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Santo nació a las 07:39...

SANTO NACIO A LAS 07:39 DEL VIERNES 25 DE FEBRERO DE 2005 DESPUÉS DE 70 HORAS DE PARTO INDUCIDO. Me parece que para contar mi parto, hace falta mencionar el embarazo que tuve y el postparto para que se puedan imaginar lo que ha significado para mí ser madre en España. Les pido perdón por la extensión de mi testimonio pero no me parece correcto eliminar parte de ello. Mi embarazo fue planificado. Acudí a una revisión de ginecología en diciembre 2003 y recibí el visto bueno para quedarme embarazada. Solo había el inconveniente de tener un poco de sobrepeso (pesaba en ese momento 66 kilos). Yo llevaba desde septiembre en un gimnasio. En enero 2004 decidí dejar de usar el anillo y empecé a tomar Acfol. Lo tomé en meses alternativos hasta mayo. Durante esos meses hacíamos el amor con preservativo. En mayo decidimos a raíz de un bautizo que ya es hora de dar un paso más en nuestra historia de amor. Mi marido y yo llevábamos juntos desde 1991 y hacía dos años que nos habíamos casado. A principios de junio empiezo a tener muchas molestias abdominales y resulta que estoy embarazada!!! Jamás pensé que hubiera podido pasar en menos de un mes. La familia, los amigos, … todo el mundo me decía que me había tocado la lotería … el gordo. Y así nos sentíamos. Los más afortunados. El embarazo me sentó de maravilla. Me sentía guapa, sexy y muy especial pues dentro de mí crecía una vida y mi marido estaba eufórico. Los dos somos muy niñeros y siempre hablábamos de la familia que formaríamos juntos. Yo tenía mucha energía hasta el final. Paseaba todos los días. Iba a nadar tres veces en semana después de trabajar. Solo estuve de baja las últimas dos semanas y fue más por no poder conducir. Me diagnostican diabetes gestacional desde el principio pues me hice las pruebas ya que mi mamá es diabética desde unos diez años. Después de algunas pruebas y controles determinan que no tengo hipertensión (me había estado medicando antes del embarazo para aliviar mis migrañas). Consigo ser disciplinada y sigo la dieta sin concederme casi caprichos. Al final del embarazo me dicen que debo inyectarme insulina aunque son pequeñas cantidades y yo acepto. Todo por el bien de mi hijo. Acudo al hospital universitario un miércoles al mes o cada tres semanas para una revisión ginecológica. También acudo al endocrino un miércoles de cada quincena (solo me hicieron ir de semana en semana en dos ocasiones y me daban a entender que era un paciente ejemplar). A partir de la semana 32 empiezo con monitorizaciones los lunes de cada semana. Todo va bien. Yo he subido nueve kilos en nueve meses, me dicen que la diabetes está controlada y que mi tensión está muy bien. La ginecóloga bromea diciendo que va ser que mi estado ideal es el embarazo!!! El último lunes antes de cumplir las 40 semanas de gestación acudo para la monitorización y está todo bien. Me mandan a paritorio y allí me hacen una amnioscopia y la prueba de estreptococcos. Todo está bien. Me citan para el miércoles 23 de febrero y me dicen que probablemente me inducirán el parto. Lo dicen de una forma muy casual y alegre y yo no pongo resistencia a la idea. Al llegar a casa, cojo el libro que me compré para el embarazo y leo lo que dice sobre inducción. Todo parece bastante bueno y el libro da a entender que es un proceso común. En ningún momento me cuestiono qué prisas puede haber. Yo tengo muchas ganas de tener a mi hijo en brazos y quizás esa emoción me impide investigar más. Llego el miércoles 23 de febrero (mi FPP) y veo que me hacen pasar y no dejan a mi marido entrar conmigo. Ese sería lo que vuelve a repetirse durante las 70 horas de parto inducido y una de las cosas que más me molestaba aunque nunca lo llegué a expresar. Soy demasiada educada. Me ponen