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Una llegada llena de Bendiciones

Supuestamente, para mi gine, salía de cuentas el 27 de Mayo. Para mí, debería ser el 10 de Junio. Cuando lo discutimos, me aseguro que si llegaba a la semana 42 (para ella) y no me había puesto de parto, no me induciría, por lo que en ese momento me quedé tranquila y acepté. No había querido ir a ninguna revisión antes de la semana 12. Más tarde, me enteré de que es en la semana 7-8-9 donde el error de estimación es casi nulo, pero en la 12 puede pasar. ¡Y yo que estaba orgullosa de no haber ido pitando y haberme saltado ya la primera revisión! (aquí en Eslovenia suele ser una al mes)

En un principio negocié ir sólo a las “obligatorias”. Pero resultó ser un embarazo lleno de miedos, por lo que todo lo que no fui al principio, lo fui después… Me sentía tan culpable de no sentir toda la ilusión, alegría y fantasía del primer embarazo, que estaba preocupadísima de que eso estuviese afectando a tu óptimo desarrollo, no tanto físico, sino emocional. ¿Cómo podía evitar que no te sintieses rechazado por todos mis agobios? Y el no poder evitarlos, hacía que la culpa creciese más y más a medida que avanzaba el embarazo. Se lo preguntaba a Eva, pero ella me respondía “ya sabes las respuesta, con respecto a lo físico, está todo bien. En cuanto a lo emocional…”

Parecía que tú querías hacerte notar, pues te sentí desde muy prontito (¡¡semana 15!!). Te movías muchísimo!!! Mi tripa parecía ondas de mar, porque no es que movieses una pierna o un brazo, sino que lo movías todo a la vez!!! Ahora que te veo estirarte… ¡ya lo entiendo! Pero por el contrario hice un montón de cosas contigo: fuimos a clases de canto prenatal, a yoga, y tuvimos una doble sesión con una doula (tu padre y yo) para ayudarnos (ayudarle) a ayudarme (jeje) con el parto. Pues aún no estado confirmado todavía, sabíamos que él sería nuestra doula en tu llegada… Aunque al final, ¡¡fue mucho más que eso!!

Se supone que una consecuencia de la conización es riesgo de partos prematuros, eso junto con los antecedentes de que Jernej había nacido en la 39+0, me hizo creer que llegarías pronto. Ilusa de mí, pensaba que estarías aquí, en mis bracitos, a mediados de Mayo (¿Será tauro?). ¿Qué manía con querer controlarlo todo, no? ¿Cuándo aprenderemos que eso es humanamente imposible? Y volví a cometer el mismo error, “dar por hecho”.

Como siempre la vida tiene mucho que enseñarnos, y llegó la semana 39 (para mi gine), la 39+4, la 40… ¡¡Uffff!! ¡Que agobio! Llevo esperándote desde la 38… Esta impaciencia me va a matar. ¡Que estrés! Que mal me encuentro en este embarazo, tanta acidez, tan poco descanso, que dolor de espalda… ¡Quiero que acabe! ¡Quiero verte! Sé que todos mis agobios se acabarán al verte, al tocarte, al sentirte!!! Sé que todo está en mi cabeza, y necesito tenerte a mi lado para abrirte mi corazón y vibrar juntos… Pero nada, más agobio, más culpabilidad por no respetar tus tiempos, por querer que este embarazo acaba (pero si luego, lo voy a echar de menos… en mi tripita… ¡jo! ¡Que de contradicciones!), más agobio, más estrés… Pero si aún estoy en la 40… ¿A ver si mis cálculos estaban bien y va a ser que estoy de 38? ¡Dios mío! Si es así, y naces en unas fechas normales como la 40+1, 2, 3 en realidad, para la gine y para mi matrona, es la 42+1, 2, 3… ¡¡Adiós a mi parto en casa!! No me lo puedo creer… ¿Por qué habré cedido en la fecha!? Entre tanto, mi matrona, “me regaló” un par de días si la eco doppler estaba bien para la 42. Y me dio unos “remedios de la abuela” (infusión de canela, andar, sexo, aceite de ricino –que no llegué a tomar-) para ayudar a estimular el parto, en caso de que el útero estuviese preparado, el ricino funcionaría, sino… Tendría que “aceptar” tener que ir al hospital (ooohhhh!).

