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Cómo dejar que te fastidien tu parto y malvivir con ello

Nos robaron el parto, a mi hijo, mi marido y a mí, nos robaron los momentos más tiernos de nuestra vida. Nuestro embarazo comenzó siendo un proyecto común, lleno de ilusión, amor y ternura; acabó en amargura, dolor y sensación de fracaso. Todo ello se lo debo a la atención que recibí del servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital Montepríncipe, clínica privada, durante el parto de mi hijo el pasado 19 de agosto de 2002.

Tras un embarazo sin complicaciones, rompí aguas e ingresé en el hospital el día 19 a las 2 de la madrugada. La doctora de guardia no nos atendió de muy buen grado y menos cuando le pedimos que no se me monitorizara internamente ni se le administrara la vacuna de la hepatitis B al bebé, aunque estuviéramos ejerciendo nuestro propio derecho.

Se me sube a la habitación y lo primero que se me practicó fue un rasurado y después un enema. Se me aplicó la epidural. El doctor que lo hizo me ordenó que no me moviera con bastante malas maneras. No sé qué quería de una persona que llegaba asustada por primera vez a un quirófano, a las tres de la mañana, medio desnuda y con aire acondicionado con dos personas que eran como autómatas.

De vuelta a la habitación se me administró oxitocina sin preguntar y estuve doce horas hasta alcanzar la dilatación tumbada en aquella maldita cama. En ningún momento se me indicó que caminara y los dolores musculares eran muy molestos tras tantas horas.

La "única" persona que había me trasladó literalmente corriendo hasta el paritorio (luego comprobamos que es que no había personal suficiente, al ser el mes de agosto estaba todo el mundo de vacaciones).

En el paritorio comenzaron las malas caras al pedir que me movieran con un poco de cuidado, había estado 12 horas en la misma posición dilatando en la cama de la habitación. Aquí me subieron al potro y el colmo fue cuando pedí que se me incorporara, ya que la incorporación fue una almohada debajo del cuello, semidesnuda y totalmente tumbada con las piernas en alto atadas. Únicamente reclamaba lo que recomienda la OMS. Con los pies en los estribos era imposible parir.

Llegado el momento, me ordenaron empujar dos veces, la comadrona se me subió encima, creí que había roto a mi niño. Me iban a monitorizar interiormente, les dije que no, se extrañaron mucho; entonces, la doctora me preguntó cuánto era el peso estimado del bebé en la última ecografía, yo respondí que casi 3, y dijo "esto no sale, tendremos que hacerte una cesárea". A mi marido no le dio ni tiempo de entrar, todo esto ocurrió en unos 10 - 15 minutos. No me dejaron parir.

Tras la operación estuve abandonada en una sala sin observación durante una hora y media, nadie podía llevarme con mi hijo y mi marido, nadie fue a preguntarme si estaba bien. Tuve que reclamar al camillero que me subiera en repetidas ocasiones. El postparto fue malo, no podía orinar por mí misma y necesité que me sondaran, como ocurre en muchos partos instrumentales, además el dolor del corte era fuerte, estuve con calmantes varios días. Durante las primeras semanas no pude coger a mi hijo en brazos como una madre normal.

Lo peor, sin embargo, es lo humillada y frustrada que me siento por todo lo ocurrido y creo tener derecho, al menos, a que se me dé una explicación. No recibí información, ni se me consultó sobre la intervención a la que se me iba a someter. El "Consentimiento Informado" lo firmé en cuanto entré en la habitación; es decir, 12 horas antes de que hubiera una aparente causa para ello, además, no consta la razón de ese consentimiento, está en blanco.

La ginecóloga, una persona insensible, torpe e irrespetuosa, abusó de mi condición de inferioridad y no me dejó parir. Decidió una cesárea sin consultarme a mí ni a mi marido, con el consiguiente riesgo que supone una operación de cirugía mayor. No había ninguna causa para ello, ¿cómo comprobó que había desproporción? ¿preguntándome el peso aproximado en la última ecografía cuando me negué a la monitorización interna?

Las presiones y malos modos que he sufrido han sido especialmente crueles teniendo en cuenta mi situación de inferioridad, debilidad y tensión psíquica. Son éticamente deplorables e impropias de personas dedicadas a la medicina.

El informe es incompleto y erróneo, ya que se dice que el bebé presentaba una vuelta de cordón, cosa que nunca se nos indicó hasta que no pedimos dicho informe, a pesar de ello no es indicación para una cesárea. No se me hizo ninguna ecografía durante el parto. Nunca hubo sufrimiento fetal. Mienten.

Curiosamente, esta clínica tiene una media de un 33%, según consta en su página web, cifra que da que pensar cuando la OMS indica que un 15% ya es excesivo.

Además de todo ello, se me está negando mi historial clínico desde marzo de 2003. Tras perder un montón de tiempo con llamadas telefónicas, me dieron un informe en un folio en blanco, sin firmar. Como insistí con una carta certificada con acuse de recibo y un burofax, el director médico nos hizo volver para darnos algo más, pero no los informes de enfermería, alegando que la ley les protege a ellos y que si los quiero que lo solicite por vía jurídica. Espero que la justicia les castiguen por ser unos DESALMADOS, INSENSIBLES, REVENTADORES DE PARTO. Es incomprensible que se aplique el lema de "el negocio es el negocio" con la vida. Hay que hacer algo.

Carolina, madre a pesar de ellos.