monitorización y al ver poco movimiento del niño, me pelean que porque no he comido. Les digo que sí he desayunado pero me dijeron que estuviera allí a las 08:00 horas y que ahora son las 09:30 (pues lo lógico era que el bebé tendría algo de hambre, si desayuné a las 06:30 para luego poder coger el coche y llegar puntual). Me pasan a un despacho y allí me vuelven a examinar y me dicen que la prueba de estreptococcos dio negativo. Eso me da ánimos. No me explican mucho sobre el proceso. Solo que me van a aplicar una especie de tampón para ayudar la dilatación. Sobre las 10:00 horas empiezo con la prostaglandina y estoy así durante doce horas. Me monitorizan a ratos. Dejan pasar a mi marido y al rato me pasan a una habitación señalada como Alto Riesgo. Allí está otra chica con su pareja por amenaza de aborto. Por cierto, su pareja jamás se tuvo que ausentar y estaba presente durante mis examinaciones y a veces ni pasaban la cortina bien. Incluso una vez, me ayudó a beber agua porque yo no alcanzaba la botella entre tanta máquina y cables. A mi marido le mandaban fuera a cada momento y o bien se olvidaban de llamarlo de nuevo o bien es que pasaban de mí. Me cambian la máquina de monitorización varias veces (sin decir porqué) y sobre las ocho de la noche toco el timbre y llega una señora (no se identifica así que no sé si es doctora, enfermera o una celadora!). Aviso que he sentido como si hubiera “roto aguas”, se limita a observar el empapador que ya estaba bastante manchado de flujo sanguinolento y me dice que no, que estoy equivocada, que allí no hay líquido amniótico. Mi marido insiste en que tengo contracciones cada cinco minutos y ella dice que eso no tiene que ver y decide volver a monitorizarme pues llevaba un rato sin control. Recuerdo que en una ocasión le pido que deje entrar a mi marido (puesto que solo estaba a ratos conmigo y luego tenía que marcharse) y entra con el marido de otra paciente. Luego me entero de que confundían en varias ocasiones a otra chica conmigo porque teníamos nombres casi idénticos. (Ahora me he enterado de que a esa chica le hiceron inducción también y que tuvo una cesárea la noche del jueves 24 de febrero mientras yo tenía fiebre. Su bebé estuvo en la UCI de neonatos también. Todos los bebés que nacieron durante el tiempo que yo estaba allí, el día 24 y 25 de febrero, terminaron unos días en la UCI.) Al final de ese día, estoy cansada de tantas contracciones y de la postura incómoda tumbada con la monitorización (durante doce horas). El Dr que me revisa me dice que todo está bien pero que me deja para la mañana siguiente porque estoy cansada. Me manda a planta para DESCANSAR. Esto me sería imposible porque las contracciones son regulares y no encuentro forma de usar la técnica de respiración. Además, le dicen a mi marido que se marche a casa, que vuelva mañana a las 09:00 horas. (si me pongo de parto por la noche él se hubiera perdido quizás el momento más hermoso de todos). Intento caminar por el pasillo de planta para no molestar a mi compañera de habitación (una chica con amenzaza de aborto que tiene 6 meses). La enfermera me llama la atención y me prohibe estar paseando. Le insisto que tengo mucho dolor y con actitud brusca llama a paritorio y me lleva en silla de ruedas hasta allí. Paso esa madrugada en una de las camas. Consigo dormir un poquito después de que alguien me inyecta algún tipo de calmante. Por la mañana dejan pasar a mi marido que no conseguía dormir y se presentó allí a las 07:00. Él me acompaña mientras desayuno y mido mi nivel de azúcar. Me ponen el enema y me dan una pastilla para el estómago. Me ofrecen una ducha que acepto. Espero sentada sobre la cama hasta que venga alguien a decirme qué va pasar. Ya no tengo contracciones frecuentes y las puedo aguantar bien. Yo estoy dispuesta a todo por colaborar e