sirviera de nada! Me durmieron llorando y me desperté llorando.

Me quitaron una dureza de la cicratiz, pero aquello me seguía doliendo mucho. Los mismos que me destrozaron la vagina no supieron darme una solución para poder llevar una vida normal. Por suerte en la Asociación El Parto Es Nuestro sí que me ayudaron y me aconsejaron ir a un fisioterapeuta especialista en suelo pélvico. Así hice. En tan sólo dos meses de tratamiento he logrado recuperar muchísimo y sé que voy a conseguir estar mucho mejor de lo que estoy. Dentro de mi mala suerte, el día del parto me cosieron bien (por lo menos algo en su trabajo lo hacen bien) y, aunque siempre me va a quedar ahí la cicatriz, voy a poder tener una vida completa. 20 meses después de dar a luz puedo mantener relaciones sexuales.

Desde mi humilde posición me gustaría animar a todas las mujeres a que hablen de estos destrozos que nos hacen. Yo tardé meses en hablar de este tema porque se trata de una parte muy íntima de las mujeres y siempre da un poquito de vergüenza. Al principio, se lo comenté a alguna mami conocida, luego le preguntaba a otra; recurrí a mis padres… Poco a poco las personas de mi alrededor se fueron enterando de mis problemas y poco a poco yo me fui liberando del peso psicológico con el que cargaba; comprendí que no es a las mujeres a quienes nos tiene que dar vergüenza hablar de esto, sino a los ginecólogos y personal sanitario que hace estas brutalidades con cuerpos que no son el suyo.

Rebeca Romero.