Pero todo tiene su razón de ser, su aprendizaje… Esa última semana me conecté tanto, tantísimo contigo… Te hablaba, visualizaba, cantaba y respiraba todas las mañanas. Hacía las afirmaciones como si mi vida dependiera de ello… Y todo, todo, todo ayudó. El penúltimo día antes de tu llegada (jueves), hablé con Lupe (¡Gracias preciosa!), de la que recordaba un parto maravilloso, pero en cambio no recordaba que había pasado por algo muy parecido (como es la vida, ¿eh?, justo llamas a una persona porque sientes que te va a entender, y resulta que sin saberlo… había pasado por lo mismo!!! Yo misma le había escrito un mail de ánimo, y ni me acordaba… Pero se ve que el karma cumplió con su cometido, pues ella me lo devolvió con creces…) Tantas expectativas puestas en las p**** fechas que menudo agobio nos pasamos. Fue la conversación (¿conexión?, ¿empatía?, ¿seguridad?) que necesitaba. Su mensaje fue: “cuando me relajé (y limpié toda la casa… jeje) me puse de parto”.

Yo seguía haciendo mi terapia de conexión-sanación, y llegó el sábado. Una buena amiga, Zala, tenía una performance y llevábamos semanas pensando en si podría o no asistir, si lo haría contigo en mis brazos, o si todavía en la tripa (visto lo visto). Así que organizamos todo para poder ir. Llamamos a Babi para que se quedase con Jernej esa tarde noche y así ir a la función. Babi tenía ya planes de cuidar a Filip, así que Jernej se iría a casa de Mateja a pasar la tarde jugando con Filip y Babi mientras nosotros íbamos a disfrutar un poquito de la poca intimidad que nos quedaría en esos días y por fin ir a dar el tan deseado paseo que necesitaba desde hacía tantos días.

Llevaba toda la semana lloviendo un montón, por lo que me había resultado imposible poder andar como me hubiese gustado (y todo hay que decirlo, también para ver si te ayudaba a animarte… jeje). ¡¡¡Ese sábado amaneció maravillosamente soleado!!! ¡¡¡Madre mía!!! ¡¡¡Por fin!!! Tras la comida Jernej se quedó dormido. Papi y yo nos tumbamos un poquito en el sofá para descansar… ¡Oh! ¿Qué está pasando? ¿Tengo molestias? ¿Será posible? ¡Pero si es de día!,” ¡Pero si los partos no empiezan hasta por la noche! (en la mayoría de los casos)” Pensaba yo. Así que llamé a la comadrona, Uršula, para comentarle que no estaba de parto pero que tenía molestias. Me comento que podía ser el periodo de pródromos, que ahora era el momento de tomar la infu de canela y darme un buen paseo, de una horita u horita y media, sin prisa pero sin pausa, es decir, sin llegar a correr, pero con paso acelerado… ¡¡Así que perfecto con el día que hacía!!

Como muchas veces había leído o escuchado en alguna experiencia de parto, con mucha admiración y sorpresa, pensando si algo así podría pasarme a mí, si sería capaz de ponerme a hacer esas cosas en lugar de estar impaciente sin saber qué hacer, o retorciéndome por las esquinas (que también podía ser… jeje). ¡Me puse a limpiar el baño de invitados! ¡¡¡Que viene mi madre en 3 días y está sin limpiar!!! Me di una ducha (me puse guapísima, por cierto… jiji), desperté a Jernej e informé a tu padre de que, a lo mejor, por fin habías decidido venir, y cómo no, “¡Hazme las fotos de la tripa!”. Justo estaban los abuelos en la finca porque habían venido al huerto, así que mientras yo me preparaba, Papi arreglaba con los abuelos que se llevaban ya a Jernej. Y nosotros nos íbamos ¡por fin a dar ese tan esperado y deseado paseo a la luz del solazo que brillaba resplandecientemente! “¡Ah! Ya me he acabado la canela, tenemos que ir a comprar más, y de paso…. Mmmmh, ¿Me compras un helado?”