intento no molestarme. A mediodía del jueves 24 de febrero llega la matrona y me lleva a la sala uno de paritorio. Allí mi marido tiene que salir y ella me explica que me va romper la bolsa amniótica. No siento nada. Ella comenta extrañada que hay poco líquido amniótico pero yo le digo que no puede ser. La ginecóloga de consultas externas siempre insistía en que tenía `abundante´ líquido. La matrona sigue el proceso y me conecta la monitorización electrónica. No sé en qué momento ponen la oxitocina pero sé que no tarda mucho tiempo en que empiezo a sentir unos dolores insoportables pero no me quejo. Mi marido entra y me ayuda a respirar y a distraerme. Al rato me examinan y tengo dos centímetros. Me ofrecen la epidural. Yo me extraño mucho porque siempre nos dicen que no pidamos eso nada más empezar pero me dicen que debo aprovechar el hecho de que la anestesista está por los alrededores. En fín, me siento obligada a aceptarlo. Paso ese turno bastante bien y animada. La matrona no me deja mucho rato. Se sentó conmigo durante las ocho horas. Me acariciaba el brazo, me decía palabras de aliento, me habló de su vida y me preguntó por la mía. Me trató con cariño. Me habla de sus cosas y me pregunta por mis cosas. Guardo un recuerdo agradable de su forma de tratarme aunque lamento que ella no fuera más partidaria de que mi parto fuera más natural. Lo único que recuerdo negativo del turno fue el hecho de que me cambiaran el electrodo del bebé tres veces. Les llegué a oir quejándose del mal funcionamiento del aparato y de que esperaban ansiosos la llegada de equipos nuevos. Pero en todo momento me dan a entender que todo va bien, un poco lento pero bien. Antes de que se acabe su turno, mi marido se marcha para tomarse algo y a la vuelta se encuentra con la matrona saliendo camino a su casa. Ésta le desea suerte. La matrona del turno noche es muy distinta a la que se acaba de marchar. La matrona del turno noche me mira despreciativa. Como si le fastidiará que yo estuviera allí. Ni me toca. De vez en cuando se asoma a la puerta. Cuando mi marido le dice cómo está mi azúcar, lo apunta. Cuando me da fiebre, me medica y me dice que elija entre un baño de hielo o un ventilador. No llego a contestar pues me desnuda y me enciende un ventilador sobre mi cuerpo. Yo tiemblo y estoy algo asustada por la reacción de mi cuerpo. No me puedo creer que hubiera aguantado todo eso. Hoy me pondría como una fiera, ¡¡¡pero en ese momento le pedía perdon!!! Perdón porque no podía controlar mis temblores. Me dice que no me preocupe, que no intente controlar mi cuerpo. Sin comentarios. Paso esa noche con fiebre y muy mal. Al día siguiente, viernes 25 de febrero 2005, me quejo de un dolor en el torso, un dolor punzante justo en el pecho que primero estaba en el lado derecho y luego en el lado izquierdo. La matrona insiste en que será una contracción pero yo le digo que he tenido ese dolor antes y me habían diagnosticado que era ansiedad. Ella insiste en que no, que debe ser el bebé que me está haciendo presión. También me dice que me tengo que tranquilizar cuando yo le dijo que observo mi tensión muy alta en la máquina. Sus palabras son “ya sabes lo que tienes que hacer, tranquilizarte”. Me pone el termómetro y se marcha. Se olvida de mí y vuelve más de media hora más tarde y ni se da cuenta de apuntar la temperatura. Yo sé que se había olvidado pues le digo que me perdone pero que se ha caído el termómetro. Yo me había olvidado de que me lo había puesto y se cayó al suelo. Ella dice que no importa y deja el termómetro encima de una superficie. Mi marido me hace compañía siempre que ellas le dejan entrar pero ahora sé que no le tuve durante muchas horas y que el turno noche fue una pesadilla para mí. Yo intentaba darme ánimos a mí misma, murmurándome lo bien que iría todo y cómo iba a besar