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Sin advertirme

Maribel Orgaz, periodista.

Di a luz hace diez años en un hospital de la Seguridad Social (La Paz, Madrid). Fue un parto normal de apenas tres horas de duración. Desde que llegué me obligaron a tumbarme boca arriba sin moverme y hube de parir en potro obstétrico. La matrona me practicó una episiotomía sin pensárselo, desde luego sin advertirme de qué iba a hacerme ni mucho menos pedir mi consentimiento. Me pusieron una anestesia local que quizá fuese insuficiente para la zona y terminó cosiendo a dolor vivo. Es algo que siempre recordaré. Esta intervención fue lo peor del postparto, me impidió sentarme, caminar y volver a hacer vida normal a pesar de que yo me encontraba físicamente muy bien y daba de mamar a mi hija.

A la semana tenía un punto infectado que tuvo que curarme la matrona de atención primaria. Tardé tres meses en reanudar mi vida normal. Aún ahora soy capaz de localizar con exactitud mi episiotomía, en muchas ocasiones puedo sentirla sin necesidad de palparla.

Aún ahora sigo sin comprender cómo es posible que esta barbaridad se haga a tantísimas mujeres. Cómo es posible que en las facultades de medicina y escuelas de matronas no se enseñe, en primer lugar, a evitar por todos los medios cortar un periné y técnicas para preservarlo intacto, para evitar los desgarros. Para mí es del todo incomprensible que se enseñe a hacer episiotomías antes que a evitarlas. Se me ocurre que hasta un simple dentista intenta preservar todas las piezas dentales antes que extraerlas. En el fondo, la cuestión es que no se está enseñando que el cuerpo de una mujer, el cuerpo de un ser humano, debe ser cuidado y respetado y que sólo de forma verdaderamente excepcional y por auténtica necesidad se han de practicar episiotomías.