Esperando en el coche mientras Papi cumplía todos mis pequeños deseos (que gusto da que te mimen con todo lo que quieras, ¿eh?) llamé a Sara, resulta que su madre también venía a la performance, así que a lo mejor podíamos ir a recogerla. “Bueno, mejor no, va con Mitja a la segunda sesión” me dijo. Tu padre volvió, “Hala, todo listo, vámonos a Šobec”, ¡¡¡¡Siiiiii!!!! “Ñam, ñam, que rico el helado”.

Esta parte la tengo un poco “nublada” (¿?). Recuerdo el sol dándome en la piel, calentándome, tras tanta lluvia, tan largo y duro invierno (¡nieve hasta abril!)… “¡mmmmh, que regalo!”, agarrada del brazo de mi gran amor, “¡mmmmh, pero que suerte tengo!”, “que afortunada soy”… “Uy, Mmmh, parece que esto empieza a acelerarse…” Lo pienso, pero no lo digo… Era tan bonita esa imagen… Era todo tan perfecto, así, simplemente los dos juntos caminando bajo el sol, que no quiero que nada ni nadie rompa esta foto... guardada siempre en mi mente, en mi corazón, en lo más profundo de mi ser… Un parto respetado, conectada con lo que eres: una mamá animal, preparada y deseosa de conocer a su cría, ¡un regalo para toda la vida!

Oh, tengo que hacer pis” y ¿dónde? ¿Cómo? ¿Entre aquellos matorrales? ¡Ayúdame a esconderme! Jajaja. Entre el barro, las contracciones, la gente y sin baño… Menudo espectáculo (por otro lado, muy propio de tu madre…) ¡¡¡Pero fui capaz!!! En un principio, incluso ahora pensándolo, ¡fui capaz de ponerme de cuclillas! Jejeje.

Desde ese momento la cosa se puso bastante más intensa, sólo recuerdo un apretujón fuerte al brazo de tu padre, y otro bastante más intenso en el que ni él me valió y me tuve que agarrar a una fuente, menos mal que era de piedra, porque ¡menudo estrujón le di! . Esto no son pródromos, ya sabía yo, si empiezo, empiezo, nada de tonterías… jejeje. Aun así, seguía sin decir nada, y me da que tu padre también lo veía venir, pero él tampoco decía nada, probablemente para no disgustarme, y con la excusa de “ella sabe lo que hace”.

Yo seguía empeñada en ir a la función. Jolín, llevaba tanto tiempo esperando para ir, y el parto de Jernej había sido tan largo (y “sólo” intenso en las últimas horas), que no yo me quería ir para casa a esperar y agotarme, me encontraba genial y prefería seguir haciendo tiempo por ahí, sobre todo con ese día que invitaba a ello. Así que al meternos en el coche decidimos llamar a Uršula. “Me da que esto de pródromos nada, pero todavía no es muy intensa la cosa” le digo. “Vale, pues yo ya me voy preparando, cuando veas que va avanzando avísame y salgo para ahí”. Desde Austria, aún tenía 3h de camino, y por el contrario que con mi otro parto, que uno de mis mayores miedos era que no llegase a tiempo, esta vez mi sensación era que ella no “pintaba” nada aquí, con nosotros, que nosotros estábamos genial así, los dos juntitos, viviéndolo (por lo menos yo) con amor, tranquilidad y alevosía (por mi parte, pobre tu padre…).

¿Qué? Vamos a la performance, ¿no? Y tu padre, “mmmh, ¿tú crees? Si es lo que quieres… “ ¡qué bueno es! “Sí, sí, yo a casa no me quiero ir”. Al llegar al semáforo de Radovljica, me dio una súper contracción que no me permitió mantenerme en silencio, y como no íbamos a un pub, sino a un teatro, y pensando en la señora que tendría al lado, dije: “Bueno, mejor no vamos, no vaya a ser que les dé la función a los demás”. “Vale, ¿Tienes hambre?” me pregunta tu padre. “Bueno, algo (pensando en mi anterior parto, en éste nada de miel, mejor comer para estar fuerte), ¿Vamos a Lesčan?” Al pasar por delante del teatro nos vieron, Mateja, Alenka, Dedi y todos alucinados con que pasásemos de largo… jeje, ¡normal! Nos llama Mateja. “Mmmmh, mejor no entramos, dile a Zala y a Sara que no vamos a poder ir, por causa de fuerza mayor, que nos perdonen…”. Justo al aparcar, me dio otra contracción, ésta mucho más fuerte, que me decía que no podía estar sentada… “Mmmmh, ¿qué tal si lo pedimos para llevar?