y querer a mi hijo cuando lo tuviera en brazos. Hasta eso me fue negado. No lo tuve en brazos hasta que estuvo muerto. Se ve que no creían en el poder de una mamá. Sobre las 07:00 horas llega una que parece ser Dra. No es muy delicada, pues manda mi marido fuera y me abre las piernas sin decirme que va hacer. Sobre la marcha `desaparece´ ahí abajo y la oigo respirando fuerte y hablando de un “ph”. Habla con la enfermera y le oigo decir que no lo consigue. Cuento tres intentos y ella parece estar algo contrariada por no conseguirlo. Yo no sabía que prueba era ni tampoco cómo se conseguía y no la interrumpo pues presiento que está agobiada. Me pide empujar y lo hago. Ella sale y le avisa a mi marido que el parto será con fórceps y que ya le dejarán entrar cuando esté el bebé conmigo. Son algo brutos conmigo abriéndome las piernas y poniéndolas sobre los estribos. Todo se hace muy rápido. Solo recuerdo la sensación de prisa que tenían. De repente hay un montón de gente en la habitación … ¡¡¡pero no dejan a mi marido estar conmigo!!! Soy yo sola contra todos ellos. Bajo sus órdenes, empujo con suma concentración un total de cuatro a cinco veces. De repente oigo llorar a un bebé y me emociono (era el bebé de otra chica, le estaban haciendo una cesárea al mismo tiempo) y me colocan el bebé encima, pero no me lo ponen sobre el pecho. La Dra lo deposita alejado de mí cara y brazos, justo encima del pubis. Al ponerme el bebé yo me quedo asustada pues no hace ruido alguno, está todo encojido en posición fetal y cubierto de algo. Me intento incorporar para tocarlo y acercarlo a mí y alguien detrás de mí dice de una forma muy fría y agresiva las siguientes palabras: “NO LO TOQUES”. Yo retiro mis brazos y sobre la marcha alguien coge al bebé y se lo lleva hacia un lado. AHORA DESEO HABERLE MANDADO A LA M***** A ESA PERSONA QUE ME PROHIBÍA TOCAR A MI HIJO pero me doy cuenta que no era yo la que estaba en ese paritorio. Intenté ser una `alumna´ buena y obediente y me he dado cuenta de que los que realmente ganan son las chicas rebeldes. Hay un equipo de cuatro personas alrededor de mi hijo. Consigo ver que le han puesto una especie de gorra natal y su piel está muy oscuro. Aparece la anestesista detrás de mí y me da ánimos felicitándome por mi esfuerzo y diciéndome que todo saldrá bien. Yo ya estoy llorando pero no sé si es de emoción o de miedo, pues aún no oigo llorar a mi hijo y puedo discernir cómo le dan golpes para provocarle el llanto. Finalmente se acerca un Dr y se presenta y me dice que el niño ha tragado heces y que se lo van a llevar para que se recupere. Solo me da por mencionar mi marido que está fuera y no sabe nada. Alguien le avisa y mi marido espera al equipo con el bebé para subir con ellos a la UCI. No le dejan ver al bebé, rodean la cuna y él termina esperando fuera de la UCI hasta que le digan algo. Mi marido intenta conseguir información y una persona le comenta que el bebé está malito, que lo han tenido con una mascarilla de oxígeno y que dependiendo de su evolución lo entubarían y le aplicarían antibióticos. Mi marido les dice que yo soy alérgica a medicamentos y que el bebé pueda tener el mismo problema. Le responden que eso no tiene importancia, que se le aplicaría penicilina y según la reacción ya se vería como procederían. También le asegura que esto ocurre con más frecuencia de lo que uno imagina y que algunos salen para adelante y otros que no. ¿QUE ES LO QUE OCURRE CON BASTANTE FRECUENCIA? ¿AÚN NO SABEMOS QUÉ ES LO QUE SE SUPONE HA OCURRIDO? A mí me pasan a una habitación de cuatro paredes, sin ventanas. Me hacen algún control y me traen desayuno. Mi marido vuelve, se toma parte de mi desayuno. Lleva tres días apenas comiendo ni durmiendo y está muy mal. Me suben a planta a mi habitación y empiezo a llorar pues no he podido besar, tocar, ver