En ese momento llamé a Mayabati, claramente el momento había llegado. Sólo oírla me puse a llorar, que emociónm que experiencia, ¡¡Ya llegabas!! “Pero no llores, que todo va a salir bien” me decía. “No si lloro de alegría”. En ese momento aparecía tu padre por la puerta del restaurante. Ya está, ahora a cenar… “Vale, ¿Habrá que llamar a la comadrona, no?”. “Uršula, que esto ya está en marcha (uff, uff)”, “Si, yo ya estoy en la carretera, ya me puse en marcha la última vez que hablamos”. Como bien dice mi comadrona, “las locas” del parto en casa que somos todas medio brujas. Y así fue, una profesional conectada a su “paciente”.

Llegamos a casa, pero yo seguía sin ningunas ganas de meterme en casa, el sol todavía brillaba, aunque ya menos alto y con menos fuerza, pero lo bien que me sentía fuera, libre… “Vamos a buscar flores para el templo”. Este año las cosechas llegaron tarde, por lo que las flores del huerto también, y no teníamos ninguna. Solamente podíamos ir a por las silvestres, pero esas no me valían (e irme al campo me parecía ya demasiado), así que me puse a “desmelenar” a los geranios fuxias de las macetas de casa (menos mal que no ataqué alguno que había visto de algún vecino…). En un principio no estaba muy entusiasmada con la idea, pero al final, quedaron unos templos (2) maravillosos, para darte la bienvenida como te mereces (merecías) y el apoyo que yo necesitaba. Uno en una mesita en el baño y otro en la habitación. Los dos con sus velas blancas de Gandal, con ese olor tan particular que me llena de paz el espíritu… Tu padre me ayudaba, mientras no encontraba… (muy típico en el…) la lista de cosas que hacer para cuando llegue el parto, que confundió con cómo dar apoyo emocional a mamá. “Aquí no pone nada de las cosas que tengo que preparar”,” ésa no es, es esta otra”, plásticos para la cama, agua caliente para la bañera, cojines, luces tenues,….

Entonces apareció con la bandeja de la cena recién comprada. “¡A cenar!”. “¿Qué filete está más rico, el tuyo o el mío? ¿Intercambiamos?”, “¡¡UFF, Uff!! Aparta la mesa que necesito estirarme”, “Uff, Uff, ésta es más fuerte”, “Uff, ya no puedo comer más”, “¡¡Quita la mesa!!”, Papá se fue a arreglar algo de la bañera o algo así, justo en ese momento me dio una contracción súper fuerte y no supe cómo encajarla “¿Dónde estás? ¿Dónde estás? ¡¡¡¡Ven!!!! ¡¡Que le den por saco a la bañera!! Tirada en el suelo, con mi hombre, mi apoyo, mi equilibrio agarrándome las manos (acojonadillo perdío, el pobre), tirando en el suelo conmigo, y con lágrimas en los ojos “No me dejes más, no te vayas”. Las contracciones iban avanzando… “Ufff, ¡Que mal huele esa comida! Apártala”, “la sigo oliendo, ¡¡quítala de la habitación!!”…

Sé que en algún momento estuvimos en la habitación, pero no me sentía cómoda en la cama… y sin saber cómo, estábamos en el salón de nuevo (¿Fue tras la cena? Ni idea…) No sé cómo (sí que lo sé, fue tu padre, pero no tengo ni un solo recuerdo de él haciendo nada) el salón estaba perfectamente iluminado (como nuestra habitación) en luces tenues de velas, cortinas corridas, y… PAZ. Sólo nosotros…

“¡Uff, como duele! Ahora entiendo por qué algunas piden cesáreas”. Es de la única frase que recuerdo, debe ser que es tan irracional, y tan absurda, que por eso me quedé con ella. Necesitaba frío cuando me venía la contracción, así que me ponía de cuclillas en el suelo. Las piernas estabas fresquitas, mientras que los brazos se mantenían calentitos apoyados en el sofá. Eso sí, una manta polar fundamental para taparme los riñones mientras jugaba a la serpiente en las contracciones (y tu padre era un apoyo de lo más efectivo para que no se me cayese).