a mi hijo. Me atiende una enfermera. Me pregunta si quiero ir al baño y me acompaña para explicarme cómo cambiar las compresas y decirme lo de rutina. Me atiende un poco brusca como rutinario casi sin pensar que soy mujer como ella. Me aprieta el abdomen y me manosea los pechos un tanto fuerte pero me muerdo la lengua e intento ser fuerte. Justo después vuelve con un ginecólogo que me revisa sin apenas mirarme la cara. Al ver que no le doy conversación se me queda mirando y me dice “porque tienes esa cara”. Le digo que estoy preocupada por mi bebé. Él quita importancia al asunto diciendo que no conoce mi caso. A partir de ese momento no tengo control de cómo sucedió todo ni del tiempo que tardaron en ocurrir las cosas, pero no fue bueno. Me llaman para que acuda con mi marido a hablar con los pediatras. Nos vamos caminando (en ningún momento me ofrecen una silla de ruedas) por todo el pasillo hasta llegar a la UVI de neonatos y allí somos atendidos por un médico. Nos dice que el bebé está muy mal y que seguramente se muera, que le están haciendo varias cosas. No me es posible recordar las palabras exactas, pues parte era muy técnico. Nos pide que firmemos una autorización para administrarle un medicamento muy fuerte. Lo hacemos sin rechistar. Pedimos ver al bebé, pues aún no lo habíamos visto. Nos dice que ya nos dejará pasar a verlo cuando hayan hecho más pruebas y que ahora mismo están demasiado ocupados para que pasemos. No nos deja ver al bebé. Nos avisará. SIEMPRE TUVE QUE PEDIR, ROGAR, PARA QUE NOS DEJARAN VER A NUESTRO HIJO. Volvemos a la habitación. Para entonces han llegado nuestros padres. Les veo muy preocupados e insisto en que todo saldrá bien, que tengamos fe, esperanza. La enfermera que me atendió cuando llegue a la habitación nos para y me dice textualmente, “ … mi niña, no te me vayas a trabar que eres muy joven y puedes tener más … ”. No le contesto. Vuelvo a la habitación e intento poner buena cara a la otra chica, pues está de 6 meses con dilatación y riesgo de aborto y no quiero provocarle nervios. Poco después nos llaman para poder ver a Santo. Está lleno de tubos, cubierto por una sabana hasta la cintura y parece estar inconsciente. Le doy besitos, le cojo la mano y le acaricio el brazo. Lo vemos durante un rato muy corto. Yo le hablo al bebé en inglés (mi idioma materno). Le hablo bajito dándole ánimos y recuerdo haberle dicho algo cómo que su llegada no ha sido la mejor pero que le recompensaré. El mismo médico de antes me dice “que dices señora, que estás diciendo”. Yo le digo que solamente estoy hablándole al niño en mi idioma. La chica que está con él entiende inglés y le oigo animando al bebé diciéndole que su mamá está con él. Cuando salimos de la UCI está el médico esperando y entre todo lo que dice recuerdo que menciona la importancia de una autopsia para ver qué problema cardíaco tiene. Nosotros apenas tenemos fuerzas para argumentar pero mi marido le dice que no hay ningún problema cardíaco. El médico contesta señalándome “esta mujer es diabética gestacional, todos sus hijos tendrán un problema”. Mis familiares recuerdan esto especialmente y se preguntan cómo pudo haber sido tan cruel en un momento como ese. Yo recuerdo estar callada en todo momento. No abrí la boca ante ningún médico. Era como si estuviera tragando todo para luego escupirlo. Nos vuelven a llamar a la UVI de neonatos. Al llegar a la puerta, nos dice que está muy mal, que se está muriendo. Por lo visto hace algún gesto a mi marido que yo no veo, pues estoy en silla de ruedas y no miro hacia arriba. Entramos mi marido y yo primeros para ver a nuestro bebé. Está la misma chica que antes. Van entrando y saliendo mis suegros y papá. Hago una pregunta a la chica y se acerca el médico diciéndome: “señora, le he dicho que está muerto, ¿no lo entiende?”. Sin comentarios. Desaparece y nos quedamos los dos con la chica. Mi marido reacciona y pregunta qué es lo que se hace ahora. Ella dice algo de prepararlo y bajarlo a algún sitio. Entonces pido poder abrazarlo, tenerlo en mis brazos, besarle, y ella dice que no hay problema que esperemos a que quite los tubos y demás. Mientras esperamos se acerca el jefe de pediatría y nos pregunta si firmamos la autorización para la autopsia. Yo lo dejo a decisión de mi marido, quien le dice que sí, que lo firmará pero que si podemos primero despedirnos del bebé. La chica me coloca el bebé en mis brazos. Los médicos y demás personal están charlando y riéndose detrás de nosotros así que la chica pide que bajen las voces y le dice a una compañera que nos coloque un biombo. En más de una ocasión se muestra algo irritada con sus compañeros y nos consta que también la caían lagrimas. No nos deja en ningún momento. Le hacemos preguntas que no nos puede contestar sobre el estado del bebé, su peso, … detalles ahora quizás insignificantes pero que vienen a nuestras mentes en ese momento. Nos dice que no lo sabe. Después de un rato allí, entendemos que deberíamos dejarles seguir con el procedimiento y nos marchamos a la habitación. AHORA MIRANDO ESE MOMENTO ME PREGUNTO, ¿POR QUÉ NO NOS DEJARON NUESTRO HIJO PARA PASAR UN RATO CON ÉL? SÉ QUE ESTABA MUERTO EN ESE MOMENTO, PERO SU CUERPO ERA PERFECTO, CUALQUIERA PENSARÍA QUE ESTABA SIMPLEMENTE DURMIENDO. ¿POR QUÉ NO ME DEJARON TENERLO TODA LA TARDE PARA BESARLO CON CALMA, DECIRLE COSITAS AL OIDO, TRANQUILIZARLO? YA NO HABÍA PRISAS. ¿POR QUÉ? Al rato llega una Dra que me va trasladar a otra planta a una habitación individual y que mi marido podrá pasar la noche conmigo. Nos pregunta si tenemos alguna pregunta y aunque estabamos muy nerviosos y confundidos, le planteo una sola pregunta: “¿por qué no me hicieron la cesárea?”. De todo lo que me dice, hay una barbaridad: “porque tienes diabetes y eso complica mucho más una intervención quirúrgica”. Entonces, ahora me pregunto porque me dejaron seguir con el embarazo. Acaso una diabetes gestacional implica que solo puede haber parto natural … ¿si hace falta una cesárea, o bien te dejan morir o bien dejan morir al bebé? Obviamente no se trata de eso. Ya me han dicho que esa frase fue desafortunada y poco acertada, pero es lo que me dijo. También me dice que me atenderá una psicóloga y que mi Dra está al tanto de la situación. Sin embargo, en ningún momento recibo la visita de la Dra que llevó mis nueve meses de embarazo ni tampoco recibo la visita de un psicólogo o psiquiatra. AUN ESTOY ESPERANDO QUE MI GINECOLOGA SE INTERESE POR MI. En la nueva habitación me encuentro con que falta la almohada y no me sirve doblar dos toallas pequeñas, tal como una señora me recomienda. Poco antes de medianoche me traen una almohada y una chica entra apurada a la estancia y delante de mis familiares me insiste en que tome lo que me trae: una manzanilla y un valium 10 para que pueda dormir, pero insisto en que no deseo tomarme nada hasta no estar con mi marido, que está por llegar. No para de agitar la manzanilla con una pajita y sigue insistiendo en que lo tome ya. Me dice que traerá otra manzanilla y pastilla para él también. A los minutos llega mi marido. Nos tomamos media pastilla cada uno. Yo con agua y él con manzanilla. Yo tiro mi manzanilla en el lavabo pues nunca me ha gustado (ahora creemos que esa manzanilla contenía algo más que simple infusión). Él se cae sobre el sofá cama mientras yo no consigo dormir. Al rato me tomo la otra mitad de la pastilla pero tampoco consigo dormir. Voy hacia la capilla que está en esa planta pero me detiene la enfermera de noche y me impide seguir por el pasillo y me da otra pastilla. No se cree que no pueda dormir. Me tomo la pastilla y no surte efecto. Espero hasta la mañana