Una vez que acababan, podía relajarme unos minutos tumbada en el sofá, incluso me quedaba medio sopa. “Que suerte, en este parto las contracciones me dejan descansar entre unas y otras”, pensaba. En cuanto me daba una, visualizaba que mi cuerpo se abría para dejarte pasar… Parecía que empezaba a hacer yoga, inclinaba el cuerpo hacia atrás, con las rodillas en el suelo abriéndolas lentamente, a veces solamente hacia atrás, otras serpenteando hacia el suelo. Con una mano me agarraba el vientre, y con la otra me estiraba hacia atrás, mientras canturreaba “Om Namaha Shivaya”, “Om Namaha Shivaya”, “Om Namaha Shivaya”… ¡¡¡¡Y el dolor desaparecía!!!! Si no hubiese vivido en mi propia piel, en mi propio útero, no me lo creería… Que intensidad, que concentración, que profundidad… ¿Quizás ése es el truco para que el mantra sea más efectivo? Y otra vez, y otra… Estábamos sólo tu padre y yo… físicamente presentes… Pero conmigo habían unos cuantos más. Babaji, la abuela Carito (mi guía), Mayabati, todos apoyándonos sin molestar, sólo con una presencia sutil que llenaba la habitación, el ambiente, mi corazón de amor y confianza. Que magia, que afortunados somos. Ojalá todos los niños naciesen así. Nuestros regalitos del Universo ¿Puede haber un modo mejor? Es la experiencia más espiritual que he vivido en mi vida. Muchísimas gracias por algo tan mágico como esto, tu primer regalo de bienvenida, antes de llegar. El nacimiento de Jernej fue una conexión total (brutal) con la Madre Tierra, el poder de la loba que llevamos dentro. Tu nacimiento fue la conexión absoluta con lo divino. Durante ese proceso… ¡Todo era uno! Sólo puedo decir: Gracias, gracias, gracias.

En algún momento en medio de esa magia, sentí la necesidad de “saber” cómo iba la cosa, así que me hice un autotacto y toqué tu cabecita con las puntitas de mis dedos. ¡Qué pasada! Pero, ¿eso es que está lejos o cerca?

Y de vez en cuando oía “ésta duró 45 segundos”. Y yo pensaba, pobre mi “doula” le dije que controlase las contracciones para saber cuándo llamar a la comadrona y no se enteró de que ya está de camino y hay que dejar de contar. Además de que a mí me importaba bastante poco cuánto duraban y cuánto no… Pero todo hay que decirlo “¿Tanto? Pensaba, “pero si me da la sensación de que duran apenas unos segundos”, “y son cada 2 minutos”, “Papi, ¿es que no entendiste a la cuarta que a las parturientas no se las agobia con los números? ¡Deja de contar!”. Pobre, tu padre se portó maravillosamente, pero algún grito se llevó… Estaba súper nervioso y hay que reconocerle que aun así lo llevó muy bien (casi siempre… jejeje).

“Mmmh, Mami, no quiero que te enfades, ¿pero qué hacemos con Jernej? ¿Llamo a Babi para que lo traiga o no?” Siempre había querido que tu hermano mayor estuviese en esta experiencia. Nunca me planteé si debería estar o no. Siempre pensé que era súper bueno para vuestro (nuestro) vínculo familiar. Pero al igual que con la comadrona, cuando llego el momento, tampoco aparecía en la imagen. Y al final la cosa fue avanzando que ya ni me dio tiempo a decidirlo… Obviamente, era un momento de los 3 y de nadie más. Ahora sé que se hubiese asustado, y por su bien, lo mejor es que no haya estado.

En una de las contracciones, en realidad creo que la última o penúltima de la dilatación, reclinándome hacia atrás, se rompió la bolsa, y todas las aguas se cayeron por el sofá, empapándolo todo (“Mierda, el sofá, que acababa de lavar y mi madre llega en 3 días” que cosas se nos pueden pasar por la cabeza… Pero son la gracia de la historia, ¿no?), y cuando me fui a recostar al suelo… “Joooo, ¡mi manta!, ¡mi súper manta está mojada! Y ahora qué, ahora qué”, “Por fa, vete a buscar la polar del niño” “no la encuentro” “¡¡¡¡Cómo que no la encuentras!!!! Oh, está en Vigo, pues nada, ¡a la ducha!”

Aquí tu padre perdió algo nos nervios, o bueno, no es que los perdiese, sino que se descubrió su nerviosismo. En el nacimiento de Jernej, en cuanto se rompió la bolsa, nació, así que el pobre estaba bastante asustado, ya que Uršula todavía no había llegado. “Mami, ¿llamamos a la comadrona para preguntarle dónde está y qué hacer?”.

La ducha me estaba sentando maravillosamente. No tenía contracciones, y pensaba, ¿Estoy teniendo un parto perfecto de libro con los descansos de “entre fase” o por el contrario, el agua me lo ha parado? Papá seguía nerviosamente intentando lidiar con mi móvil para conseguir llamar a la comadrona y otro grito “¡¡Deja el teléfono y céntrate en darme en los riñones, que te desvías!! A ver, dame el p*** teléfono que llamo yo”.

Por fin consiguió hablar con ella. No sé muy bien que fue lo que él necesitaba hablar, pero me sirvió para preguntarle si me podía meter en la bañera. Ya que en la ducha tenía que estar de puntillas para apoyar los brazos, y la pared estaba muy fría, y me cansaba, por lo que me apetecía poder estar tumbadiña. “¿Qué te dijo?” “Que sí, pero que el parto se podría acabar en unos 15-20 minutos. Está cerquita, cruzando la frontera”. “¡¡Genial!! Prepárala, por favor”.

En la bañera tuve unos minutos de placer-descanso. Uff, me da que esto empieza otra vez… “¡¡¡¡¡¡¡¡Ahhhhhh!!!!!!!” Uf, estoy retorcidísima ¿no? Esa fuerza de lo más profundo de la Tierra, que sale de mí instintivamente, vuelve a hacerse mía. ¡¡¡¡Que súper intensísimo es esto!!!! No hay palabras que lo definan… ¡¡¡¡Otraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!! Uff, ya pasó, menos mal… pero Martinho, estás muy, muy cerquita. ¡¡¡¡¡¡AAAAAHHHHHH!!!!!! La cabecita ya está fuera, ¡¡¡¡Ya está fuera!!!! Pero no tenía ninguna sensación de nada, ¿Se ha parado? Y tú con la cabecita fuera, debajo del agua, y el cuerpecito dentro, “¿y el cordón? ¿Dónde lo tiene? ¿Está alrededor del cuello? Creo que lo he tocado, ¿y si le está agobiando-ahogando? Y yo sigo sin tener ningunas ganas de pujar… “Me estoy empezando a agobiar, puede ser que empiece a notar algo”, Así que me puse a empujar mientras la contracción se decidía en llegar o no y ahí… ¡¡¡¡¡¡saliste enterito!!!!!!

Te cogimos entre los dos. En realidad… Tu padre dice que fue él, y yo recuerdo haber sido yo… Así que entiendo que fuimos los dos y de la intensidad y emoción del momento no nos enteramos de que el otro también lo estaba haciendo…” Ohhh, mi cosita, mi regalito del Universo, ¡ya estás aquí! ¡Qué rápido! ¡Muchas gracias por un parto tan rápido, fácil e intenso! 21:46, y pensar que a las 17:30 aun no habíamos salido de casa para ir a dar un paseo… Que pasada lo que se puede vivir en unas horas… Qué alegría y que regalo todo lo que ha pasado, y como ha acontecido… Sólo existe un tipo de parto mejor… ¡¡¡¡El parto orgásmico!!! “Que habelo, din que hailo”.