mientras mi marido duerme. Mi marido se despierta muy mal. No consigue mantenerse en pie y se pone nervioso. Yo le ayudo a ir al baño y poco a poco va recobrándose. Estoy con mis cuñadas cuando llega la Dra que me había puesto el `protogest´ tres días antes y totalmente ajena a lo que ha pasado me dice con tono alegre, “que, como se te ha quedado el cuerpo”. La miro entre sorprendida y fría y le digo que el bebé está muerto, me dice, “perdona un momento” y se marcha. Pasa un buen rato, como dos horas, y vuelve esta vez más seria y les pide a mis cuñadas que salgan aunque yo insisto en que se pueden quedar. Como siempre, termino sola con un médico pues se marchan ante su insistencia. Se disculpa diciéndome que no había mirado mi historial antes de hablar conmigo y se sienta en la cama y me intenta consolar pero con muy poco éxito pues sus comentarios son muy desafortunados y hasta ofenden mi inteligencia. Me dice entre otras lindeces lo siguiente: “ … lo puedes volver a intentar y esta vez SI te vamos a controlar … ”, “… dale gracias a que no fue una cesárea, … dentro de tres meses puedes intentarlo de nuevo … ”, “… ya verás cómo después vas a tener un montón de chiquillos y me vas a implorar una ligadura de trompa … ”.¡Cómo tengo que entender sus comentarios! … ¿acaso creen que volveré a ese hospital para que me controlen un segundo embarazo y acaso creen que podré soportar entrar en ese paritorio para un segundo parto? Salgo del hospital el sábado 26 de febrero y ese mismo día le hacen la autopsia a mi hijo. El domingo 27 de febrero mi hijo ya está enterrado en el cementerio después de un `bautizo´. Metí dentro de su ataúd el peluche que le habíamos comprado, la ropa con que le íbamos a sacar del hospital y la última foto de los tres que habíamos tomado una hora antes de acudir a la inducción. Mi hermana nos ayuda a vaciar la habitación de Santo. Nos empaqueta todo y lo guarda fuera de nuestra vista. Me lleva a una ginecóloga recomendada y nos enteramos de que tengo un desgarro muy importante y que no me pusieron puntos suficientes. Empiezo un tratamiento pero seis semanas después aún tengo muchas molestias y se puede observar que hay algo anormal en la cicatrización de la episiotomía. Al final un cirujano me vuelve a abrir la episiotomía comentando algo sobre granulomas (no me da un informe escrito a pesar de que se lo solicito en tres distintas ocasiones). No me quiero quejar porque me atendió sobre la marcha desinteresadamente y a petición de la matrona que me impartía las clases de preparación al parto, a la que acudo bastante desesperada ante mi problema. Paso otras dos semanas en casa drenando el corte que se ha dejado sin puntos para que cierre solo de dentro a fuera. A día de hoy me sigue doliendo mucho la zona y estoy resignada a que será así por bastante más tiempo. Durante todo ese tiempo mi madre y suegra cocinan para nosotros, en un intento de que mi anemia desaparezca rápidamente. No recibo visitas en casa porque muchos amigos se sienten incómodos y no saben qué decir ni hacer. Me dedico a ver la tele desde que me despierto hasta que me acueste. Veo hasta cinco películas de golpe. Esos dos meses fueron muy malos. Paso mucha ansiedad y me como paquetes de papas fritas con refrescos. No podía evitarlo. Dentro de tres días habrán pasado cinco meses desde la muerte de mi hijo. Estoy mejor que entonces pero aún me queda mucho camino por recorrer. Jamás olvidaré el maltrato psicológico al que fui sometida ni tampoco el maltrato hospitalario. En cuestión de 70 horas mataron a mi hijo, al que le dimos vida nueve meses antes, el mismo bebé que vivió nueve meses de constante felicidad. Le negaron el derecho a nacer dignamente y a mí me negaron el derecho de toda mujer a un parto digno. Todo esto en el año 2005, en uno de los paises europeos más avanzados.