No llorabas, no te movías (que yo fuera consciente con tanto cóctel hormonal). Estabas ahí acurrunchadiño en mi pechito, suuuuuper lleno de vernix (pues va a ser que al final era yo la que tenía razón con las fechas… nunca lo sabremos). Pero que súper tranquiliño. De hecho, ¡la primera vez que lloraste tenías 20 días! La abuela estuvo aquí 3 semanas y se fue sin escucharte llorar… Tu padre y Dedi estaban “preocupados” de que no llorases… “Jolín, ¡es porque no necesita nada! ¿Para qué va a llorar?”

No recuerdo cuándo te enganchaste al pecho, fue tan rápido… que cuando me di cuenta ya estabas mamando…. Oh, ¿Qué es eso? ¡¡La placenta!! ¡¡Que ya sale!! Y como una burbuja apareció de debajo del agua, “Corre, coge la tina y métela dentro”, “Ahora vacía la bañera”.

Suena el teléfono. “Es Gloria”. “Cógele”. ”Acaba de nacer. Luego te llama”. Gloria y la tía Caro estaban juntas. Llamaron cuando aún ni siquiera se había acabado de vaciar la bañera. Luego nos enteramos de que su conversación fue: Caro: ¿Pero ya? Gloria: Por la voz de acojonado que tenía Anže me da que sí.

¿Dónde está Jernej? ¿Y Jernej? Sólo falta él. Llama a Babi, ¡¡¡¡Que lo traiga!!!! En ese momento me di cuenta que la espalda me empezaba a doler de no tener agua “en la que apoyarse”. Por lo que Papi nos ayudó a salir de la bañera y nos fuimos a la camita. Tú, yo y la tina con la placenta (¡¡hasta aparece en las fotos!! Jajaja).

En unos minutos llegaron a la vez los abuelos eslovenos con tu hermanito, que te iba a conocer aunque todavía no lo sabía y la comadrona (que la pobre se volvió a perder porque el GPS no localiza nuestra casa… jeje).

Uršula llego cuando tenía que llegar. Para comprobar que todo estaba bien, Dios, que afortunada y que feliz me sentía de que todo hubiese salido como soñaba (ya que no me imaginaba que pudiera tener tanta suerte y que se hiciese realidad). Siempre quise que fuese así, durante todo tu embarazo, intimidad, intimidad, intimidad. Cuando me preguntaban cómo quería que fuese, si quería doula… “Mmmh, pues no, la verdad. No sé cómo será cuando llegue el momento, que igual quiero a todo un batallón, pero ahora, no me apetece que esté nadie. Por no apetecerme, no me apetece ni que esté la comadrona”. Y así fue. Estuvo para lo que tenía que estar, para comprobar que tanto tú, como yo como la placenta, estábamos bien.

Ella estaba explorándome. Y el dolor era tal, que parecía que me tocaba con cuchillas de afeitar recién afiladas, por lo que no puede evitar dar un chillido… En ese momento Jernej se había quedado solito en la esquinita de la cama (que penita me da esa imagen), mirándonos y se asustó un montón, por lo que empezó a llorar (¡Gracias Dios porque al final no haya estado!). Parece que tengo un pelín de desgarro. Me da que al igual que la otra vez, de empujar sin contracción, me desgarré un poquito, en el mismo sitio que la otra vez (un punto a la derecha y otro a la izquierda). “Te voy a poner una crema que adormece para poder darte un par de puntitos”. Me dio el tiempo que necesitaba (tal y como le pedí) para mentalizarme, y me dio paracetamol para el dolor porque tenía unos entuertos de muerte (llegué a vomitar del dolor, nunca me había pasado).

“La placenta está perfecta. Mira que bonita y que perfectita está”… “Y Martinho, también. Pesa 3.790 gr. y mide 52 cm”. (en el hospital a los 3 días ya medías 54 cm.).

Y así fue como mi sueño se hizo realidad. Con todo el amor del Universo concentrado para nosotros en ese maravilloso instante, que llevare siempre, siempre, siempre, guardadito en lo más profundo de mi corazón, junto con la “Llegada a la luz” de tu hermano mayor.

Te quiere. Mami.